CAPÍTULO 20

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I want to be yours
but I got scars on my skin
And I know that you'd hold me close
if I could let you in
I want to be yours - Marcel

Sentía calor. Mucho calor.

Me removí en la cama, notando un peso sobre mi estómago. Abrí los ojos e inmediatamente deseé no haber bebido tanto anoche. Dirigí la mirada hacia ese punto de mi cuerpo y el corazón me dió un vuelco cuando ví un brazo que conocía perfectamente.

No lo pensé mucho y lo aparté suavemente para poder levantarme. Una vez sentada en la cama y libre de cualquier contacto que pudiera nublar mi juicio intenté respirar hondo.

Mala idea.

Sentí la bilis subir por mi garganta y tuve que correr para llegar al cuarto de baño. No recordaba muy bien lo que pasó después de la segunda botella de vodka, pero definitivamente hubo más alcohol en la ecuación.

Vacié mi estómago en el retrete y sentí como Jacob se colocó detrás de mí, sosteniéndome el cabello para que no estorbara. Las arcadas no paraban de venir y ni siquiera podía sentir vergüenza, estaba demasiado ocupada expulsando el alma por la boca.

Que dramática te pones a veces.

Cuando sentí que ya lo había sacado todo de mi organismo tiré de la cadena. Me levanté con esfuerzo, pero a la misma vez me sentía tan liviana que podría desvanecerme en cualquier momento. Abrí la llave y me enjuagué la boca hasta que dejé de sentir el sabor amargo. En el proceso me atreví a mirar mi reflejo, cruzando la mirada con la de Jacob a través del espejo. Me arrepentí al instante.

En primer lugar, parecía salida de una película de miedo con el cabello hecho un nido de pájaros y el maquillaje corrido por toda la cara. Y en segundo, porque la última vez que nos vimos había dicho cosas muy hirientes.

Decidí guardar silencio, bajar la tapa y sentarme en el váter.

Me daba muchísima vergüenza mirar a Jacob de nuevo y ver su cara, debía estar pensando horrores de mí. Últimamente cada vez que nos encontramos yo estaba borracha. Al parecer comprendía que no podía ni mirarlo, ni hablar en ese momento y decidió que lo mejor era guardar silencio.

¡Incómodo!

Miré hacia abajo y ví que traía puesta una camisa, suya supuse. Fruncí el ceño ante cierto pensamiento que cruzó mi mente. Si llevaba aquello puesto eso quería decir que él me había desvestido y sabía que no era como si nunca me hubiese visto sin ropa, pero ese pensamiento no me hizo sentir mejor.

Necesito preguntarle que fue lo que sucedió. Como diablos llegué aquí si recuerdo borrosamente haber tomado el ascensor y marcar el piso de mi habitación. Y sobre todo, por qué desperté en un cuarto que no reconozco.

—¿Cómo... —mi voz sonó rasposa— cómo llegué aquí?

Me aclaré la garganta evitando mirarlo.

—Yo te traje —dijo, agachándose frente a mí—. Nos encontramos en el ascensor y te desmayaste en mis brazos.

Fruncí el ceño y lo miré. Sus ojos tenían cierto brillo que me hizo suspirar por el simple hecho de tenerlo frente a mí. Quitando el dolor de cabeza y los resquicios del amargo sabor en mi boca, el único malestar que me quedaba era la ansiedad. Tenerlo tan cerca, incluso con mi sistema nervioso aún poniéndose a trabajar, hacía que mi piel experimentara una sensación de electricidad y mi corazón se acelerara.

Evité pensar mucho en la parte donde me desmayaba por borracha en sus brazos.

—¿Y por qué tú estás aquí? —bajé la mirada.

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