Necesitaba aire, así que le dije a Mats que prefería recoger docenas de huevos desperdigados por ahí antes que encerrarme en la cocina.
—Ya no pareces tan feliz —observó él—. ¿Qué diablos te pasa ahora?
—Nada —repuse cortante—. ¿Puedo salir ya?
Creía que me iba a tocar discutir con él para convencerle de que me dejara en paz, pero para mi sorpresa, suspiró y asintió con la cabeza.
—Tómate tu tiempo —añadió.
—Gracias, Mats.
Libre al fin, sentí un alivio inmenso al salir. Levanté la vista hacia las nubes y me pregunté cómo podía cambiarle la vida a alguien tantas veces en tan poco tiempo. Sacudí la cabeza; no había sido más que una idiota ilusa que había creído que, a partir de ahora, todo saldría bien. Pero eso era imposible. Nunca todo puede salir bien.
Y otra prueba de ello fue que los gemelos llegaron en el coche de Lars justo en aquel momento. Mi decisión de salir había sido porque sabía que habían ido a comprar materiales, pero allí estaba el universo una vez más contra mí. Sven bajó del asiento del conductor con una sonrisa en los labios que se esfumó cuando yo le devolví únicamente una mirada fría y cargada de reproches. Mientras se acercaba a mí, sopesé la posibilidad de lanzarle el huevo que llevaba en la mano. Directamente a la cabeza habría estado bien. No lo hice, porque ahora era una mujer madura y segura de sí misma que no se dejaría llevar por las emociones.
Cuando llegó a mi altura, ya sabía que algo no marchaba bien, pero aun así se inclinó para darme un beso que yo rechacé al instante.
—¿Qué pasa? —preguntó entonces. Vi a Lars por encima de su hombro, que se había puesto a descargar el coche, pero no dejaba de lanzarnos miradas de reojo.
—Repítemelo otra vez, Sven —le pedí—. ¿Por qué decidiste intentarlo conmigo?
Frunció el ceño.
—¿No tuvimos ya esta conversación hace dos días? —preguntó sin entender nada.
—No, exactamente esta, no —repuse con veneno acumulado—. He hablado con mi hermano.
Su expresión me dijo que sabía a qué me refería.
—Deja que te explique —me pidió.
Sonreí como una cínica.
—No, tranquilo, si ya no hace falta. Solo aclárame una cosa. ¿De verdad creías que nunca me enteraría? No te creía tan idiota.
—Iba a decírtelo —se excusó—, pero no encontré el momento. ¿Tanta importancia tiene?
—Sabes que sí —contesté—, si no, no me lo habrías ocultado. No me habrías dejado que pensara que a mi hermano le supondría un problema nuestra relación.
—Pensaba decírtelo pronto. Creí que tenía más tiempo.
Abrí mucho los ojos.
—¿Más tiempo para tenerme engañada? Lo estás arreglando,Sven.
Alargó el brazo e intentó cogerme la mano, pero la aparté. Resopló.
—Hannia, lo que te dije era verdad, te echaba muchísimo de menos.
Sacudí la cabeza y sonreí con amargura.
—No eres más que un cobarde —lo acusé—. Sin el permiso de mi hermano, jamás me habrías dicho nada. No habrías movido un dedo por mí.
Se quedó callado. Yo esperé a que contestara mientras intentaba calmarme, mientras esperaba que la furia que empezaba a quemarme las venas retrocediera, pero eso no ocurrió.
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Todo apesta.... menos tú princesa (Sven Bender )
FanfictionSegunda parte de Todo apesta incluido tú