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A media mañana, cuando Alejandro regresó al castillo en Arsake, Bagoas le informó que Crátero y Koinos pedían una audiencia con él en la antecámara de sus aposentos. Eumenes y Pérdicas ya estaban atendiéndolos.

—Me lo esperaba —admitió Alejandro—, salgo de hablar con Abisaros a encerrarme a hablar con los generales.

—Rey Alejandro —interrumpió Ptolomeo hincándose—. La caravana que pediste ya está preparada, esclavos, sirvientes, prostitutas, mercaderes, carros y caballos nuevos. Estaremos listos para partir en cuanto tú...

—¡Sí, ya lo sé! —lo interrumpió Alejandro y añadió: —Disculpa, Ptolomeo, Koinos y Crátero piden una junta. Partiremos esta misma noche y cabalgaremos hasta el alba, lo prometo —dijo y se alejó rumbo a la antecámara.

Entró. Los dos generales se postraron y Alejandro los miró.

—Hablen —dijo el rey por fin.

—Gran Rey Alejandro, nos preocupa la ruta —admitió Koinos.

Comprendían que había que dejar aplacadas a las tribus indias en las tierras conquistadas, lo que no comprendían era la ruta; volver con Poros, cargar una nueva caravana de indios y... ¿por qué separaría a las tropas cuando sonaba más sensato ir todos juntos?

—No es una ruta complicada de entender. Bajamos por el Indo para explorar toda su cuenca, someter los pueblos situados en la cordillera del mar Pérsico y desde allí volver a casa. —Explicó que era importante volver con Poros porque "por sus culpas" él sería el encargado de las fronteras asiáticas y tenía que dejar arreglado ese asunto con él—. Y aunque ustedes no lo entiendan —agregó con una simpática sonrisa—, la caravana sirve para muchas cosas, no sólo son de carga, y podrán amenizarnos el viaje y servirnos en el campamento, no duden que se quejen de falta de compañía y podrán encontrar algo más que soldados en la caravana y llevarán sus productos indios a Persia para mezclar las culturas. En cuanto a lo de separar las tropas... —Levantó las manos al cielo en señal de fastidio—. Los más viejos no podrán seguirme el paso, así que los mando a descansar, como pidieron.

Eumenes y Pérdicas, que permanecían ahora en silencio, intercambiaron miradas. Un plan demasiado bien trazado que se deshace de la gente que le causa problemas, pero eso es lo que se han ganado por jurar seguirlo y luego echarse de lado, también los generales estaban cansados, pero para estar con Alejandro había que ser veleidosos y daba igual si no eras valiente mientras se fuera un hombre inteligente.

Alejandro era un gran rey si se lo proponía, pero hasta a él se le acababa la paciencia. Crátero acató con calma los planes una vez que se los habían explicado, era la voluntad de Alejandro y él sólo acataba, no así Koinos, quien entendió con aquello que, como a los viejos, ya se le retiraba.

—¡Vamos, buenos amigos! —dijo Alejandro con cariñosa formalidad—, no piensen en el camino ni en las penurias de éste, piensen que al final de sus caminos se encuentra Macedonia.

—Además de porque Hefestión los ha pedido, ¿por qué llevamos elefantes?, son lentos y no podemos subirlo a barcos para llevarlos a Grecia —soltó de pronto Koinos y Cráterolo amonestó con la mirada, Hefestión merecía respeto por ser el segundo al mando.

—Los uniré al ejército. Son poderosas bestias que ayudarán mucho en las batallas venideras, además, no se amotinan, no traicionan y se dan por satisfechas con que se les atienda y se les dé de comer. —Quedaba claro que seguía molesto con sus generales por no haberlo apoyado con más ahínco, pero eso significaba que incluso estaba molesto con Hefestión, lo que consolaba de algún modo a Eumenes y a Koinos.

Si bien las tropas de Hefestión habían sido las únicas que no se quejaran, eso se debía a que desde que tenía a los elefantes a su cargo, su tropa estaba mayormente conformada por persas e indios.

El Amante del Sol de MacedoniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora