Todo apesta.... menos tú princesa (Sven Bender )

16 Fiesta en la piscina

Dejé de soplar un momento por miedo a desmayarme allí mismo. Dios mío, ¿de dónde habían salido esos globos? Seguramente me habría costado menos soplar uno aerostático.

Me levanté despacio y fui directa hasta las bebidas. Necesitaba tomar algo refrescante, y lo necesitaba ya. Habíamos habilitado una mesa alargada con un mantel blanco y varias botellas de licor sin alcohol encima, además de refrescos y botellitas de agua bien fría. Cogí una de esas.

—Eh, Hannia, ¿no prefieres un poco de licor de moras?

Levanté la vista y observé cómo Lars agitaba la botella en su mano. Llevaba puesto un bañador tipo surfista. Y nada más, porque había decidido que hacía demasiado calor como para llevar camiseta. Sus músculos estaban cubiertos de sudor de haber estado montando las mesas. Intenté no fijarme demasiado. Si se daba cuenta, habría vuelto a creer que me derretía por sus huesos.

—Tal vez luego —le contesté.

Se sirvió un poco en una copa y lo vi sacar una botellita del bolsillo de su bañador. Añadió un poco de su contenido a la bebida y dio un trago largo.

—Mucho mejor —dijo al terminar.

Puse los ojos en blanco.

—Menudo idiota.

Entre risas, me pasó el brazo por los hombros y me pegó la botella a la boca para que bebiera. Lo aparté de un empujón y me reí.

—Me has puesto perdida, imbécil.

—O sea que te he hecho beber alcohol y ahora vas a quitarte la camiseta. Dos en uno, no está mal.

Le di un codazo, y no fui cuidadosa. Soltó un aullido y yo me alejé de él con la cabeza bien alta y una sonrisa enorme a tiempo de ver cómo su hermano nos miraba sin una pizca de humor en los ojos.

Miré hacia otro lado y me froté la camiseta, aun a sabiendas de que era algo inútil. En fin, tampoco importaba mucho, pues era verdad que pronto todos estaríamos en bañador. Era una fiesta en la piscina, ¿no?

De repente, pensar en que iba a ver a Sven sin camiseta y él iba a verme a mí en bikini me puso algo nerviosa. Qué tontería, ¿no? Ni que fuéramos a desnudarnos o a protagonizar una orgía. Tampoco íbamos a estar los dos solos, así que... ¿Dónde estaba el problema?

—¡¿Pero qué estás haciendo, Julian?! —bramó Mats—. ¿Es que te has vuelto loco?

Me acerqué para ver a qué venía tanto escándalo.

—¿Qué? ¿Qué he hecho ahora? —preguntó el chico alarmado.

Veía miedo en su rostro, y no era de extrañar. Esos gritos por parte de Mats podían terminar en algo horrible.

—¿Que qué has hecho? —Mats se rio como un histérico. Bueno, como lo que era—. ¡Nacer! Eso has hecho.

—Ya estamos... —se quejó Lana—. Hummels, deja de gritar y cálmate. Se supone que esto es una fiesta sorpresa.

—¿Y qué?

—Pues que poca sorpresa va a haber como Mila te escuche ladrar.

El rostro de Mats se deformó por la rabia.

—¿Cómo que ladrar? ¡Yo no soy ningún perro!

Me puse delante de Lana.

—Lo que ella quiere decir es... ¿Por qué estás tan enfadado?

—Porque es su estado natural —gruñó Julian.

—Joder, Weigl, así no me ayudas —le recriminé—. Cállate ya.