15 Los pobres huevos de Mats ????

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Toda la maldita noche sin dormir.

En el camino de vuelta, Emilia ni siquiera me había hablado de Lars. Ningún reproche salió de sus labios debido a mi baile con él, y yo preferí no preguntar justo en aquel momento. Las dos estábamos demasiado nerviosas.

Después de dejarla en su casa, había conducido directa al hotel y me había maldecido por no tener el teléfono de alguno de los gemelos o de Jann. La idea de que les hubiera pasado algo grave impidió que pudiera coger el sueño. Bueno, eso y el resto de acontecimientos de esa noche. Mi pelea con León, el tonteo con Lars, el pesado de Felix y, cómo no, Sven. Sven y sus ojos verdes, Sven y sus brazos rodeándome para protegerme, Sven y mis ganas de morderle los labios.

Pues eso, toda la maldita noche sin dormir. El problema fue que acabé cogiendo el sueño casi a las ocho de la mañana, así que terminé despertándome a la hora de comer. A la mierda medio domingo.

Necesitaba tener noticias de los chicos, pero no quería alertar a Mila.
Entonces caí en Julian y pensé en cómo podía ser tan idiota como para no haberme acordado antes. Había perdido casi toda mi agenda al cambiarme de número, pero al llegar al hotel había vuelto a conseguir el de Julian y había añadido otros.

Tuve la gran suerte de no tener ni que preguntarle. Al descolgar, me dijo que estaba jugando a las cartas con Jann y los gemelos, así que yo pude decir que le había llamado sin querer. Lo tenía el primero en las llamadas recientes, era bastante creíble.

Más tranquila, decidí salir de la habitación justo cuando escuché que Mila bajaba las escaleras.

—Buenos días, dormilona —me saludó. Llevaba un bonito vestido de rayas marineras—. ¿Ahogaste las penas anoche?

Sonreí.

—Más o menos —respondí. ¿Por qué sentí que me sonrojaba? Vale, a la mierda, tenía que centrarme en lo que quería decirle—. Me gustaría hablarte de lo que pasó en la cena.

—Ya, a mí también —dijo ella—. Siento mucho que se torciera de esa forma.

—No fue ninguna sorpresa, tranquila.

Suspiró.

—Lo sé, pero tenía la esperanza de que fuera un primer paso. No debí haberme metido.

Bajó la vista, apesadumbrada. Le cogí las manos.

—No, no debiste —coincidí. Ella me miró fijamente—. Pero no porque no sea asunto tuyo, Mila. Es que no quiero que tengas problemas con mi hermano por mi culpa. Con que no se hable con una de las dos es suficiente.

—Pero...

—Prométemelo, por favor —le pedí—. Saber que soy la causa de sus discusiones me hace sentir peor todavía.

Ella tragó saliva y asintió.

—No deberías preocuparte por eso —añadió—. Leon y yo discutimos mucho y por muchas cosas. Pero, si tan importante es para ti, te lo prometo.

—Gracias.

Me vine arriba y le di un beso en la mejilla. Su cara demostró sorpresa, pero sonrió con ganas.

—Le estoy cogiendo el punto a esto de tener una hermana.

Me dio un toquecito en la punta de la nariz y yo me reí antes de verla bajar las escaleras.

Una hermana... Qué bien sonaba.

***

Mats chasqueó sus dedos delante de mis narices.

—¿Eh?

—¿Cómo que «eh»? —repuso enfadado—. ¿Es que no has oído nada de lo que te acabo de decir?

Todo apesta.... menos tú princesa (Sven Bender )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora