Cuando Hefestión Amíntoros oyó, en plena noche, abrirse el portón del palacio y resonar los pasos de los caballos en el patio, dudó en un principio de que tales sonidos fueran reales. Había deducido que en cualquiera de esos días llegaría la correspondencia, algún heraldo con noticias de Grecia o de Alejandro. Desde que hubiera partido el rey, las semanas se deslizaban en un silencio más agotador que el clima templado.
Hefestión no paraba de resolver juicios, arreglar las cosas en Partos, dirigir breves batallones que se mantenían conquistando las aldeas aledañas donde las tribus de los partos se oponían a la nueva conquista. Amíntas había pedido permiso para ir a uno de aquellos enfrentamientos contra los partos y no había regresado, pero Hefestión se encargó de que su funeral fuera honroso y se recordara que su nombre había terminado limpio tras las intrigas de Filotas.
Se incorporó en su lecho y esperó a escuchar ruidos dentro del palacio. Oyó pasos, se puso en pie y esperó a que llamaran a su puerta. Unos minutos después escuchó un par de golpes y él concedió la entrada. Eran dos hombres, dos mensajeros que debían haberse encontrado en el camino y lo terminaron juntos ante la puerta de Hefestión.
—Cartas para el general Hefestión Amíntoros —dijeron los mensajeros al unísono.
—Gracias —asintió el aludido y entregó a ambos cinco monedas y ordenó a un sirviente que atendiera a los dos hombres. Cogió las tres cartas que se le entregaban y cerró la puerta. Se sentó ante su escritorio y abrió la primera carta, de Alejandro.
El hombre sonaba frustrado, pero alegre, no habían encontrado a Bessos, sin embargo, sabía que quizá iba hacia Drangiana, Bactriana o Sogdiana. Estarían de vuelta en Partos en poco más de una semana y esperaba poder partir de inmediato. La segunda carta era de Pérdicas, más alegre y menos frustrado, contando cosas irrelevantes como una anécdota de Alejandro en los puertos donde habían encontrado a un montón de hermosas esclavas persas y todo cuanto había dicho el rey al verlas había sido, ¡Gran dolor de ojos son estas persas!, haciendo alusión a lo bellas que eran y luego las había pasado de largo cual si de estatuas se trataran.
—Suena a Alejandro —se dijo a sí mismo.
Cogió la tercera.
Aquella carta venía desde Grecia, de Macedonia, de Pella.
***
Ahora que la desesperación por encontrar a Bessos había quedado atrás, todo el ejército se sentía convencido de que lo mejor era seguir conquistando las tierras, asegurándose de que Bessos terminara sin tener a dónde huir y esperando, en cualquier caso, a que éste diera la cara y se enfrentara contra ellos. Habían dejado atrás las aldeas y ciudadelas y un poco más arriba del camino, al reparo de un frondoso bosque de laureles de hojas oscuras que trepaba por una loma empinada coronada de cedros añosos, las matas cobrizas de los helechos otoñales habían formado una especie de cama profunda y mullida. Ahí el rey Alejandro ordenó que se levantara el campamento.
Era un día propicio para disfrutar, con el clima templado y el buen humor con el que había regresado el rey de su marcha a los mares, mismo que se veía oscurecido a momentos cuando miraba hacia donde cabalgaba Hefestión, en solitario, aunque rodeado de los soldados, los amigos y los generales. A momentos el ánimo le subía cuando pensaba que había por ahí muchos parajes donde podían estarse escondiendo las tribus partas para atacarlos en cualquier momento.
Si peleaban con una tribu, podían interrogar a los prisioneros sobre el paso de Bessos. Toparse con estas tribus les aseguraba a todos poder quitarles sus cosas y quedarse con los alimentos que llevaran consigo y aunarlas para sus propias provisiones. Todos los soldados comenzaron a levantar el campamento, y unos momentos después se integró Crátero con la caravana de seguidores que dieron todavía más vida al lugar.
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El Amante del Sol de Macedonia
Historical FictionA sus pies se levantó un imperio. Nunca perdió una batalla. Fue uno de los mejores alumnos de Aristóteles. Se crió en la nobleza. Su fama se extendió por toda Gracia, Persia y hasta la India. Los historiadores creen que fue asesinado y otros que mur...