24 Un destello de duda

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León

Rodeé la fachada del hotel echando humo.Sven me estaba esperando en la puerta de entrada.

—Vete de aquí —le advertí—. Ahora mismo no puedo ni verte.

El chico parecía angustiado, ahí plantado con la cabeza baja.

—Déjame explicártelo —me pidió.

—Una imagen vale más que mil palabras, ¿no? He tenido suficiente.

Acerqué la mano a la cerradura, pero él me agarró del brazo y me detuvo.

—Tú no lo entiendes.

Alcé la cabeza un poco y lo miré a la cara.

—Pues no, no lo entiendo. ¿En qué estabas pensando?

Se frotó la cara con las manos y suspiró.

—La quiero, Leon —confesó—. La quiero desde hace mucho.

Fruncí el ceño.

—¿Qué?

Desvió la vista, nervioso.

—¿Podemos hablar en otro sitio? Por favor —insistió al escuchar unos pasos que se acercaban.

Lo seguí varios metros en dirección al granero y nos quedamos ahí plantados, en medio de jardín.

—¿Y bien?

—No quiero aprovecharme de tu hermana —empezó a decir—. Sabes que no. Me conoces.

—Creía hacerlo —objeté—, pero a veces tengo la sensación de que no conozco a nadie una mierda. ¿Por qué, Sven? ¿Por qué me haces esto? No es más que una niña.

—Ya no es una niña, Leon —replicó él muy serio—, solo que tú aún no te has dado cuenta.

—Lo es para ti —dije enfadado—. ¿Es que no hay chicas de tu edad que te interesen por ahí?

—No.

Lo dijo tan rápido y con tanta seguridad que, por un momento, me pregunté si no estaba siendo injusto. Luego recordé el beso y mi paciencia se fue a la mierda.

—Pues ese es tu puto problema, ¿me has oído? Deja a mi hermana en paz.

—Pero ella también quie...

—Ella no sabe ni lo que quiere, joder —le dije, ya sin poder contener la rabia—. No ha hecho más que cometer errores en su vida, ¿es que no lo ves? Es una niña inmadura que no tiene ni idea de lo que le conviene. Pero ha vuelto a casa, y tú estás a punto de estropearlo todo otra vez.

Sven apretó los puños y me miró fijamente.

—¿Me estás comparando con ese desgraciado?

—No, pero lo haré si decides joderle la vida a mi hermana por segunda vez. Confiaba en ti, Sven, y me has decepcionado. ¿Qué te ha pasado?

Vi la rabia, la tristeza e incluso la resignación en esos ojos que me suplicaban algo de comprensión. Él aún no lo sabía, pero aquello era lo mejor para todos.

—Oye, esto también lo digo por tu bien —insistí, tratando de sonar más amable—. Hannia dejó su vida entera por ese sujeto, ha estado cuatro años desaparecida por ahí con él. ¿De verdad crees que lo ha olvidado y está preparada para otra relación? Déjala disfrutar de su juventud con gente de su edad, déjala averiguar qué es lo que quiere en la vida y no se la compliques.

Sven miró al suelo y tragó saliva.

—Tienes razón —dijo apesadumbrado.

Le puse la mano en el hombro.

—Haces lo correcto, Sven.

El dolor y la resignación que vi en su mirada me hicieron dudar de mis propias palabras. Lo vi marcharse con la cabeza baja y las manos en los bolsillos.

—Mierda —mascullé.

¿Por qué me había tocado a mí el papel del malo en esa película? ¿Es que era el único que se daba cuenta de cómo eran las cosas?

«Maldita seas, enana, te quiero pero es por tú bien.

Todo apesta.... menos tú princesa (Sven Bender )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora