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¡YA LLEGÓ POR QUIEN LLORABAN CHIQUITAS!
SU DROGA YA ESTÁ AQUÍ
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Capítulo 55

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Rapidez, urgencia, miedo, sorpresa tal vez. Eso y más pasaba por la cabeza de Regina cuando bajaba las escaleras de H&C para llegar lo más pronto posible a la primera planta. ¿Elevador? No tuvo cabeza para esperar a que subiera, creía la opción de bajar por la escalera corriendo era mucho más rápido. No podía hacerse una idea exacta de lo que quería hacer James en Dijon, la razón que lo había llevado a esto debía ser sumamente importante como para no hacer uso de otros medios como una llamada o una webcam, al contrario, había cruzado el océano para verla.

La visión que tenía de su alrededor estaba volviéndose lenta, miró sus manos y las notó borrosas, las líneas de las cosas empezaban a dispersarse lo que sería normal si tuviera problemas de la vista. Cuando llegó al último escalón en la primera planta, divisó la figura desgastada de James pero fue incapaz de ir hacia él, el dolor más grande incluso más que el del accidente pudo sentirlo en su pecho. Abrió la boca en una perfecta "o" y casi como si su cuerpo tuviera vida propia empezó a sollozar ¡¿Pero qué demonios?! El dolor estaba apretando casi literalmente su corazón, la molestia traspasó su cuerpo y se aferró de su alma con uñas y dientes para torturarla. Los empleados que pasaban cerca la vieron tirada de rodillas en el suelo con las manos en su pecho izquierdo mientras esos sollozos dejaban de ser sollozos y se transformaban en un llanto desesperado.

-¡Está sufriendo un infarto!-. Chilló una recepcionista a otra, estaban buscando un teléfono para llamar de emergencia a una ambulancia.

¡Pero no era un infarto! Quería decirles ¡No lo era! ni siquiera sabía lo que tenía pero no podía parar de llorar con pena como si estuviera perdiendo algo en su vida. Estaba agachada así casi en posición fetal hasta que una voz hizo callar a las demás.

-Déjenla en paz, por favor déjenla-. James sin esperar permiso de nadie la ayudó a pararse sujetándola de costado –Necesito una sala para hablar en privado con ella, ahora...

-Pero tiene...-. Regina seguía llorando.

-NO... TIENE... UN... INFARTO-. Bramó James entre dientes, la mujer dio un respingo a ese hombre con sus ojos húmedos, parecía muy peligroso.

Minutos después Regina no supo en qué momento se vio envuelta en silencio, en qué momento ese episodio de angustia cesó y sus lágrimas se secaron. Alzó la cabeza y vio una taza de té humeante que sostenía James Swan hacia ella, no dudó en aceptarlo y beberlo para calmarse un poco. Estaba acostada sobre un sofá de cuero negro tapada hasta la cadera por una manta de polar, no tenía vergüenza de parecer una niña desamparada que alimentaban con leche caliente o un cachorrito mojado, compañía le venía muy bien y no podía despreciarla. Pasó el dorso de su mano por el resto de lágrimas que creía tener pero sus mejillas ya estaban secas, mas, el dolor en su pecho no había cesado pero sí disminuido.

-No te preguntaré que fue eso porque yo mismo sentí que tendría un episodio así cuando llegaste al primer piso... ¿El motivo? No sé pero agradezco a Dios estar aquí a tu lado...-. Regina apenas pestañeó, el dolor en los ojos de James le decían tantas cosas como a la vez ninguna. Ese hombre tenía pena desde hace años y se le notaba pero a diferencia de cuando lo vio en New York esta vez Regina no sentía la rabia descontrolada hacia él –Perdóname si estoy aquí de forma imprevista, perdóname por no tener la mejor apariencia del mundo-. Tocó su barba y las pocas canas que habían en ella –Pero no me he sentido bien desde hace varios días y es porque cuando uno ve sufrir lo que ama, también sufre-. Regina tembló porque sabía a lo que se refería –Simplemente vine a hacer algo que debí hacer hace tanto tiempo pero que no tuve las agallas de ello... estás hecha una mujer en todos los sentidos-. Sonrió arrugando sus ojos, una sonrisa nerviosa porque temía ser rechazado –Eres dueña de tu propia empresa y marca, pronto crecerás mucho más cuando decidas expandirte... no sé si sea apropiado expresarme de esta manera pero estoy orgulloso de eso-. El cuerpo de Regina no estaba crispándose como antes, estaba calmado escuchándolo mientras aferraba sus manos a la taza de té –De que pudiste salir adelante a pesar de todo, a pesar de la pérdida de tu madre...-. Los ojos de James se llenaron de lágrimas, lágrimas que cayeron cuando cerró los ojos por unos segundos porque el dolor crecía en su mente –No voy a perdonarme nunca no haber estado allí cuando sucedió todo-. Susurraba –No haber estado con la pequeña Violet, haberles dado lo que necesitaban, haberlas amparado bajo el manto de mi familia...

Mi Cenicienta (Swanqueen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora