You make me really, really good at makin' bad decisions
Uh oh - Tate McRaeUn pitido persistente se metía en mis sueños, un sonido molesto que no me dejaba dormir. Me removí entre todas las almohadas e intenté bloquearlo poniendo una sobre mi cabeza, pero no funcionó, y el sonido continúo. Me negaba a abrir los ojos, pero maldito despertador seguía sonando como si de un puñetero megáfono se tratase.
Gruñí sonoramente, dándome por vencida, y apagué el trasto del demonio. Me levanté de la cama arrastrando los pies, deseando que todavía fuera de noche. Odiaba madrugar, y resulta que era lo que hacía todos los días de mi vida. A eso, agrégale que tenía una cita con el señor Cross.
Que alguien me matara.
Suspiré pesadamente y me estiré de manera exagerada sin muchas ganas. Todavía un poco adormilada y algo mal humorada, me dirigí al cuarto de baño. Pero, como era medio idiota y tenía los ojos más cerrados que abiertos, casi me llevé por delante la puerta del mismo. Vale, hora de espabilar.
Tomé un baño súper rápido y salí envuelta en la toalla hasta mi guardarropa, donde me vestí con una falda de secretaria y una blusa floreada. El escote de la espalda era bastante bajo, por lo que decidí no utilizar sujetador. Me puse unos tacones cómodos —cosa que no existe, seamos sinceros— y me apliqué un poco de polvo y brillo labial. Lista. Cogí el bolso y metí todo lo necesario antes de salir del departamento y dirigirme al estacionamiento. Hoy sería un día agotador, lo presentía.
Tres horas después, a eso de las once y media, ya había cerrado dos divorcios de mutuo acuerdo. Por fin habíamos llegado a un acuerdo en el caso de los señores Anders —hacía año y medio que esos dos estaban en un tira y afloja de propiedades horrible — y dentro de cinco minutos tenía cita con el señor Cross. No creía que fuese capaz de verlo a la cara sin ruborizarme. Y yo odiaba ruborizarme.
Mientras lo esperaba decidí que lo mejor para matar el tiempo sería tomarme un café. Además, había salido sin desayunar y luego no rendía el día. Aún recordaba aquel juicio hacía dos años, había olvidado almorzar y casi me desmayo antes de la sentencia.
Esas cosas solo te pasan a ti.
Sacudí la cabeza, olvidando el hilo de mis pensamientos, y cogí el teléfono para marcarle a mi asistente.
—Anne, ¿puedes traerme un café, por favor?
—Enseguida —me dijo educadamente—. ¿Negro y sin azúcar?
—Sí —le contesté mientras iba borrando archivos basura de la computadora—. Igual que siempre.
—¿Nada más?
Lo pensé un instante.
—Un muffin de arándanos.
—Muy bien, enseguida se lo llevaré.
Colgué y me concentré en limpiar mi ordenador de archivos sobre casos muy viejos o anuncios basura, correos innecesarios y cualquier otro elemento que no me fuera indispensable mientras esperaba. La verdad es que sí que tenía un poco de hambre.
Exactamente dos minutos después entró Anne con mi café humeante y mi muffin. No pude evitar mirarlos como un regalo del cielo, realmente estaba hambrienta. Mi asistente se acercó con paso seguro y me tendió el pedido.
—Gracias —le sonreí amablemente.
—Por nada —me respondió—. ¿Necesita algo más?
Negué fervientemente.
—Eso era todo.
Asintió y se retiró de mi oficina, dejándome sola. En menos de dos segundos me comí el muffin de arándanos, que estaba más que delicioso. Cuando terminé le dí un sorbo al café y maldije por lo bajo, estaba ardiendo.
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Todo lo que somos ©
RomanceLara lleva muchos años sin tener un corazón roto. Hay un límite para lo que una persona puede sufrir por amor y ella lo había superado varias veces. Por ello, nunca se involucraba con hombres. No seriamente, al menos. Jacob necesita desesperadamente...