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Mi madre me tiende un sobre que, por el símbolo que lleva impreso, pertenece a la Academia Musicalité.

―¡La respuesta! -exclamo con alegría y temor a la vez.

La abro con inquietud e impaciencia. Mis dedos tiemblan de nerviosismo y me cuesta abrir el sobre por el lugar indicado. Resisto y rompo un poco la esquina superior derecha e introduzco mi dedo, recorriendo la línea del sobre y, por fin, ya está abierto. Desdoblo el papel que viene dentro y comienzo a leer para mí misma lo más rápido que puedo.

―¿Qué pone, hija? -me interrumpe María nerviosa.

―¡QUE ME HAN ACEPTADO! -salto llena de alegría y de emoción.

―Sabía que te cogerían -mi madre me abraza y me da un beso.

Me entran ganas de contarle la buena noticia a Alex. Es la única persona fuera de mi círculo familiar con la que he hablado desde que vine a Zaragoza. En el instituto continúo sin relacionarme. Solamente hablo temas relacionados con el estudio, pero, muy poco. Si tan solo fuera tan fácil hablar con mis compañeros como hablar con Alex...

Por la tarde, decido ir a estudiar a la biblioteca, porque no consigo concentrarme en casa. Estoy en camino cuando escucho que alguien grita mi nombre. Me detengo en medio de la calle y miro a todas las direcciones en busca de la persona que me llama.

―¡Chiara! -detecto la voz de Alex. Está esperando en la otra parte de la calle para cruzar a la acera en la que me encuentro.

―¿Qué haces por aquí? -le pregunta sorprendida.

―Quería verte -responde con simpleza -. Solo sabía que vivías en esta zona. Llevo más de hora y media dando vueltas por aquí a ver si te veía -confiesa con un poco de vergüenza mientras se rasca el pelo.

―Menos mal que he salido de casa y hemos coincidido -señalo, riéndome -. ¿Te parece bien ir al parque que está aquí cerca? Iba a ir a la biblioteca, pero puede esperar.

―Vale responde mientras empezamos a caminar hacia el parque -. Tampoco quiero distraerte de tus estudios.

―Tranquilo. Tengo mucho tiempo para estudiar. Me gusta estar al día.

―Chica estudiosa -me sonríe.

Llegamos al parque y nos sentamos en el primer banco que vemos vacío. El parque es de tamaño mediano. Hay tres columpios, dos toboganes, dos balancines y una trepadora. Por la hora que es, se encuentra lleno de niños jugando mientras sus padres les vigilan desde los bancos que rodean dicho parque.

―Recuerdo que el otro día me comentaste que te responderían en dos días y ya han pasado. ¿Te han enviado la carta?

Me alegra de que se haya acordado, de que haya venido hasta mi zona para verme y para interesarse por mí. Es un gran detalle por su parte y me demuestra que es una persona atenta.

―Sí.

―¿Y qué tan dicho? -me mira con impaciencia e intriga.

Quiero gastarle una broma, así que finjo una cara de tristeza y decepción. Solo espero aguantar la broma, se me da fatal mentir. Empiezo a reírme y acaban pillándome. Crucemos los dedos para que esta vez no sea así. Quiero ver la reacción de Alex.

―¿No me digas que no? -me pregunta preocupado y niega con la cabeza -¡Si tienes una voz preciosa!

―Pero los demás, también -sonrío con tristeza.

Noto como la parte izquierda de mis labios, quiere sonreír para luego dar paso a la risa. Observo a Alex que está un poco decepcionado. Al final, decido contarle la verdad. No quiero amargarle más.

La riqueza del corazón || Alex Hogh Andersen || #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora