Capítulo 24: No te despidas Merlín.

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Llegó el rey ya que estaba cada vez peor y los sirvientes le avisaron. Estaba a mi lado sosteniendo mi mano, parecía querer llorar. Creo que es momento de que le diga algo que nunca le he dicho.

-Te quiero padre, a pesar de que no estamos de acuerdo en todo te quiero y yo...

-No lo hagas.

-¿El qué?.

-Estaras bien, iré con Caius- Mi padre salió.

Pasó un tiempo, Astrid intentaba ponerme cómoda y me estaba poniendo fomentos de agua porque tenía fiebre. A mi padre lo llamaron en la corte, así que tuvo que salir, pero en su lugar llegaron Arthuro y George, quienes nos se separaban de mi. Caius fue por hierbas para intentar controlarme la fiebre.

-Mira nada más la suerte que tenemos- Hablaba Arthuro conmigo.

-Amira, si necesitas algo solo dilo- A George se le veía igual de preocupado.

-Gracias- Apenas podía hablar.

-¿Puedo pasar?- Merlín se asomó.

-Adelante- Le dijo Arthuro.

Merlín paso y se quedó al pie de la cama, se quedó pensando, creo que quería hablar conmigo.

-Yo sé cómo estarás mejor hermana- Arthuro se levantó. -George ¿Me ayudas por favor?.

-Por supuesto, ¿Qué hago?.

-Acompañame- Y ambos se fueron. Gracias Arthuro.

Merlín se acercó a mi cama, se sentó en una silla que había alado de ella y tomo mi mano.

-Voy a hacer que te mejores, lo prometo, ya lo verás.

-Eres el amor de mi vida Merlín.

-Y tu el mío Amira, pero no quiero que te preocupes por mi- Merlín acaricio mi cabello. -Se que los Dioses van a cuidarme y un día te veré otra vez.

-No te despidas Merlín- Logré decirlo con trabajo. -Cuentame, ¿Qué ocurre?- Acaricié su mejilla.

-No es nada, en serio, ¿Por qué no descansas? Pareces agotada.

-No te vallas.

Me quedé dormida muy rápido, el mal estar cada vez empeoraba más.

Cuando desperté Merlín ya no estaba y me había dejado un amuleto entre mis manos, Arthuro y George habían regresado, no se separaban ni un instante, lo que había traído mi hermano eran unas flores, retratos, y un montón de cosas más.

El malestar se fue tal y como vino, no entendía la razón, ahora, lo único que quería era ir a ver a Merlín, mi padre y mi hermano insistieron en que debía de quedarme en cama a reposar, al menos el día de hoy.

Quería ver a Merlín, quería saber que estaba bien, esto es muy raro y no puedo evitar pensar en magia, en que Merlín halla hecho algo. Pero mi hermano me prohibió levantarme, de hecho se quedó ahí hasta que me quedara dormida.

Ya era la mañana siguiente, me sentía genial, pero había alguien alado de mío, Merlín, estaba en una silla, se había quedado dormido. Sonreí instantáneamente al ver la cara relaja de el mago. Estaba feliz, el estaba bien y era lo único que me importa, la sola idea de pensar que algo le pudiera haber pasado me dolía y no me dejaba estar en paz. Pero al verlo ahí sentí un alivio.

Me levanté cuidadosamente de la cama, intentando no hacer ruido alguno, no sabía desde a qué hora estaba ahí y solo quiero que descanse. Me vestí y fui a despertarlo.

-Merlin- Lo moví un poco.

-¿Mmm?- Se veía realmente lindo. -Buenos días- Me dió una de esas sonrisas que hacen que caiga rendida a sus pies.

Se levantó y me abrazó, en sus brazos pierdo todos mis sentidos, solo esta el. Le de volví el abrazo.

-Te amo Merlin- Lo mire a los ojos, y ahora fuí yo quién acercó nuestros labios.

-Yo también Amira.

Estaba decidida lucharia por estar con Merlín, así valla en contra de mi padre. Porque lo amo.

La princesa de CamelotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora