Siendo el llamado Rey Moloso el hermano de Olimpia, Alejandro estaba dispuesto a pedirle que los acogiera y les diera asilo hasta que se le ocurriera algo mejor qué hacer. El camino más directo era el que llevaba al mar Jónico, pero cualquier camino se perdía una vez que se entraba a las tierras salvajes de Epiro. Luego estaba el factor climatológico, comenzaban los vientos de otoño que dificultaba cualquier cabalgata.
Al quinto día encontraron la aldea de los dólpes, lo que les informó que habían entrado formalmente a los reinos de Epiro, pero ellos buscaban la población de los molosos que era mucho más grande. Con todo, Alejandro no pudo evitar pensar que fue un agradable viaje, porque Olimpia y Hefestión se llevaron bien, incluso ella se mostraba siempre cariñosa y agradecida con él por haber seguido a su hijo al exilio.
No llovió, por fortuna, aunque cada día el clima se hizo más húmedo y frío. Cuando Olimpia tenía la oportunidad de intercambiar palabras con los pueblerinos que les salían al paso, se encargó de extender con ellos el rumor de que Filipo los había desterrado por el miedo que le daba tener en su reino a un rival tan poderoso como Alejandro.
La tarde de la séptima jornada de viaje, llegaron por fina las puertas del castillo. Los pobladores lo llamaban también El castillo de las brujas, de ahí que se dijera que Olimpia era una "bruja" de Epiro, aunque, por supuesto, para los griegos parecía tener más que ver con una condición que con un lugar e interpretaban a su manera el título de Bruja.
Con aire desenvuelto y mirada fija, Hefestión bajó de Céfiro y pidió a los guardias que anunciaran al rey Alexandro que su sobrino Alejandro III y su hermana, la princesa de Epiro, Olimpia, se encontraban ahí y pedían verle.
Un par de minutos después, el sirviente principal salió a darles la bienvenida y les pidió que lo siguieran mientras los mozos de cuadra atendían a los caballos. Fueron conducidos hasta el salón principal donde se encontraron con el rey quien yacía de pie frente a una ventana mirando los escarpados paisajes.
-Rey Alexandro -dijo Alejandro con toda formalidad-, vengo a pedirle nos permita quedarnos una temporada aquí como refugiados.
Los dorados ojos de Alexandro, como los de Olimpia y Cleopatra, se fijaron en los recién llegados.
-Éste guapo joven que veo aquí es mi sobrino, la hermosa mujer ha de ser mi hermana, de manera que no se debe pedir se les dé refugio, Epiro es tan mío como suyos, con la diferencia de que yo soy el rey. -Su modo de hablar era delicioso, como el aceite de olivo escurriéndose en la piel-. Tampoco me extraña verte aquí, Hefestión...
Olimpia corrió a los brazos de su hermano menor para besarlo tiernamente.
Alexandro I de Epiro tenía en esos momentos veinticinco años de edad, doce años más joven que Olimpia. Era de tez pálida, alto, de cuerpo fuerte, aunque no musculoso, y tan atractivo como lo eran todos los miembros de su familia; su vida había sido hasta entonces apenas menos extraña que la de Alejandro: antes de cumplir cuatro años ya era huérfano de padre y madre, dejándolo a él como único heredero, pero demasiado joven para tomar el poder. Arribas, el tío, cogió entonces el poder y se casó con Troa, la hermana mayor, algo que molestó a Olimpia que, con apenas más de quince años de edad promovió todo un caos en Epiro en contra de su tío, consiguiendo tan sólo llamar la atención de Filipo, que intervino y dejó a Arribas como rey mientras Alexandro cumplía veinte años y podía gobernar. Filipo se llevó consigo a Olimpia ya como su esposa y la mujer se llevó consigo a Alexandro a Pella donde hizo que se le educara como parte de la realeza macedónica. A los siete años fue separado de Olimpia para que se le educara en la guerra y en todo lo demás, lo que le dio poco tiempo para ver a Alejandro que nació el año en que él se marchó a Mieza: y cinco años atrás, mientras Alejandro cumplía los trece años y comenzaba su educación bajo la tutela de Aristóteles, Alexandro tuvo suficiente edad para retomar el trono, pero el tío Arribas no se lo quiso regresar, de manera que Olimpia hostigó a Filipo hasta que éste fue, derrocó y mató a Arribas, a su esposa Troa, a sus dos hijos y sentó en el trono a Alexandro.
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El Amante del Sol de Macedonia
Narrativa StoricaA sus pies se levantó un imperio. Nunca perdió una batalla. Fue uno de los mejores alumnos de Aristóteles. Se crió en la nobleza. Su fama se extendió por toda Gracia, Persia y hasta la India. Los historiadores creen que fue asesinado y otros que mur...