Me subí a la camioneta con Lana y cerré la puerta.
—Eh, oye, no tan fuerte —se quejó.
—Perdón.
La chica me miró con cara de pocos amigos, como ya era habitual, y yo decidí girar el cuello y centrarme en lo que se veía tras el cristal de la ventanilla. Estaba cansada de sus desplantes. ¡Ni que el vehículo fuera una gran reliquia! No era más que un cacharro cuya pintura roja lucía anaranjada y mate por culpa del sol.
En el supermercado reconocí a casi todo el mundo y, desde luego, ellos a mí también. Solo que en lugar de saludarme, me señalaban o cuchicheaban con quienes tenían más cerca. Traté de aparentar indiferencia, pero acabé captando palabras como «vergüenza» y «su padre» y mis fuerzas comenzaron a flojear.
Me apresuré a alcanzar a Lana, que iba varios pasos por delante repasando una lista y parecía ajena a todo aquello.
—¿Cuántas cosas dices que tenemos que comprar? —murmuré a la vez que lanzaba miradas de soslayo. Me estaban poniendo de los nervios esas cacatúas de señoras.
—La nevera tiene eco, así que bastantes —contestó.
—Genial...
Necesitaba acabar rápido. Me sentía expuesta, humillada y enfadada. Me conocía bien, y en los casos en los que me sentía acorralada, podía reaccionar de cualquier manera. De momento, lo que más apremiaba eran mis ganas de largarme corriendo de allí.
—Dame eso. —Le quité a Lana la lista de las manos—. Vale, tú coge la leche y las galletas de Mila, yo voy a por el agua y el papel higiénico.
Ella me miró con la nariz arrugada.
—¿Qué te pasa? Me estás poniendo histérica. A ver si dejamos el café, ¿no?
La ignoré y eché un vistazo.
—Lo que me faltaba, dos chismosas—mascullé—. Lana, por favor, ¿puedes darte más prisa?—De verdad, no me reconocía. Era vergonzoso sentirme así, pero no podía evitarlo.—Te espero en la camioneta.
La chica me agarró con fuerza del brazo, tanta que no pude ni moverme. ¿Qué diablos comía esta chica
—Tú no te mueves de aquí —masculló con una voz que daba miedo. Luego cambió su rostro y esbozó una sonrisa que me pareció de lo más falsa—. Buenos días, señoras.
—¡No! ¿Para qué les dices nada? —murmuré entre dientes mientras las mujeres se acercaban—. Joder, les has dado vía libre.
—Cállate y levanta la cabeza —me ordenó, sin perder esa sonrisa tétrica y espeluznante—. Míralas a los ojos, Hannia.
—¡Lana, querida! Nos estábamos preguntando quién era tu amiga, porque nos había parecido.... —La madre de Rebecca tenía sus mismos ojos de serpiente y me escudriñaba con ellos—. Desde luego, si eres ella, has cambiado mucho.
La anciana se acercó tanto a mi cara que pude verle los pelos de la barbilla.
—Pero tiene el pelo diferente —dijo sin más.
La otra rio como si quisiera disculpar a su madre.
—Mamá, existen tintes para el pelo. —Volvió a mirar a Lana—. Le decía que esta jovencita tenía que ser Hannia Goretzka, pero mi madre no está convencida. Ella dice que la verdadera Hannia no se habría atrevido a volver al pueblo después de lo que le hizo a su familia.
Me quedé de piedra. ¿De verdad había dicho aquello en mi cara? Apreté los puños y abrí la boca para replicar, pero no fue mi voz lo que escuché a continuación.
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Todo apesta.... menos tú princesa (Sven Bender )
FanficSegunda parte de Todo apesta incluido tú