22 Un beso vale más que mil palabras

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Ame esta parte. Disfruten

Abrí los ojos antes de que sonara el despertador y me quedé tumbada, mirando el techo. Apenas habían pasado dos días desde el incidente con Felix. Aún no me podía creer que hubiese sido capaz de hacer algo así. A la mañana siguiente de su agresión, trató de contactar conmigo a través de Emilia para pedirme disculpas, pero mi amiga lo mandó a paseo y lo amenazó con darle una paliza. Casi me había reído cuando me lo contó.

Solo quería olvidarme del tema. Tal vez fuera incomprensible para los demás, pero en el fondo sabía que Felix no volvería a actuar así y que estaba realmente arrepentido. Además, después de la paliza que le había dado Sven, dudaba de que volviera a acercarse a mí.

Sven... Por raro que pudiera parecer, él era el mayor de mis desvelos. ¿Qué me pasaba? ¿Qué le pasaba a él? ¿Por qué no habíamos vuelto a hablar desde la otra noche? Por un momento, me había parecido que él también quería besarme, pero su rechazo todavía escocía. A veces creía que podía llegar a gustarle, y entonces me preguntaba cuánto me gustaba a mí exactamente. Tener ganas de besarlo no significaba que quisiera casarme con él. Me atraía, a esas alturas ya no podía negarlo, pero... ¿Qué iba a hacer con esos sentimientos tan confusos? Por no hablar de sus continuos vaivenes en el carácter. Después de darle muchas vueltas, me había dado cuenta de que cuando realmente se abría un poco a mí o se mostraba más amable era cuando acudía en mi ayuda. Cuando me veía perdida, triste o en peligro. El resto del tiempo, apenas me hablaba. ¿Qué significaba exactamente todo aquello? ¿Que solo quería protegerme? Quizás su único interés era ser amable, cuidarme o intentar que no me pasara nada malo. Tal vez por mi hermano, o tal vez porque a sus ojos siempre había sido esa niña soñadora e inconformista que se metía en algunos líos.

—A la mierda.

Me puse en pie. Tenía que hablar con alguien, pero lo último que necesitaba era que me juzgaran o me advirtieran. Sencillamente, quería que me escucharan, sin más. Oír mis pensamientos en voz alta para tratar de ordenarlos.

—Me han dicho que hablar contigo me ayudaría.

Un beee. Ay, mi madre... ¿La oveja psiquiatra me había contestado? Me senté a su lado con un poco más de confianza.

—No sé qué hacer, pequeña. Este pueblo me está volviendo loca. Se suponía que esto iba a ser temporal, que iba a pensar en una solución para largarme lo antes posible, pero... ¿Qué voy a hacer ahora? Aquí hay gente que me importa. ¿Cómo voy a marcharme? —Suspiré y me froté los brazos para reconfortarme, más que para entrar en calor—. Y, de todas formas, ¿a dónde voy a ir?

La oveja sonrió, en serio. Estaba casi segura de que la había visto sonreír.

—¿Que me quede? —le pregunté, como si me hubiera dicho algo—. Podría hacerlo, pero... ¿Qué voy a hacer aquí? Estoy a gusto en el hotel, pero mi hermano no me soporta y... No sé, no creo que sea lo mío.

Un beee de nuevo.

—Ya, Mila se ha portado genial conmigo, no quiero parecer una desagradecida, pero... Siento que este no es mi sitio, ¿entiendes?

Otro beeee.

—Sí, claro, ya sé que no se está tan mal aquí, pero en tu caso es distinto —repliqué—. Tú aquí estás como una reina.

Movió la cabeza arriba y abajo. Por Dios... ¿De verdad estaba teniendo una conversación con esa oveja? Asumí que estaba loca y continué contándole mis penas. Le hablé de Sven, León, Claudia, Felix. Tal vez podía parecer absurdo, pero me ayudó sacarme todo eso de dentro, fue como quitarme una losa de encima.

Cuando acabé, respiré hondo y me levanté.

—Gracias, pequeña —le dije al animal mientras volvía a acariciarla—. Me has ayudado mucho.

Todo apesta.... menos tú princesa (Sven Bender )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora