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Capíitulo 37

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Si había huido de su hogar habían dos razones: era culpable de todo lo que se le acusaba o solo se había escapado por miedo. Arthur salió del hogar de la familia Mills y caminó con su hija hacia el automóvil, el tiempo estaba en su contra, no sabía si los agentes federales visitarían el hogar de Regina de nuevo pero si se encontraban con que no estaba, todo sería peor.

-Mi vida no quiero que llores ahora, necesitamos tranquilidad para movernos rápido ¿Sigues creyendo que tu amiga sea inocente después de esto?-. Manejaba hacia donde podrían facilitarle los videos de las cámaras de seguridad, haber sido honesto y buen agente le valió contactos. Tinker asintió, tenía aun la pequeña esperanza –Lucharemos por eso... no le diremos nada a nadie aún pero apenas tengamos pruebas iremos a reclamar su inocencia

...

Lágrimas caían de sus ojos mientras cantaba un villancico. El paisaje de afuera era tan depresivo como lo que tenía en el corazón, los árboles sin hojas, la capa de nieve que comenzaba a crecer en todas partes, el frío... sí, todo estaba como su alma y sus sentimientos. Le dolía el pecho cada vez que se acordaba de anoche cuando su padre mostró el papel de la cuenta bancaria de Regina con los 50 millones de dólares. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué la usó? ¿Acaso esas veces que la besó eran todas falsas? Sus palabras, sus demostraciones de afecto ¿Todo?

Quería ahogar las lágrimas pero le era imposible, maldición, en el fondo no sabía si ella era culpable pero las pruebas estaban allí. La seguía amando aún con todo lo que estaba pasando pero no podía contactarse con ella, no por una razón de orgullo familiar.

-Dios-. Emma gimió antes de hundir su cara entre las rodillas y romper a llorar con todo lo que sus pulmones y garganta le daban abasto. Recordó su rostro desfigurándose con desesperación cuando se dio cuenta que nadie alzaba la voz en su defensa, pensó en la promesa que le había hecho cuando dijo que no la decepcionaría, en todas las cosas buenas que se habían ido a la basura por culpa de esas pruebas. ¿Qué tanto podía creerle cuando eran irrefutables?

Se secó las lágrimas con el dorso de su mano, se paró de la superficie cerca de la ventana y caminó hacia el mueble al lado de la cama. De allí sacó una fotografía que tenía con Regina, ambas hacían una cara graciosa a la cámara, tras ella había un escrito que decía "Por esos momentos donde solo nos pertenecemos, te quiero". Se acomodó al borde de la cama mirando la foto pero pensando en otra cosa, ahora que tenía la cabeza un poco más fría más cosas podía pensar. Regina tuvo muchas oportunidades para haber robado algo desde que estuvo trabajando como empleada en la mansión, pero jamás se efectuó un robo ¿Por qué ahora? ¿Logró sacar alguna cuenta secreta de la oficina de su padre?

-¡Basta ya!-. Lanzó la foto lejos en un arrebato por su parte. No quería sacar más conclusiones propias, pero su alma o su consciencia quería gritarle una cosa: ¿Acaso no la querías tanto como para depositar aunque sea un mínimo de porcentaje en ella? Tal vez no sería capaz de reconocerlo porque hacerlo significaba haber cometido un enorme error

-Está bien, está bien... por esa mujer que amas, maldita sea, por esa mujer que amas confiarás un poco-. Bajó el tono de su voz con un toque melancólico –A pesar de que las pruebas digan que es culpable...

Mientras tanto en otra parte de la ciudad de Los Ángeles, Arthur y Tinker esperaban que la policía diera con las imágenes de las cámaras de video-vigilancia que correspondieran en fecha y ubicación. Se estaban saltando algunos protocolos, pero porque las personas encargadas fuesen amiga de ella le daban el acceso a lo que deseaba.

Mi Cenicienta (Swanqueen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora