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Capítulo 34
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David Nolan (Charming) tocaba la guitarra mientras los demás cantaban y aplaudían al mismo tiempo. Estaban sentados en el césped del pequeño patio que poseía la casa de Regina, todos alrededor de un asador viejo que quemaba leña para simular lo mejor que se podía una fogata. La mayoría estaban ebrios y pasándola bien sin hacer escándalo, excepto Tinker que era la conductora designada y que, por ende, no podía beber nada de alcohol. Emma descansaba el rostro en el hombro de Regina, su cuerpo se había relajado completamente después de contarle a todos los demás que ambas estaban comenzando una relación. Era increíble que nadie se sorprendiera del todo, decían entre sonrisas que era la clásica historia de "el odio al amor", quizás no les impactó porque los últimos días ambas se sonreían y saludaban en un ambiente que era todo lo contrario a la tensión.

Fue extraño cuando todo quedó en silencio, se habían ido entre risas y gestos torpes pero con la promesa que pronto harían esto de nuevo en la casa de alguien más.

El reloj marcaba la una y media de la noche, Emma había avisado que llegaría cerca de las 3 am y aunque la tentación de quedarse era grande no podía aceptarla, necesitaba estar en casa porque la situación era un poco delicada. 50 millones de dólares era una fortuna, no tanto para los Swan pero para los "no tan ricos" y gente común sí ¡¿Quién mierda se había atrevido a tocar el dinero de su padre?! Meneó la cabeza, no podía arruinar lo poco que le quedaba acá con los pensamientos negativos y personales. Terminó de lavarse los dientes y las manos antes de encontrarse con Regina en la sala de estar. Ella no había oído sus pasos y eso le dio el chance de poder observar su cuerpo y perfil con calma. Si se detenía a mirar su físico sin duda que era hermosa, sus ojos se veían más oscuros con la luz tenue que había, su nariz era pequeña, perfecta, y la punta un poco respingada... ¡Un rostro labrado por ángeles! pero si miraba más allá de lo que se podía palpar, podía asegurar que era igualmente bella como persona y Emma era la afortunada de corresponderle. Estaba tan perdida en Regina que no se dio cuenta que la morena sonreía de medio lado tratando de adivinar sus pensamientos.

-¿Tienes sueño?-. Murmuró Emma, caminó hasta Regina para acomodarse sobre sus piernas, era una posición cómoda.

-"No”-. Moduló –"Teniéndote aquí es difícil tener sueño"

-Ya me doy cuenta-. Con sus dedos empezó a acariciar el rostro de Regina, le gustaba escuchar cuando suspiraba o le daba un complejo de felino y ronroneaba –Gina, me gustaría que me dijeras una cosa y que seas sincera conmigo-. Asintió de inmediato, sus rostros estaban cerca el uno del otro –¿Por qué te gusto? ¿Qué tengo de especial?

-"A veces uno no puede explicar porque le pasan cosas con una persona"-. La miraba con cariño, se daba el tiempo de fijarse en sus detalles –"Pero sí puedo decir que tu sonrisa me vuelve loca, la forma en la que tu riqueza no te ahoga, el cómo me tratas y miras, no lo sé... es un conjunto complicado de cosas"
-Así que soy complicada ¿Eh?-. Emma rió abrazándola por el cuello para capturar su boca y darle besos. Le gustaba recorrer con su mano el cabello de Regina, sentir como sus rostros, labios y lenguas se sincronizaban para deleitarse de algo tan exquisito como era esto, un beso que empezaba lento y luego tomaba un rumbo pasional.

Esta vez hicieron el amor en la cama de la morena, las sábanas que tenía se metieron varias veces entre sus cuerpos desnudos cada vez que se posicionaban de alguna manera. Era increíble lo amada y adorada que se sentía cuando Regina besaba tan llena de sentimientos cada rincón de su cuerpo, la textura de sus dientes y lengua cuando quería comportarse un poco más salvaje. Pero no todo fue recibir, también quiso demostrarle con su cuerpo que ella la quería también. Recorrió su cuerpo con atención, mesura, no quería perderse ningún detalle, ni siquiera quería pasar por algo si tenía un lunar o algo, quería recorrerla entera y usar sus manos, boca y alma para complacerla.

Regina descansaba sobre el pecho desnudo de Emma, estaba jadeando pero con una sonrisa bobalicona en su cama porque hacer el amor con ella era tan perfecto. Se sentía como un felino porque cada vez que los dedos de la rubia se mezclaban con sus húmedos mechones de cabello. En ese estado entre consciente y somnolienta le llegó un pensamiento a la cabeza, quizás un deseo. Movió un poco el rostro y sostuvo un pezón de ella entre sus labios para poder lamerlo, Emma se estremeció y quería más pero no podía quedarse más tiempo. Antes de poder levantarse la morena la retuvo bajo su cuerpo y aunque sabía que no tendrían de nuevo un encuentro fogoso, estaba ansiosa, sus ojitos marrones brillaban de anticipación.

-"Sabes que me importas", Em-ma-. Besó la punta de su nariz, ella sonreía cada vez que Regina murmuraba su nombre –"Y eres una de las cosas más bonitas que me ha pasado después de que tuviera un accidente"-. A Emma se le llenaron los ojos de lágrimas

-Gracias mi niña, amor, gracias-. Balbuceaba.

-"Después de hacer el amor contigo encontraba prudente preguntarte esto"-. Le temblaba la barbilla pero aun así seguía manteniendo una sonrisa en la cara –"¿Puedes ser mi novia?"-. Emma gimió emocionada –"¿Te atreverías a darle este honor a tu amada Cenicienta y caminar juntas sin que te dé vergüenza?"-. Emma empezó a reír mientras lloraba emocionada, era casi como si le pidiese matrimonio porque ponía tanto sentimiento aun no pudiendo hablar.

-A lo primero, claro que quiero ser tu novia, no me importan los cuestionamientos ni cuánto tiempo debo esperar después de haber roto con Killian porque él no merece mi luto-. Rieron –Tampoco me importa lo que digan en Heidelberg, tengo mucha influencia para que me respeten y poner un recurso de protección por las dudas...-. Volvieron a reír antes de abrazarse para darse un beso precioso y lleno de sentimiento sin que Emma dejara de susurrar "mi novia, mía y solo mía".

A pesar de las protestas, Emma dejó que Regina la fuese a dejar hasta la mansión. El vehículo de ella estaba en mal estado y había llegado en taxi, pero cenicienta por supuesto no se atrevería a dejar a la rubia de vuelta a su hogar y sola en un vehículo ajeno tan entrada la madrugada.


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Dos días después, martes, James Swan estaba dentro de aquel pequeño salón dando su testimonio al FBI. Explicaba junto Müller (encargado de seguridad financiero) lo que ganaba por hora, cuál era el promedio de sus gastos y cosas así. Incluso el señor Müller había confesado lo que sabía, le servía por años a Swan como para robarle, era de su plena confianza. ¿Pero quién? James nunca ocupaba computadores ajenos, jamás grababa claves de seguridad, tenían una lista de las cuentas bancarias del país que hayan recibido cerca de 50 millones de dólares desde el día que se efectuó el robo y eran pocas realmente pero ¿Y si el dinero se había ingresado en montos distintos en varias otras cuentas? Uno de los especialistas informáticos (también agente federal) habló con los encargados del sitio web del banco para tratar de buscar la cuenta a la cual había sido el robo inicial, si fue eliminado no importaba, existiría la información grabada en la red de todas maneras como para saber dónde esa cuenta ingresó el resto del dinero, obtener direcciones IP, cosas por el estilo.

James esperaba que se hiciera algo, que la madurez del ladrón no superara la inteligencia de ellos para lograr atraparlo, aunque fuera a los cómplices.
Y mientras él seguía preocupado del robo, Regina con Tinker paseaban por un centro comercial para ver las compras de navidad. Era la primera vez que la morena hacía esto así que lo consideraba toda una novedad. Gastaba el dinero solo cuando era necesario (De la beca que le había dado James) así que le quedaba un poco para gastarlo en algo para los demás. Tinker caminaba con ella sostenida de su brazo, a simple vista parecían una pareja pero ambas sabían que eran muy amigas y estaban enamoradas de sus respectivas parejas. Tinker sonreía encantada con los gestos inocentes de Regina, era toda una gracia verla caminar y mirar para todas partes pensando que podía comprarle a su chica y los demás.

-¿Una joya te parece?-. Sugirió Tinker, pararon frente a una vidriería donde veía que había de todos los tipos y formas

-"Un collar"-. Modulaba consigo misma pensando que era lo correcto ¡Un collar de oro con dos dijes, uno con la forma de helado y la otra de una pequeña galletita! Se rió al entender ese pequeño código que tenía entre ambas. ¡Compraría eso! –"Entraré aquí ¿Tienes pensado lo que le comprarás a tu chica?"

-Sí ¿Me esperas un poco? Iré a la tienda del frente, hay un abrigo que sé que le encantará así que ¿10 minutos en esta tienda, en la entrada?-. Los ojos de Tinker brillaron, su amiga asintió antes que ella se fuera rápido a comprarle uno de los regalos que le tenía a su novia.

Entusiasta se acercó donde una dependienta para explicarle lo que quería, la muchacha entusiasta le mostró la colecciones de dijes que tenían ¡Gracias al cielo había encontrado lo que quería! Rara vez la gente encontraba dijes a sus gustos, había que mandarlos a hacer y eso tardaba unos cuantos días. Buscó la cadena más preciosa para colocar los dijes de galleta y helado, después lo guardaron en una caja plana del tamaño de un Ipad para que estuviese en buen estado. Quería ver la cara de su chica al abrir el regalo pero a la vez tenía miedo ¿Y si no le gusta? ¿Y si no era a su nivel?

Miró su teléfono celular porque le llegó un aviso de un mensaje. Pagó con su tarjeta el regalo pero no se movió mucho porque quería leer lo que decía en su teléfono.

"¡No te lo pierdas! Hoy en la noche una fiesta a beneficio del St. Jude Children's Research Hospital una cena de navidad, por cada persona que asista el ministerio de salud donará 100 dólares con el fin de colaborar con las investigaciones para buscar curas más rápidas y efectivas contra el cáncer, lugar..."-. Asintió de inmediato –"Cada asistente debe venir vestido cómodamente ¡No te pierdas esta cena para ayudar a nuestros niños y que además disfruten su navidad con tan buena noticia!"

De inmediato en WhatsApp todos sus fenómenos empezaron a comentar el mensaje que les había llegado ¿Cómo podrían perdérselo cuando tenía fines tan buenos? No había que estar mucho rato, solo lo suficiente para esperar que se hiciera el conteo del número de asistentes y esperar una cifra del monto final que se donaría. Compartirían algún vino o lo que la cena ofreciera. Emma le mandó un mensaje aparte preguntando si asistirían juntas, podían llegar todos como un grupo de amigos y dejar que las cosas tomaran su rumbo natural.

Estaba claro, todo Heidelberg asistiría ¡Que buen motivo para hacer una cena! Miró la bolsa que cargaba por un lado con el regalo de ella, se lo daría esta noche cuando encontrasen el momento para estar solas. Se dio vuelta, Tinker cargaba una bolsa lo que era una señal para seguir comprando lo demás, por supuesto que no le faltaría nadie.

Disimuladamente el rostro de esa persona se estiró en una sonrisa antes de tirar el teléfono al contenedor más cercano, todos asistirían a la fiesta.
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PRONTO ME QUERRÁN MATAR.
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Mi Cenicienta (Swanqueen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora