Artemisa entró en un elegante estudio.
La piel del hombre que la esperaba emitía un brillo del color del marfil engrasado. Los ojos del dios estaban fijos en su hermana y sonreían aún más que sus labios, como cuando era pequeño y hacía alguna travesura.
-Zeus y tú se traen algo entre manos, ayer mandó a llamarte y pasaste el día entero en su salón privado. -Siguió caminando hasta donde se encontraba su mellizo de pie entre dos pilares.
Apolo torció la boca en señal de que no iba a decir nada al respecto. Tras lo que pareció durar varios minutos, el dios le estiró una mano que su hermana cogió y se sentó en las piernas de él.
-Tengo un plan para ayudar a Alejandro -le dijo.
-Cada día tus planes son más extraños.
-Son necesarios -dijo Apolo con una sonrisa en los labios-, ya sabes, para personas extrañas en momentos extraños, planes extraños. Alejandro está cumpliendo con su parte.
-Si está metido Zeus en esto en verdad se tratará de algo grande y Hera va a enterarse, ¿no se te ocurrió que...?
-Sólo le he pedido un pequeño favor a Zeus y ha aceptado ayudarnos, después de todo, Alejandro lo hace en nombre de todos los dioses...
-Tus protegidos andan por el desierto de Siwa, ¿lo sabes?
-Precisamente por eso hablé con Zeus.
-El desierto es peligroso y tus muchachos están perdidos, ¿de qué servirá tu plan, cualquiera que sea, si mueren entre las arenas del desierto? -quiso saber Artemisa.
-A Jacinto le gustaban los desiertos... También le gustaban a Dafne y a ninguno de los dos pude llevarlos a conocer uno.
-Lamento tus tragedias como si fueran mías, pero me temo que no es el momento de recordar a cada uno de los miembros de la larga lista de quienes has amado.
-Cierto -asintió el dios.
-El Oasis de Siwa está muy lejos de cualquier ciudad. No es fácil llegar a él para ningún viajero. -Artemisa rodeó con sus brazos el cuerpo de su hermano-. Muchos han muerto tratando de cruzar aquél desierto. A eso he venido, querido mío -dijo con un suspiro-. Acaso yo no entiendo, por qué pudiendo ir a cualquier otro templo de Zeus-Amón para hablar con nuestro padre, Alejandro ha decidido ir al más lejano de todos. Guarda secretos, en verdad no me importa, simplemente he venido para decirte que cumplí con lo que me pediste, y le he vigilado incluso en el árido desierto, pero su gente desfallece, necesitan descanso y Alejandro, en su prisa malsana, sólo sigue adelante-, sacudió la hermosa cabeza-. Morirá en el desierto.
Apolo asintió de nuevo, casi disculpándose con su silencio por no poder decirle nada, se apartó de Artemisa y sacó de su espalda un par de hermosas alas cual cupido. Sus ojos se volvieron amarillos y sus pupilas rasgadas.
Convertido en águila, salió volando de allí.
6
-No debe estar lejos -aseguró Alejandro.
-Eso espero -asintió Hefestión quien cabalgaba a su lado.
-Teníamos que haber ido por la ruta de Menfis -protestó Calístenes.
-Está bien, no debemos estar lejos de Siwa -murmuró un agotado Ptolomeo que sudaba copiosamente.
El rey había dividido desde Alejandría a sus tropas, mandando una fracción hacia Gaza y Tiro donde esperarían junto con la flota a los refuerzos que mandaría Antípatro en cualquier momento, mientras que otra había seguido al rey por el desierto.
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El Amante del Sol de Macedonia
Исторические романыA sus pies se levantó un imperio. Nunca perdió una batalla. Fue uno de los mejores alumnos de Aristóteles. Se crió en la nobleza. Su fama se extendió por toda Gracia, Persia y hasta la India. Los historiadores creen que fue asesinado y otros que mur...