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No me puedo creer lo que está pasando ahora mismo. Lo que mis ojos está viendo y lo que mi corazón está sintiendo. Es algo realmente inesperado. Me quedo congelada, con la boca abierta mientras Pablo, acompañado del director, se presenta ante mis compañeros.

Ahora mismo, mi boca podría ser refugio de una colonia de moscas. La cierro cuando su mirada se enfoca en mí y una sonrisa burlona se le dibuja en la cara. Un nudo se me forma en el estómago: ¿de verdad tengo que pasar todo el curso con mi ex?

Y aún la situación se complica más cuando el profesor le indica que se siente a mi lado. Ya no tengo mi cómoda y tranquila soledad, ahora tengo una diabólica compañía.

Cuando he llegado a clase ya intuía que iba a venir un alumno o alumna nuevo/a por el pupitre que han puesto al lado del mío, pero jamás imaginaría que se tratara de él, de la persona que más daño me ha causado.

En serio, vida, ¿qué te hecho?

―¡Qué bueno verte de nuevo! -me vacila, sentándose a mi lado.

Me quedo en silencio. No merece la pena responderle, tampoco sé qué contestarle. Estoy en shock. El profesor retoma la clase y yo me centro en atender la lección que está dando.

―¿No vas a hablarme? -me susurra. Simplemente, no le presto atención- ¡Vaya! ¡Sí que me espera un año muy divertido!

Sí, mi año también va a ser muy divertido contigo a mi lado, mi querido Pablo.

Suena el timbre. Es hora del recreo. Cojo mi libro, mi almuerzo y me dirijo a mi rincón. Cuando estoy cerca de mi banco, noto que Pablo me sigue.

―¿Crees que por conocerme puedes venir conmigo?

―¿Quién dice que quiero ir contigo? -se mete las manos en los bolsillos, mostrando su postura indiferente- Solo quiero hablar contigo.

―Ya quedó claro la última vez que nos vimos -le recuerdo.

―Tan claro no quedó cuando yo aún tengo cosas que decir.

Suspiro. Esto es increíble. ¿Él es el que tiene que decir cosas? Él ya demostró todo. No hace falta palabras que justifiquen su acción. No, porque son palabras vacías. Y no quiero oírlas, así que decido ir al único sitio al que él no puede entrar.

―¿A dónde vas?

―A ti qué te importa.

―¡Cuánta hostilidad! -creo que su risa se puede escuchar por todo el instituto.

Entro en el baño de las chicas y me miro al espejo. Me seco la lágrima que amanece por mi ojo derecho.

Sí, Pablo, tú has sido el máximo responsable de mis lágrimas.

Me miro otra vez al espejo y recuerdo lo tonta que fui por no haberle dejado en ese momento. Aún no recuerdo qué me hizo seguir con él.

―Chiara, ¿estás bien?

La voz de Vanessa me hace aterrizar de nuevo en la Tierra. Estaba tan sumida en mis recuerdos que no me había percatado de que había entrado.

―Eh... Sí. ¿Qué haces aquí? Pensaba que los profesores usabais unos baños diferentes.

―Y los utilizamos -se acerca a mí -. Te he visto entrar mientras estaba haciendo unos asuntos en secretaria y han pasado diez minutos y no salías. Pensaba que te había pasado algo o que ahora pasabas el recreo en el baño -hace una mueca de tristeza.

―Ah -alcanzo a decir.

―¿Estás bien? -me repite. Yo quería evadir esa pregunta, pero, por mi desgracia, no va a ser así. Hoy no es mi día de suerte.

La riqueza del corazón || Alex Hogh Andersen || #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora