Maratón 4/4
It's the final countdown
The final countdown - Europe
4 Horas:Cuando estaba en el instituto odiaba la clase de Educación Física. No me gustaba ejercitarme. Odiaba sudar, agotarme o cualquier cosa que tuviera que ver con esfuerzo físico —sí, era un poco floja—. Y hacer sentadillas era una misión imposible. Me imaginaba que si la chica de 16 años viera a la mujer de 28 haciendo sentadillas a lo largo y ancho de una habitación del ala de Maternidad de un hospital se partiría de la risa.
Llevaba cuatro horas de parto y solo había dilatado dos centímetros y medio. Jessie decía que en madres primerizas se podía extender hasta veinticuatro horas. Y, siendo sincera, cuando me dijo eso estuve tentada a tirarme por la ventana. No sabía si podría soportar tanto tiempo.
Sostuve mi vientre antes de bajar y subir otra vez. Esto no estaba dando resultado. Y no ayudaba en nada el hecho de que Jacob no estuviera aquí conmigo. Nadie esperaba que los mellizos se adelantaran tres semanas. Por esa razón le había dicho que fuera tranquilo a la conferencia en Nueva York. Y ahora estaba aquí, haciendo sentadillas para acelerar el proceso de dilatación y sin él a mí lado para animarme.
Esto era una mierda.
—¡Llegó la tía preferida!
Giré la cabeza en dirección a la puerta y me encontré con Charlotte. Venía vestida con unos pantalones anchos deslavados y una camiseta blanca llena de pintura. Me imaginaba que cuando le avisaron estaba pintando. Me fijé en sus manos, en una traía unos globos rosas y azules y en la otra una cámara.
—¿Alguien te ha dicho si Jacob va a demorar mucho? —le pregunté después de acostarme en la cama, muerta del cansancio.
A la mierda las sentadillas aceleradoras de dilatación. Cuando todo terminara no solamente estaría echa polvo, encima tendría agujetas.
—Tu madre me ha dicho que está en camino.
«En camino» Así me habían dicho las últimas dos veces que pregunté.
Charlotte ató los globos al brazo de una de las sillas. Presionó algunos botones en la cámara y la enfocó en su dirección. Fruncí el ceño confundida, siguiendo todos sus movimientos.
—¡Hola, chicos! —saludó con entusiasmo a la cámara— ¡Soy la tía Charlotte! —volteó la cámara en mi dirección— ¡Di hola, mamá!
Con un poco de esfuerzo levanté la mano y saludé, asegurándome de sonreír.
—Hola, mis amores.
—¿Algo que les quieras decir antes de que nazcan?
Evité pensar mucho en el detalle de que aún faltaban largas horas de sufrimiento para que eso pasara.
—Que no sean demasiado malos conmigo.
—Y que los quieres —enarcó una ceja.
—Sí, eso también —murmuré antes de hacer una mueca. El malestar no había disminuido y ya no sabía como ponerme.
—Ay, que tierno —dijo con sarcasmo. Se acercó hasta donde estaba, aún con la cámara filmando—. Abre las piernas.
¿Eh?
—¿Para qué? —inquirí con recelo.
Esta mujer estaba más loca que una cabra, solo Dios sabía para que quería que abriera las piernas.
Charlotte puso los ojos en blanco y me las separó ella misma con la mano que tenía libre, sus intenciones quedaron claras cuando posicionó la cámara entre mis piernas.

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Todo lo que somos ©
RomanceLara lleva muchos años sin tener un corazón roto. Hay un límite para lo que una persona puede sufrir por amor y ella lo había superado varias veces. Por ello, nunca se involucraba con hombres. No seriamente, al menos. Jacob necesita desesperadamente...