CAPÍTULO 27

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Tell me what you want to hear
Something that will light those ears
I'm sick of all the insincere
I'm gonna give all my secrets away
Secrets - OneRepublic

Jacob.

Tragué duro.

El momento de contar la verdad había llegado.

Me serví un vaso de whisky escocés, el más fuerte que encontré. Necesitaba todo el coraje del mundo para comenzar a hablar. Observé a Lara por el rabillo del ojo, se había sentado en una de las sillas frente a mi escritorio, de brazos cruzados, mirándome con una ceja enarcada.

Me recordaba tanto a la Lara que había conocido hacía casi un año. Desconfiada, fría e indescifrable.

Evité pensar mucho en eso y me senté al otro lado de la mesa, frente a ella. Estaba cerca, pero la sentía tan lejos... como si estuviera a millones de kilómetros de distancia.

-Cuando heredé los hoteles tuve que esperar a cumplir 18 para tomar legalmente el mando del negocio -empecé por la parte más fácil-. Luego de eso, me tomó tres años hacerme un nombre en la industria. Mina me ayudó, ella conocía a las personas correctas -tomé un trago de wiskhy bajo la seria mirada de Lara-. Sucedió cuando salía de firmar mi primer contrato importante.

Recordaba lo feliz que me sentía cuando firmé aquel contrato. No era el más grande en mi carrera ni de lejos, pero fue el primero que conseguí por mí mismo.

-Era de noche y estaba lloviendo. Apenas podía ver más allá en la carretera -murmuré, recordando la oscuridad cegadora-. Iba a doblar una curva muy cerrada cuando un auto se atravesó, y como venía por el carril equivocado apenas pudo desviarse cuando me vió.

Un escalofrío me recorrió la espina dorsal cuando el estruendo que resonó en cada uno de mis huesos bajo el sonido de la lluvia al caer, que hasta hoy me perseguía en sueños, vino a mi mente.

-El conductor perdió el control del auto, se salió de la carretera y terminó adéntrandose entre los árboles. No pude ver más porque estaba oscuro y la lluvia era muy intensa. Recuerdo salir del coche maldiciendo en voz alta, sin saber que diablos había pasado -dije-. Entre la maleza y la lluvia tardé casi diez minutos en encontrar el auto, y cuando al fin llegué a él estaba volcado, completamente siniestrado.

»Lo primero que pensé fue que la persona que iba dentro no sobrevivió, por el aspecto que tenía el coche era bastante improbable. Aún así me acerqué y como pude abrí la puerta del conductor. No había nadie dentro.

Tragué duro.

-Entonces noté el agujero que había en el parabrisas. Quien conducía había atravesado el maldito parabrisas. Así que busqué por los alrededores hasta que, entre toda la oscuridad de la noche, algo rojo llamó mi atención. Y te vi allí, a unos metros del auto -sonreí con amargura, y bebí todo el contenido del vaso que se balanceaba en mis manos, el líquido ambarino quemó mi garganta-. Estabas cubierta de sangre, así que llamé al 911. Pero tardaban demasiado y tú estabas demasiado pálida. Tu pulso era cada vez más débil. Y sabía que era un riesgo para ti, pero si no lo hubiera hecho probablemente hubieras muerto.

Me detuve un segundo y la observé. Ella estaba absorta en mis palabras, con la mirada fija en la madera de mi escritorio, ajena a mi escrutinio. Tenía el ceño fruncido, asumí que estaba intentando procesar la información.

-Si me preguntas ahora, no tengo ni puñetera idea de como pude sacarte de aquel lugar, entre tanta maleza y la lluvia que no cesaba apenas podía ver por dónde caminaba, pero lo hice. Te tomé en mis brazos y te llevé al hospital más cercano. Fue una faena controlar toda la sangre que salía de tu cuerpo y concentrarme en conducir lo suficientemente bien como para no matarnos.

Todo lo que somos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora