El agua fría sobre la cara fue como un bálsamo. Me había pasado media noche intentando conciliar el sueño. Incluso había contado ovejas, en serio. Pero entre tanto borrego blanco, siempre aparecía un negro que se me quedaba mirando, como si esperara una respuesta. Solo que yo no sabía qué diablos era lo que quería saber el dichoso bicho, así que había acabado estrujándome la cara con la almohada y apretando fuerte los ojos para que la condenada se marchara.Porque ese borrego me recordaba a mí misma, al apodo que me había puesto mi hermano hacía ya tantos años y que me había hecho tatuarme al animalito en el interior del codo. Una decisión precipitada y estúpida, como tantas otras que había tomado a lo largo de mi existencia. Me alejaba de mi pasado y se me ocurría marcarme la piel para siempre con aquello que prefería olvidar. Pero, sinceramente, en su momento me había parecido una idea bonita, una forma de aferrarme a esa parte de mí misma que todavía llevaba dentro. Y, ¿por qué no admitirlo? Era como una especie de pequeño tributo a mi hermano. ¿Contradecirme, yo? ¡Qué va!
En fin, resultaba irónico que, después de tanto tiempo, sí que hubiera resultado ser una auténtica oveja negra, y no en el sentido positivo con el que Leon lo había utilizado. Y él era, sobre todo, el motivo de que no hubiera podido pegar ojo en toda la noche. Me odiaba, y yo sentía la necesidad de que dejara de hacerlo, incluso aunque siguiera llena de rencor hacia él.
No era estúpida; desde el principio había sabido que nada volvería a ser como antes, que no me recibiría como si nada hubiera pasado. Sin embargo, su desprecio, su rabia, su decepción... No había estado preparada para eso, por mucho que hubiera intentado concienciarme durante el viaje de regreso.
Me miré a los ojos por primera vez desde hacía días. Ojerosos y cansados, como los de un panda trasnochado. Incluso el color verde del iris parecía deslucido. Aun así, me pareció atisbar algo de la niña de las fotos del pasillo, aunque fuera algo triste y gris. Algo que me provocó ganas de tirarme del pelo y romper el puñetero cristal, como si así pudiera romperla a ella también y que dejara de atormentarme.
El cambio fue evidente incluso desde la distancia. Al lado de la puerta se podían ver con letras de color bronce las palabras «Hotel».
¡Un hotel! ¿Mi hermano y su novia tenían un hotel? ¿Qué había pasado en ese tiempo? De nuevo, esa sensación de tener ante mí un lugar conocido, pero que, en realidad, ahora era muy diferente. Me bajé del coche y caminé despacio mientras trataba de encontrar detalles de mi infancia. No habría sabido explicarlo, pero la esencia de aquel sitio seguía allí.
El hotel estaba en silencio, parecía que nadie se había levantado aún. Pero entonces, el canto de un gallo me hizo dar un respingo.
—¡Joder! —exclamé con la mano en el pecho. Ese estúpido animal me había dado un susto de muerte.
—¿Hania? —preguntó una voz masculina a mis espaldas.
Me giré de golpe y descubrí una sombra oculta sobre las escaleras de lo que parecía la nueva puerta trasera de la casa. Me puse la mano de visera para protegerme del sol y traté de ubicarlo.
—¿Te conozco?
Se puso en pie y salió a la luz con un celular en la mano.
—¡Hanna Montana! —gritó con júbilo mientras se me echaba encima.
Lo reconocí en ese instante, así que dejé que ese idiota me abrazara, me levantara en el aire y me hiciera girar como una pirinola, igual que cuando era pequeña.
—¡Vale, bájame ya! —le pedí y lo agarré por los hombros.
Después de un par de vueltas más, me hizo caso y me dejó en el suelo. Tuve que apoyarme en él para no caerme del mareo.
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Todo apesta.... menos tú princesa (Sven Bender )
FanficSegunda parte de Todo apesta incluido tú