Lo siento papá... pero nunca cambiaré

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Vincent

Llegamos a casa ese día, el frío ánimo del auto se fue quitando entre celebraciones de Dani y Sonny.

Sin embargo, una sensación glacial, mi piel de gallina y un aire de vacío en el pecho me molestaba.

Creí que era por la desilusión de Ar, pero... iba más allá.

Y al cruzar la sala principal lo supe: era un presentimiento.

Y cómo no. Todo el día lo temí, lo presentí, lo supe, era imposible que esta máquina omnipresente no se enterara. Me cegó el sueño, la meta y el buen ánimo de mis amigos, pero él... él nunca se iría, nunca me dejaría en paz. Aunque no siempre esté presente en casa, no sé cómo, pero siempre logra estar en los momentos precisos: en las peores, en las mejores... y ahora, en las que quisiera que nunca estuviese.

Mi padre me miraba fijo desde el sofá.

Ese par de ojillos negros, hábiles, inteligentes como ninguno, esos ojos que me analizaban, sin despegarse ni por un pestañeo de mi vestido y peluca.

Todos nos quedamos de piedra.

-¿Creíste que no lo iba a saber? – dijo cortante como el hielo, molesto, como tomando por insulto mi intento por ocultarlo – Ven, hablaremos de esto en privado.

...

Iba a morir.

Me iba a matar.

Lo podía ver, en él, en su caminar, su tono, su expresión corporal, todo... Su tranquila y pacífica personalidad estaba colapsando, a pesar de que estuviese tratando por todos los medios mentales de ver las cosas fríamente como siempre lo ha hecho, ahora no, no podía... lo veía: su corazón ardía.

Quería ser valiente y no dejarme vencer, no partirme a llorar con la primera palabra que me dijese, al sentirme presa del pánico que me estaba consumiendo... No, no, no, no quería ser tan patético y menos en este poderoso traje que me dio la fuerza para brillar cómo diamante en el escenario... no, no podía hacerme eso, no podía hacerle daño al outfit y manchar su honor.

Piensa en todas tus ídolas, saca la fuerza... de sus palabras, de sus discursos Vincent, piensa en las líricas de las canciones...

Tenía que endurecerme, estar preparado para lo que me dijera, para la batalla, para aguantar... Huir nunca fue opción.

Me hizo pasar a una sala de colores cálidos, tenía un ventanal que daba al patio arbolado de la casa, una cama King y una larga banca con un frutero, dos sillas al costado y un fino decorado de luces de vidrio que otorgaba algo de luz al lúgubre escenario.

Sabía que estaba por pasar un episodio tan traumante que no lo olvidaría en toda mi vida, como lo de Bryan.

No me hubiese sentado si mi papá no me lo hubiese ordenado.

Y de nuevo, estaba aquí frente a él, como la vez que me retó a mí y a mi hermano. Claro que ahora todo era muy distinto: yo estaba solo y de mi padre ni siquiera se oía algún suspiro decepcionado, quejido de cansancio o respiración agitada: nada, absolutamente nada, en completo silencio parado frente a mí, mirándome fijo, con el entrecejo tenso.

Era tan duro, tan tenso, silencioso e irrespirable el ambiente, que de mi boca salió:

-¿Me vas a pegar?

Ahí, pareciendo con ello salir de su shook soltó todo el aire retenido, y me miró, aún insondable respondiendo:

-No...

Volvió a respirar.

En un momento, me pareció más nervioso y tenso que yo, cuando se rascó el dorso de las manos justo por debajo de su reloj, pero el momento pasó rápido cuando preciso echó su peso entre el ventanal y la viga para decirme:

Vincent y Argel | (VERS. ESPAÑOL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora