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Capítulo 32
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Todo estaba silencioso excepto, de nuevo, por la tormenta que había afuera y que azotaba los vidrios de la habitación. Los párpados los sentía pesados y aunque aún tenía sueño nadie podía quitarle esa satisfacción y felicidad que la embargaba ahora ¡No era de menos! Entre sus brazos tenía a Emma durmiendo desnuda, sus piernas suaves se enredaban con las suyas y podía decir que estaba tranquila por la forma lenta en la que respiraba. Buscó con el brazo derecho su teléfono para ver la hora, cuando tocó la pantalla se dio cuenta que era las 8 de la mañana y gracias a las nubes grises estaba un poco oscuro. Se mordió los labios mientras la miraba dormir, era exquisita, era… era todas las cosas buenas que podía describir ahora. Agachó la cabeza para darle besos en su cuello, una de las partes favoritas de su cuerpo y que anotaría en su lista de ella. La "heredera" ronroneó por los besos que "Cenicienta" le daba sobre su piel, se retorcía gustosa mientras la morena reía bajito al ver como reaccionaba con sus caricias.

-Mmm buenos días-. Emma se volteó con los ojos cerrados para abrazarla con sus brazos y piernas –Buenos días...

-Em-ma mía, mía, mía-. La aferró más a su cuerpo, la castaña volvía a ronronear como un felino porque su voz ronca era exquisita para sus oídos, aun deseaba con todo su ser que hablara normalmente ¡Estaba segura que se derretiría!

-Gracias por lo de anoche, de verdad gracias por tratarme tan... como tú solo sabes-. Dijo Emma luego suspiró y abrió los ojos.

-"¿Cómo solo yo sé?"-. Moduló Regina con una sonrisa perversa, una mano que descansaba en el costado de ella la fue descendiendo hasta dejarla entre sus piernas, estaba caliente y húmeda. Emma gimió enterrando las uñas en su espalda, su cadera la movía contra sus expertos dedos –Mía-. Jadeó mordiéndose los labios –Mía-. Besó su hombro con hambre, por supuesto que también se estaba excitando como ella pero necesitaba hacerla llegar al orgasmo con sus manos. Empleó más velocidad, adentro, afuera, y así sucesivamente hasta que la heredera gritó contra su boca cuando le daba un beso, los músculos de su sexo se contraían rápidamente con el orgasmo.


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Ansiosa caminaba como león enjaulado, acababa de ducharse y ahora se encontraba Emma en eso. No había caído en la tentación de tomar un baño juntas porque sabía que si no se controlaba terminarían quedando en una silla de rueda ambas. Con esa idea sonrió pero luego recordó lo que tenía entre manos. Hace unos días había dicho (o pensado) que le haría el amor solo cuando fuese realmente suya, y lo había hecho anoche, se dio el lujo de dejar de reprimirse el amarla de esa manera porque ya tenía lo que le había prometido. Pruebas, pruebas que harían que Emma tomara una decisión pero también que le hacían temer de su reacción. Porque por más que quería que ella supiera la verdad, no deseaba verla sufrir por un imbécil que no la deseaba. Con su rostro sin maquillaje, con el cabello tomado en una toalla, con ropa ligera y una sonrisa salió del baño. Regina sonrió también, Emma no necesitaba colocarse maquillaje para verse tan bella como estaba ahora.

-"Sería bueno que nos sentáramos, hay... hay algo que debo mostrarte"-. Al modular esas palabras la cara de la rubia cambió completamente, había visto en Regina preocupación por lo tanto sabía que lo que tenía que mostrarle no era algo bueno. ¿Habría llegado por eso?

Se quitó la toalla para peinarse el cabello pero fue Regina quien sostuvo el cepillo para hacerlo, le gustaba ver como esa masa despeinada caía lisa y húmeda sobre sus hombros. Besó su nuca, parte del cuello y luego la soltó porque estaba lista.

Mi Cenicienta (Swanqueen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora