VINCENT XIV

437 60 23
                                    

Vincent (rey de Francia)

-Danielle, mi fiel consejera.

-Dígame mi majestad...

-No acudiría a ti, sin querer más allá de mi persona obtener un sabio consejo tuyo... tengo una situación, aunque yo no creo ni me preocupo por ello, pero por el buen entendimiento y para ganar a la plebe más debo decírtelo: tengo muchos opositores, el pueblo está molesto, los campesinos se quejan diciendo de no tener que comer, que pagan mucho, los informes de huelgas ya son tema común en la corte, dicen querer mi cabeza, más yo sólo creo que querer ostentar de mi poder y corona quieren... mi economista era un mentecato, no ha sabido sobrellevar a esos animales, lo desterré, por ello... mi fiel sierva, ahora he de acudir a ti.

Danielle, antes de hablar, hizo una lenta reverencia hacia su rey, al levantarse, dijo con parsimonia y sin mirarle directamente:

-Majestad... lo que habla y murmulla la gente es la crítica que le concierne, quieren pan, quieren comida, recursos, más no les dará nunca para tener, si usted no deja de lado algunos de sus querer...

-Qué insinúas, vil cortesana - era tanto el convencimiento de su majestad, que dictaba las preguntas como afirmación.

-Discúlpeme, que sus inversiones y buen mérito deben de ampliarse, mi santísima excelencia... si la economía al pueblo quiere de hacer llegar, parar de comprar ha de practicar...

-Crees tú, ¿qué tu majestad se excede?

-Para nada...- mintió inclinó la cabeza en reverencia - no más lejos de mi voluntad es ofenderle, mi eminencia...

-Gracias, ya he usado de tus servicios, puedes retirarte.

La sirvienta inclinándose, y sin jamás (jamás), darle la espalda a su rey, caminó en reversa hasta salir de la habitación.

Apenas estuvo fuera, respiró.

El problema de la economía del pueblo es el que todos ya sabían, todos, menos el rey, quien sin saber o haciendo oídos sordos se oponía a dar, lo que su egocentrismo no podía ocultar...

Él, sus fiestas y excesos tenían enceguecidos a toda la corte, ciegos de la miseria, de las hambrunas, de las injusticias y del infierno que se servía fuera Versalles.

Vincent XIV, el rey sol, con tan sólo 17 años de edad era en verdad lo que los rumores contaban sobre él... La majestad era un ser omnipotente como ninguno, sublime, elevado, de palabra determinante, casado en compromiso con una mujer que nunca amó hasta el mismo día de su arreglado matrimonio... El rey era duro de mirar y de característica aplastante presencia, líder, con él en el mandato Francia lideraba en la guerra trayendo riquezas y botines, también estaba en el epítome del lujo europeo, al brindar éste a su país reconocimiento mundial por su culto a la belleza, artes y finos trabajos manufacturados de nivel, reconocidos en todo el mapa. Nació para ser rey, como bien decían los más adeptos, esa era la linda faceta del sol, pero por otro lado... también estaban todos sus enemigos en su sombra: era reconocido por su mal carácter del demonio, su poca paciencia, sus rabietas que terminaban con la cabeza de alguien rodando por la plaza, también gastaba dinero tan fácil como le era respirar, en caprichos de trillones de francos invaluables en cosas tan banales como zapatos o en re-elegir cientos, o miles de veces de ser necesario una cortina perfecta para el salón, jamás quedando su maniaco interior satisfecho... pero esto no era lo peor, lo era su ganada y merecida fama de cínico tirano; con un movimiento de dedos era capaz de mandar a sus tropas y matar a cientos de enemigos, soldados, o hasta a su misma gente en fin de socavar dinero o posicionar a Francia arriba de los demás naciones sin mostrar remordimiento alguno por los costos que implicase... la vida de millones pendía de sus aristocráticas manos. Nadie le levantaba palabra por ello, nadie le decía nada ni le detenía en sus locuras, no había poder último capaz de detenerle, él, él era el poder último, la última palabra, él era, sin lugar a dudas, el único y mayor exponente de Dios en tierra, máxima excelencia de este reino, el máximo ser humano, sólo había que preguntárselo a quien fuese, el campesino más idiota y analfabeto antes de saber de trabajo o impuestos ya lo sabía, y también sabía que por más injusticias que ocurriesen, que por más maltratos e infiernos que viese pasar por delante de sus cuencas en el reino debía, debía, y debía como cada siervo, vasallo, o cortesano en este país serle fiel a su monarca hasta la muerte, y seguir su voluntad como única ley si quería una vida mantener.

Vincent y Argel | (VERS. ESPAÑOL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora