Aunque nos duela es solo nuestro
Lo que construimos - Natalia LafourcadeMe quité los anteojos y los dejé sobre la mesa, masajeándome el puente de la nariz. Había terminado con la redacción del acuerdo de divorcio de los Clarke y mi cabeza estaba a punto de estallar. Sin mencionar que moría de hambre. Miré el reloj en mi muñeca. Ya iba siendo hora de comer. Mi desayuno esa mañana fue un café y mi estómago estaba muy consciente de ello.
Tomé el móvil para llamar a Jacob y preguntarle si quería que almorzáramos juntos. Era consciente de lo raro que sonaba eso viniendo de mí, pero él lo había hecho mucho esos días y me apetecía verlo. Además, no tenía nada que perder.
Busqué su número entre mis contactos favoritos y le marqué. Estaba apagado, así que decidí llamar a su oficina. De perdidos al río...
—Oficina del Señor Cross —respondió su secretaria—. ¿En qué puedo ayudarle?
—Habla Lara James, la abogada que llevó su divorcio —dije amablemente—. Necesito hablar con él.
—Ahora mismo no puede —rebatió cortante.
—¿Está ocupado?
—Salió a comer con la señora Harris.
—¿Su ex esposa? —pregunté con una mueca de extrañeza.
—Sí, con ella —dijo, su voz plana—. ¿Desea dejarle algún mensaje?
—No... ehmm... no hace falta —murmuré, de repente desanimada—. Gracias.
Colgué el teléfono y, tras dejarlo sobre el escritorio, me quedé ensimismada mirando a la nada. Sacudí la cabeza. Jacob y yo no teníamos nada, al menos nada serio. No tendría que molestarme que hubiera ido a comer con otra mujer y...
Oh, vamos, ¿quién en su sano juicio iba a comer con su ex?
Respiré hondo, enfadada conmigo misma por el hecho de que me importara tanto. Salí de mi despacho y decidí que lo mejor era llamar a Jessie para comer. No sabía como lo hacía, pero mi hermana siempre tenía las respuestas a mis preguntas.
Una vez en el coche, conecté el móvil al manos libres y maniobré el volante para salir del estacionamiento. Jessie tardó varios segundos en contestar.
—Hola —saludó animadamente.
—Hola —le respondí incorporándome al tráfico—. ¿Quieres ir a comer algo?
—Por supuesto —dejó salir un suspiro de cansancio—. Atendí un parto esta mañana que me dejó hecha polvo.
—Perfecto, ¿te paso a recoger a tu consulta?
—Por supuesto, conduce con cuidado.
Puse los ojos en blanco y no pude evitar sonreír.
—Sí, mamá.
Escuché su grito ahogado al otro lado de la línea.
—Solo por ese comentario invitas tú —espetó, muy indignada.
Colgué con una risita tonta.
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Todo lo que somos ©
RomanceLara lleva muchos años sin tener un corazón roto. Hay un límite para lo que una persona puede sufrir por amor y ella lo había superado varias veces. Por ello, nunca se involucraba con hombres. No seriamente, al menos. Jacob necesita desesperadamente...