If I'm too much to handle
(I understand)
'Cause I know I'm a handful
That's why you got two hands
Two Hands - Astrid SCreía en la suerte y en el destino, en la noción de que todo sucede por algo y nada en esta vida es al azar. También creía... No, no creía, SABÍA que tenía mala suerte. No de manera trágica o en sentido general, pero en cualquier punto de mi vida, si hubo espacio para que algo irónico o retorcido le pasara a alguien, puedes apostar que ese algo me pasaría a mí.
Me gustaba decir que tenía un imán para las situaciones desafortunadas.
Pero en ese momento, en la cocina de mis padres, con una mancha roja en el vestido blanco, y lo más importante, con la mano de un hombre en mis pechos... bueno, se podría decir que la mala suerte se lució esta vez.
Jacob no movía ni un músculo de la cara. Su expresión no se alteró en ningún momento. Solo me miraba con ojos gélidos y un leve tic en la mandíbula. Ahora mismo no parecía el Jacob que me gustaba, el que logró que le diera una oportunidad y me dejara llevar, parecía casi una versión mala de sí mismo.
Entonces, enarcó una ceja en mi dirección, un leve gesto arrogante que rompió su fachada serena.
Y yo seguía parada como una estúpida sin moverme.
—Creo que tendrás que cambiarte de ropa.
La voz sureña de Bruck me devolvió al presente.
—¿Eh? —lo miré, intentando recordar lo que acababa de decir.
—Que esto no se quita, tendrás que... —me frunce el ceño—. ¿Que estás mirando?
Permanecí muda, por lo que siguió el hilo de mi mirada y finalmente vió lo que me distrajo. Bruck no tenía idea de quién era Jacob, por lo que no percibía la tensión que se había formado de repente en la cocina y se mostró bastante indiferente.
—Ah, buenas noches.
Un sudor frío me corrió por la espalda, y no supe diferenciar si era por la situación o por finalmente ver a Jacob después de tantos días.
—Buenas noches —dijo. Estaba perfectamente vestido, como siempre, con las manos en los bolsillos y ni rastro de enfado o algún tipo de emoción en la voz—. ¿El baño?
—Segunda puerta a la derecha —le indicó Bruck.
Jacob me miró una última vez. Sin desdén, sin orgullo, sin enfado... solo me miró. Fruncí el ceño, profundamente confundida, e intenté decir algo, pero antes de que tuviera oportunidad de abrir la boca —y decir una estupidez, lo más probable— él ya se había dado la vuelta.
Exhalé con fuerza, aliviada por algún motivo que desconocía, y me di cuenta de que estaba aguantando la respiración.
Madre mía, ni siquiera habíamos hablado y yo ya era un cúmulo de nervios.
—Eso no se quita, tendrás que cambiarte de ropa.
Bruck dejó el pañuelo en la encimera, dándose por vencido.
—Vale —murmuré, aún medio ida.
El sureño se cruzó de brazos y ladeó la cabeza, analizándome.
—¿Soy yo o a ti te pasa algo?
Apreciaba muchísimo a Bruck, pero ahora mismo no tenía ni las fuerzas ni el ánimo para contarle que me pasaba. Además, ni siquiera yo terminaba de entender qué diablos me pasaba.
—No seas paranoico, —le sonreí— no me pasa nada.
Me miró con recelo.
—¿Estás segura?
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Todo lo que somos ©
RomanceLara lleva muchos años sin tener un corazón roto. Hay un límite para lo que una persona puede sufrir por amor y ella lo había superado varias veces. Por ello, nunca se involucraba con hombres. No seriamente, al menos. Jacob necesita desesperadamente...