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Sábado

¿Se puede decretar una sonrisa como la octava maravilla del mundo?

Porque yo lo haría ahora mismo al ver cómo Alex me sonríe cuando se conectan nuestras miradas. Lleva un mini-ramo de flores y, apoyada en el suelo, una bolsa con lo que será nuestra cena. 

―¡Buenas noches, Chiara! Estas flores son para ti.

―¡Muchas gracias! -se las cojo y le abrazo -Son muy bonitas -las acerco a mi nariz y respiro la suave fragancia que desprenden las flores -. ¡Me encantan! ¡Gracias!

Abro el merendero de mis abuelos y accedemos a él. Álex deja a bolsa encima de la encimera mientras yo busco algo donde dejar las flores. ¿Es que no va a aparecer un florero como en las películas cuando alguien regala flores de forma inesperada? Al final decido sacar un vaso alargado, ya que entran en ese espacio. Después, lo coloco en la mesa, en la parte donde cenaremos, simulando una cena romántica en un restaurante. 

―He comprado la pizza barbacoa -me pasa la pizza para meterla al horno.

No me gusta, pero no se lo voy a decir. No quiero que se sienta mal. Además, lo importante es el detalle de invitarme a cenar. Hay que apreciar ese detalle.

Una vez que la pizza ya está hecha, nos sentamos: uno enfrente del otro. 

― No te gusta la pizza, ¿verdad? 

Me muero de la vergüenza. No he podido disimularlo... No soy buena actriz.

―No, pero no pasa nada -le resto importancia.

―Lo siento -se disculpa, mostrándose disgustado.

― No pasa nada, de verdad -le tranquilizo -. No lo sabías, así que no te preocupes. 

―Pero te has quedado sin cena.

―No, comeré igual. Luego bebo coca-cola y se me va el sabor -me río, pero no consigo cambiar la expresión de tristeza de su rostro y eso me apena -. Álex, lo que importa es el detalle y estar contigo aquí.

Alex ya sonríe y yo me tranquilizo. Extiende su mano y la coloca encima de la mía, que está apoyada en la mesa. 

―¿De verdad? -me pregunta con una mezcla de inseguridad e ilusión en su mirada.

―Por supuesto, me encanta tu compañía -le aprieto ligeramente la mano mientras siento un pequeño rubor en mis mejillas. Álex me dedica una sonrisa de lado, y yo le imito.

―Nunca imaginé que una persona me dijera eso -me confiesa, aún sin soltar nuestras manos unidas.

―Me alegro de ser yo la primera.

Nos sonreímos. Me encanta la sensación que me produce verle sonreír, saber que nuestras sonrisas se han conectado. Tras cenar, nos sentamos en el pequeño sofá que está situado a la entrada del merendero. Tenerlo tan cerca, me pone un poco nerviosa.

Y, como en casi todas las situaciones en las que me pongo nerviosa cuando estoy con otra persona, me quedo bloqueada. Sin saber qué decir. Es una experiencia que me suele pasar y es muy incómoda, la verdad. al igual que el silencia que se ha generado entre nosotros.

―¿Estás bien? -la voz preocupada de Álex me saca de mi ensimismamiento.

―Eh... Estoy bloqueada -admito -. Me suele pasar con la gente. A veces me quedo en blanco y no me sale nada de qué hablar. Es un problema que tengo.

―En primer lugar, no te preocupes. No pasa nada por quedarse en blanco en algunos momentos -me tranquiliza y me coje de la mano-. Intenta no centrarte en ese bloqueo. Piensa, por ejemplo, en qué has hecho hoy y cuéntamelo. Lo importante es que hablas de algo y así esa sensación desaparecerá. ¿Quieres probar? 

―Sí -asiento con la cabeza -. He ido a ver a mi abuelo al Hospital. 

―¿Qué tal se encuentra?

―Regular. La última sesión de quimioterapia le ha dejado más abatido de lo normal -hago una mueca de tristeza -. Me duele verle así.

―Lo siento -me abraza, transmitiéndome su cariño y su apoyo -. Tu abuelo es muy luchador. Se recuperará y seguro que no quiere verte así.

Con su dedo índice y con cuidado, me limpia la solitaria lágrima que desciende lentamente por mi mejilla mientras nuestras miradas se conectan. Después, me abraza, otra vez.

―Lo sé, pero a veces es duro. Lleva casi un año así y sigue igual.

―La quimioterapia es un proceso largo y con resultados lentos, hay que ser pacientes. Eso le está ayudando a combatir el cáncer. Piensa en eso y no en el tiempo que necesitará, porque eso no se sabe. Lo importantes es que estés a su lado y le des la fuerza que necesita.

―Cuando estoy con él no me muestro así. No quiero que me vea derrumbada, porque sé que él se pondría triste. Y luego tampoco hablo con nadie de esto y claro, me pasa factura.

―Sabes que me tienes para hablar de lo que sea, ¿no?

―Sí. Lo sé, Álex. Por eso lo estoy hablando ahora contigo. Eres el único al que me he atrevido a confesárselo. 

Aparto la mirada, avergonzada por esta confesión. Me avergüenza admitir mis sentimientos. Aunque también me siento un poco liberada por soltar, al fin, lo que siento acerca de la situación de mi abuelo.

―Eso está bien. Hablarlo con alguien y me alegra que sea yo. Voy a ayudarte en todo lo que necesites -me promete. 

«Muchos prometen y luego pocos lo cumplen. Lo sabes», me recuerda mi mente. «No. Álex es diferente. Voy a confiar», me impongo. No puedo dejar que las malas experiencias anteriores me influyan.

―¡Gracias!

Ahora soy yo quien le abraza. No sé por qué me siento tan a gusto en sus brazos. Es como si su abrazo me reconfortara, me transmitiera la fuerza que necesito.

―¿Estás mejor, Chiara?

―Sí. ¡Muchas gracias por todo!

―No tienes por qué dármelas -me sonríe.

―Y siento que nuestra cena haya sido así. De confesiones tristes -hago una mueca. De verdad que lo lamento.

―No te preocupes -me acaricia la mejilla, tiernamente -. No pasa nada. Yo solo quiero estar contigo y que estés bien.

Nos sonreímos. Nuestros rostros se acercan lentamente y nuestros labios se unen, dando lugar a un dulce beso. Nos sonreímos mientras nuestros rostros se separan.

―¡Eres un encanto, Álex! -Álex se sonroja mientras me sonríe.

―Ha sido mi primer beso -reconoce con timidez.

―¿Y que te ha parecido?

―Perfecto -se ríe -. Me alegro de que haya sido contigo, Chiara.

Ahora quien se sonroja soy yo. Me sorprende que un chico tan majo como él no haya dado un beso a alguien, pero siempre hay una primera vez y me encanta que su primer beso haya sido conmigo. 

―Yo también, Álex.

Nuestros labios se vuelven a unir. Esta vez el beso es largo y los dos lo disfrutamos. Después, me apoyo en su pecho y él me acaricia el pelo, suavemente.

―Gracias por todo, Chiara. 

La riqueza del corazón || Alex Hogh Andersen || #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora