Damn, I'm hooked
Hooked - Why Don't We—Esto tiene que ser una broma —murmuré para mí misma.
Deslicé la mirada por cada rasgo de su rostro, confirmando lo que me temía.
—Señorita James, es todo un placer volver a verla —dijo, todo sonrisas, el hombre que casi atropella a mi sobrina hace menos de media hora.
—¿Usted es el señor Cross? —cuestioné.
—Así es. Y usted debe ser la abogada que se encargará de mi divorcio.
Dejando de lado el tono de voz ligeramente burlón que había utilizado no me pasó desapercibido el matiz de amargura que envolvía sus palabras.
O sea, que tienes que divorciar a este y a su mujer.
Genial.
—Eso parece —¿eso parece? Un momento...— Desde ahora le digo que no pienso pedir disculpas. Ni a usted, ni a su chofer.
Él no pareció sorprendido por mis palabras, solo me dedicó una arrogante sonrisa de medio lado que amenazó con romper mi fachada serena.
—Aunque él se la merece, no le estoy reclamando nada. Solo quiero que se encargue de mi divorcio.
—Bueno, habiendo aclarado ese punto, creo que todo está bastante claro —entonces me percaté de que el señor Cross seguía de pie, con la puerta abierta a sus espaldas—. Por favor, tome asiento —le pedí de manera educada.
Puede que hayamos empezado con el pie izquierdo, pero no pensaba ser una maleducada. Lo trataría con el mismo respeto que a cualquier otro cliente.
Me paré de la silla de cuero negro, detrás de mi escritorio, y fui directo a la puerta para cerrarla. No sabría explicar cómo, pero podía notar sus ojos recorriendo mi espalda, enviando chispas eléctricas por todo mi cuerpo.
¿Qué me pasaba?
¿Lo peor? Me gustaba.
—¿No es ese vestido demasiado atrevido para el trabajo, señorita James?
Su voz me llegó desde atrás, quizás demasiado cerca para mi gusto. Lo comprobé cuando me di la vuelta para enfrentarlo, con claras intenciones de ponerlo en su lugar —eso había sido muy inapropiado —, pero me detuve en seco al encontrarme con sus penetrantes ojos azules.
¿Ya mencioné que tenía debilidad con los ojos de ese color?
—¿Disculpa? —mi voz salió ligeramente indignada.
¿Cómo se atrevía a preguntarme eso?
Me dirigió una mirada significativa y elevó una ceja en mi dirección. Casi parecía divertido con todo aquello. Definitivamente, ese caso no sería como ninguno que haya tenido antes. No habíamos empezado y ya tenía ganas de que desapareciera de mi vista.
Idiota.
—Eso no es asunto suyo.
Le dirigí una mirada asesina, demostrándole lo poco que me había gustado su comentario y me encaminé a mi escritorio. Ya sentada en mi silla le indiqué que se sentara también, lo cual hizo sin despegar sus ojos de los míos.
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Todo lo que somos ©
RomanceLara lleva muchos años sin tener un corazón roto. Hay un límite para lo que una persona puede sufrir por amor y ella lo había superado varias veces. Por ello, nunca se involucraba con hombres. No seriamente, al menos. Jacob necesita desesperadamente...