I only bought this dress so you could take it off
Dress - Taylor SwiftTecleaba distraídamente en la computadora, con el móvil entre la oreja y el hombro, mientras escuchaba a Charlotte parlotear sobre todos los cuadros que seguramente se venderían la primera noche de su exposición.
Mi mejor amiga no era muy humilde que digamos, le gustaba que la gente supiera que había llegado a donde estaba sin ayuda de nadie. Nunca habíamos hablado de ello a fondo, pero siempre sospeché que tenía mucho que ver con su madre y la mala relación que había tenido con ella.
—¿Recuerdas la hora?
—A las 8 en punto.
—Ni un minuto antes ni un minuto después.
Puse los ojos en blanco.
—Que sí.
—¿Ya tienes tu invitación en el bolso?
Dudé un momento.
—Ehhh... sí.
La escuché suspirar al otro lado de la línea.
—Eso es que no —me reprochó.
—La tengo en casa, cuando llegue lo primero que haré será echarla en el bolso, ¿contenta?
—A mí no me hables en ese tono, señorita.
—Te prometo que estaré allí. En hora. Con la invitación. Y preciosa como siempre.
—Lo último no es necesario, no quiero que tardes intentando lograr lo imposible.
—¡Retira eso!
—¡Era broma!
La escuché echarse a reír a costa mía, sacándome una sonrisa. La quería muchísimo. ¿Y cómo no hacerlo? Si había estado conmigo durante lo bueno, lo malo y lo peor. Sobre todo en lo peor, sin quejarse por mi forma terrible de ser y tratar a todos en aquel momento, sin perder la calma, apoyándome siempre. Cuando cualquiera en su lugar se hubiera ido y me hubiera dado la espalda, Charlotte se quedó más que nunca y se encargó de ayudarme a seguir adelante.
—Tienes que encontrarle el lado positivo a todo esto —me había dicho una vez, su voz con un tinte de preocupación.
—¿Me podrías decir que parte de todo lo que ha pasado tiene un lado positivo? —le pregunté yo mientras me levantaba de la cama y me sentaba en la silla de mi mesa de estudio— Porque te agradecería si me lo dijeras.
—Tienes la oportunidad de convertirte en alguien mejor, más fuerte.
Me miró desde mi cama, donde estaba acostada bocabajo.
—¿Qué te fumaste? —le pregunté burlonamente con una sonrisa, la primera en semanas.
—Nada —respondió, encogiéndose de hombros—. Solo digo algo que la verdadera tú diría.
Me miró con su mirada de «sabes que tengo razón» y yo le tiré un cojín a la cabeza, pero como tenía una puntería malísima y mucha mala suerte, ella lo esquivó y el pobre cojín terminó en el suelo.
—¡Hey! —chilló.
Sonreí por su expresión, crispándole los nervios. Así que me lanzó una almohada. Cuando la miré me sonreía, en sus mejillas aparecieron los hoyuelos que tanto detestaba. Y yo no sabía porqué, si se veía adorable con ellos. Ambas nos miramos un instante antes de soltarnos a reír. La primera risa sincera después de todo lo que me había pasado.
—Ni se te ocurra llegar tarde —me advirtió, devolviéndome al presente—. Que te conozco.
—Que sí, pesada.
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Todo lo que somos ©
RomanceLara lleva muchos años sin tener un corazón roto. Hay un límite para lo que una persona puede sufrir por amor y ella lo había superado varias veces. Por ello, nunca se involucraba con hombres. No seriamente, al menos. Jacob necesita desesperadamente...