Maratón 1/4
In the blink of an eye
Just a whisper of smoke
You could lose everything
The truth is you never know
Like I'm gonna lose you - Jasmine Thompson
Habían pasado tres semanas desde que, tras un terrible susto, supimos que esperábamos gemelos. Desde aquel instante en el que creí haber perdido lo que ni siquiera sabía que deseaba.Las cosas se habían calmado bastante en ese tiempo y Jacob me había pedido que me mudara con él, lo cual tenía mucho sentido. Sin embargo, había una parte de mí —una parte diminuta y retorcida— que aun después de todo lo que habíamos vivido seguía teniendo sus reservas, por lo que no le di una respuesta definitiva inmediatamente y él se lo tomó como una licencia para ir mudando mis cosas poco a poco.
En un principio me preocupó que no fuéramos compatibles y la convivencia resultara un error, pero no podría haber estado más equivocada. Por increíble que parecía mi carácter imposible encajaba perfectamente con la personalidad calmada de Jacob. Mis padres decían que teníamos el balance perfecto y, teniendo en cuenta que llevaban casados treinta años, algo sabrían sobre el tema.
Claro, habíamos tenido un par de discusiones, pero ninguna había durado más de unas horas. Principalmente porque ninguno podía mantenerse enojado con el otro por mucho tiempo. Poco a poco fuimos creando una rutina y nos iba bastante bien, la verdad. Por las mañanas me llevaba el desayuno a la cama, luego me acompañaba al trabajo y me llamaba al menos dos veces durante el día.
Mi yo de hace un año hubiera dicho «¡que cursilería!» y hubiera puesto los ojos en blanco, pero ahora sabía que estaba equivocada, porque Jacob no solo me ayudó a sanar, también procuraba hacerme feliz todos los días. Estaba cumpliendo su promesa, esa que me había hecho en aquella cama de hotel hacía tantos meses atrás.
Volví al presente y miré a mi alrededor, los últimos años de mi vida empacados en unas cuantas cajas esparcidas por mi departamento. Un golpe de nostalgia me llegó de repente. Estaba empezando una nueva vida, sí, pero no podía evitar pensar en la que estaba dejando atrás. Sabía que lo que me esperaba era mil veces mejor que todo lo que se quedaba aquí. Las noches solitarias, el dolor y las lágrimas... Todo ese quedaba en el pasado.
Jacob llamó mi atención, estaba ataviado en un delantal de flores moradas y revoloteaba por el lugar buscando los ingredientes para hacer un «desayuno decente».
—¿Cómo es posible que no tengas cereales? —cuestionó con gesto reprobatorio, parado frente a los armarios donde guardaba esas cosas.
Me encogí de hombros, sentada en la isla de la cocina con nada más que mi bata de baño encima.
—Se acabó hace tres días y no he tenido tiempo de ir a hacer la compra. Además, casi siempre desayuno en la oficina.
—Ya veo —murmuró distraídamente, con la vista aún perdida en mis armarios medio vacíos—. Tú lo que se dice cocinar, no, ¿eh?
Lo miré, indignada, y apunté mi dedo índice en su dirección.
—Que sepas que cocino muy bien.
—Lara, lo único que tienes en la nevera es agua, vino y helado de vainilla —señaló, divertido.
—Y pastas —agregué.
—¿Dónde?
—En el último armario.
—Y si lo único que tienes es eso, ¿cómo es que cocinas muy bien?
—Dije que cocinaba muy bien, no que cocinaba de todo —mascullé, cruzándome de brazos—. Las pastas me quedan deliciosas. Y los sandwiches también.
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Todo lo que somos ©
RomanceLara lleva muchos años sin tener un corazón roto. Hay un límite para lo que una persona puede sufrir por amor y ella lo había superado varias veces. Por ello, nunca se involucraba con hombres. No seriamente, al menos. Jacob necesita desesperadamente...