O6 Trabajo de "mierda"

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Arrugué la nariz en cuanto crucé la esquina. La peste del granero era abrumadora incluso a varios metros. Definitivamente, me había hecho mayor. Cuando era niña, esas cosas no solían molestarme mucho.

—¿Estás bien? —me preguntó Mila, que caminaba delante de mí casi de puntillas.

—Sí, es solo que huele un poco fuerte.

—¡Un poco fuerte! —Soltó una carcajada y me miró por encima del hombro con una ceja arqueada—. Huele a mierda, cielo. A pura mierda.

—Me acostumbraré —le aseguré convencida. Al olor, sí; a estar allí, lo dudaba mucho.

—Ya... Pues suerte. Han pasado dos años y a mí aún me lloran los ojos al entrar aquí.

—¡Puaj! —exclamé. Levanté mi querida bota negra y me miré la suela. Ya no se veían los mordiscos de la goma, ahora todo era como una tostada de Nutella.

—No te molestes en limpiarla —me advirtió mi cuñada—, será peor.

Arrastré la suela por la hierba, para al menos quitar el exceso.

—A esto le llamo yo empezar con buen pie —me quejé.

—Desde que pisé  popo de este pueblo, no me ha ido mal.

Le devolví la sonrisa y asentí. Entendía a qué se refería, a quién, en realidad. Mi hermano era un testarudo, pero también era un buen chico.

—Pues a ver si queda algo de esa buena suerte para mí —murmuré sin perder de vista el suelo—. Si funciona, iré saltando de popo en popo.

—Hannia, quiero preguntarte algo.

Fruncí el ceño.

—¿Qué pasa?

Ella suspiró.

—¿Te parece bien hacer esto? —dijo y señaló al granero—. Quizás me precipité, pensé que era buena idea y, además, quería callarle la boca a tu hermano. Pero no tienes por qué trabajar aquí, si no quieres.

Sonreí para tranquilizarla.

—¿Estás bromeando? Hace veinticuatro horas que llegue y, gracias a ti, tengo casa y un trabajo. Es mucho más de lo que esperaba. —Tragué saliva y aparté la vista—. Más de lo que me merezco.

Ella sacudió la cabeza.

—No seas tonta.

—No sé cómo voy a agradecerte todo esto —confesé.

Ella alargó el brazo hacia mí, pero se detuvo a medio camino. Cuando iba a preguntarle qué le pasaba, me cogió la mano y la colocó sobre su vientre. Noté algo moverse bajo su piel y di un respingo.

—¡Dios mío! ¡Se movió! —Le miré la barriga y luego la miré a los ojos, entusiasmada—. ¿Lo has notado?

—Sí, desde luego —dijo ella, y se llevó la mano a la zona también—. Creo que la pequeña se alegra de conocerte.

—¿Es... una niña? —Me sentí una desconsiderada por no haberlo preguntado antes.

Mila asintió.

—Otra guerrera en la familia.

Dibujé una enorme sonrisa.

—¿Tiene nombre?

La mujer resopló.

—No, y no me hables de ese tema —gruñó—. Me quedan dos meses para parir y no me gusta ninguno.

—Uy, qué raro, no hablas en semanas como todas las embarazadas —observé.

Sacudió la cabeza.

Todo apesta.... menos tú princesa (Sven Bender )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora