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Contó siete campanadas, pero no sabía cuántas no había oído. Parpadeó y trató de calcular la hora a partir de la posición del sol. El mediodía. Se lavó la cara y salió del tranquilo dormitorio.
Sus pies descalzos pisaban los duros adoquines del patio, pisaban charcos y disfrutaban del delicado calor que quedaba de mediados de verano, así irrumpió en el Recinto de Juntas y se quedó recargado en la puerta: reparó en que todos los muchachos ya se encontraban ahí, ni uno solo había faltado al llamado y todos parecían tener cosas qué decir. Hefestión también se encontraba entre ellos, sentado al lado de Pérdicas, concentrado en algo que estaba leyendo.
Alejandro se aclaró la garganta para anunciar su presencia y les dijo a sus amigos que podían comenzar a darle sus informes.
Los amigos saltaron a felicitaron por su cumpleaños, luego esperaron a que se sentara y se dispusieron a comenzar una absurda charla sobre sus hazañas conquistando en su nombre las otras aldeas sogdianas. De pronto, Hefestión se puso en pie y se hizo el silencio. Dijo algo sobre no perder el tiempo y Alejandro comprendió que había anuncios importantes. Sin duda los amigos iban a esperar el mejor momento para decirlo, pero Hefestión prefería hacer el momento que esperarlo.
Tras una breve pausa, los amigos, y los propios Clito y Crátero, Eumenes no, pero todos estaban ignorándolo, concedieron la palabra a Hefestión.
El rubio general miró al rey.
-Todos han hecho un excelente trabajo, pero Clito te trae nuevas y malas noticias.
Los soldados, incluso los más cercanos, a menudo peleaban por ser quienes le llevaran las buenas noticias a Alejandro, sin embargo, si había una mala noticia, todos se lamentaban y esperaban no tenerla que dar al rey. Pero alguien tenía que hacerlo.
-Los mercenarios que mandaste a Marakanda hace más de cuatro meses fueron emboscados antes de llegar a su destino, no lo supimos antes porque no quedó nadie con vida para avisarnos. Clito se acercó a la zona donde los emboscaron y se enteró de lo ocurrido; nadie ha ido por la ruta de Marakanda pensando que los mercenarios se habían encargado de aquella zona... ¿Qué hacer al respecto? Mandar otro pequeño grupo es peligroso, pero marchar todos puede hacer que informen a los hombres de Espitámenes de que te acercas y escaparía -dijo Hefestión.
Lo primero que se decidió fue que necesitarían un cuartel en los territorios de Marakanda, pero lo suficientemente alejado de la ciudad para no ser atacados fácilmente. Y deberían de llegar por fracciones los demás miembros del ejército.
Tras pensarlo un momento, Alejandro decidió que mandaría a Meleagro y Gorgias de vuelta a Bactria con indicaciones de vigilar esas tierras para evitar que éstos se unieran a la revuelta y para someter a quienes lo hicieran, y dividió al ejército en cinco secciones: la primera, bajo el mando de Hefestión, la segunda con Ptolomeo, la tercera para Pérdicas, la cuarta para Koinos y Artabazos, y él mismo cogería la quinta.
-Serán las mismas cinco divisiones con que hemos sometido hasta ahora a toda Sogdiana -dijo el rey. Miró el rostro de los hombres a quienes había mencionado, hombres en los que confiaba tanto en sus modos de hacer en guerra como en estrategia.
Desde lo ocurrido con Filotas, Demetrio había dejado de ser un hombre de confianza para Alejandro, y aunque no había mandado a matarlo, aquél día anunció que quitaba a Demetrio de su puesto como somatophylax y puso en su lugar a Ptolomeo.
-El primero que llegue a las inmediaciones de Marakanda que monte ahí el cuartel -convino Hefestión con tal aplomo que a todos les pareció que seguían oyendo a Alejandro, quien asintió y luego colocó a sus dos mejores soldados. A Clito lo mandó con Koinos y Artabazos, y a Crátero lo envió con Ptolomeo, el asunto era ahora coger las tierras que habían dejado desprotegidas, recuperar Marakanda y si se podía, aprisionar a Espitámenes agarrándolo desprevenido, pero lo más importante era hacerse de las ciudades norte de Sogdiana antes de que éstas se levantaran y causaran problemas en la retaguardia.
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El Amante del Sol de Macedonia
Historical FictionA sus pies se levantó un imperio. Nunca perdió una batalla. Fue uno de los mejores alumnos de Aristóteles. Se crió en la nobleza. Su fama se extendió por toda Gracia, Persia y hasta la India. Los historiadores creen que fue asesinado y otros que mur...