—¿Te gustan?—¿Estás bromeando? ¡Me encantan!
—Solo tenemos dos acabados —me informó Mila—, pero nuestra intención es tener, al menos, otros dos. Así tendremos más espacio para albergar huéspedes. La idea es que disfruten de algo más de intimidad, pero que tengan cerca también las comodidades del hotel. La piscina, el comedor...
—Me parece una muy buena idea —le dije, gratamente sorprendida—. Este sitio cada vez me gusta más.
Ella sonrió, agradecida. Yo continué admirando los alrededores con los ojos como platos. El día soleado ayudaba a que el paisaje pareciera una postal increíblemente hermosa. Por un momento, fui consciente de que había añorado ese verdor intenso y constante que rodeaba cada rincón del pueblo.
—Eh, jefa, ¿quién es tu amiga? —preguntó una voz a nuestra espalda—. ¿Está soltera?
Mi cuñada y yo nos giramos a la vez y descubrimos a un chico que me resultaba muy, muy familiar. Estreché los ojos y lo escudriñé en busca de algo que me revelara de quién se trataba.
—¿Qué pasa, ardillita, ya te has olvidado de mí?
Ardillita...
—¿Lars? —pregunté, completamente asombrada. ¿Ese granjero con aires de modelo es Lars ? ¿El mismo Lars que, la última vez que lo había visto, jamás se peinaba? ¿El que parecía un vagabundo bien alimentado? ¿Ese Lars ?
Pues parecía que no era yo la única que había cambiado.
—¡Ah, sí que te acuerdas! —Me estrujó entre sus enormes brazos y me dio un beso en la coronilla—. Ya sabía yo que te había calado hondo.
—Déjala respirar ya, animal —le dijo Mila mientras se agarraba a su codo y tiraba para que me soltara—. ¿No ves que la estás asfixiando?
Lars se apartó entre risas.
—Perdona, ardillita, a veces me olvido de que mis músculos han crecido.
—Veo que también lo ha hecho tu ego —le recriminé—. Hay cosas que nunca cambian.
—No puedo decir lo mismo de ti. ¿Dónde está tu precioso pelo largo y oxigenado?
—Supongo que en el mismo sitio que cabellos necios, en el pasado. —Arrugué la nariz—. ¿Qué haces tú con tupé?
Se lo peinó con los dedos en movimientos ascendentes, para que ni un solo pelo se saliera de su sitio.
—Las modas cambian. Yo ahora llevo tupé, y tú eres una pequeña adoradora de Satán.
Fui a replicarle a ese imbécil, pero entonces alguien que se parecía mucho a él salió de uno de las caballas con una camiseta negra empapada y unos vaqueros rasgados.
—¿Sven?
Lars bufó.
—Vaya, de mi hermano te acuerdas a la primera.
Eso tenía fácil explicación: a pesar de que esos dos fueran gemelos, lucían muy diferentes. Sven había cambiado, sus músculos también habían crecido, pero su aspecto era más o menos el de siempre. Estaba guapo.
Cuando me vio, se pasó la mano por su cabello, como si intentara parecer más presentable.
—¿Hania? —preguntó sorprendido.
—Pues claro, idiota —soltó su hermano al darle un manotazo en la espalda.
Chasqueé la lengua.
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Todo apesta.... menos tú princesa (Sven Bender )
Hayran KurguSegunda parte de Todo apesta incluido tú