Miré el libro que se hallaba en el suelo a pocos metros de mí con curiosidad. Lentamente dí unos pasos para acercarme y tomarlo entre mis manos, observándolo. Se veía como nuevo, aspiré unos instantes y comprobé que olía como tal. Ese aroma me trasportó por unos momentos a otro mundo, abrí los ojos y observé a mis alrededores, expectante; pero no había nadie a cerca y me pregunté para mí misma cómo era posible que alguien se halla dejado un libro en este diminuto pueblo. Valoré las probabilidades observando la calle vacía casi sin casas a su alrededor. Puse fin a estos pensamientos siendo consciente de que tal vez no habría una respuesta para ello. Abrí el libro en la primera página buscando si por alguna casualidad alguien había puesto sus datos, en letra imprenta pude leer "Biblioteca Urbana Pública: Léeme y luego déjame en un lugar público para que alguien más pueda disfrutarme". Sonreí y casi se escapa una pequeña risa de mis labios. Nunca había oído hablar de algo como eso, pero me parecía algo fantástico, así que deslicé el libro dentro de mi bolso para guardarlo y continué mi camino a casa.
Si bien la caminata no era tan larga y yo ya estaba acostumbrada, también era cierto que vivía alejada del centro neurálgico, si puede llamarse así al sitio poblado de aquella aldea. Muchas veces me gustaba cortar camino yendo por el bosque que circundaba todo el lugar. Mi casa era una que podríamos llamar de campo, muy simple y muy acogedora, donde mis padres criaban vacas y tenían su propio huerto. Era un hermoso lugar para vivir y lo que más me gustaba es que había un pequeño arrollo que atravesaba la entrada, en verano se convertía en nuestro sitio obligado para mis hermanas y para mí. La primavera ya había llegado y todo rebosaba de verde mientras caminaba despacio entre los árboles. Mis padres eran gente muy llana, amable y trabajadora, con mis dos hermanas mayores ayudábamos en todo cuánto podíamos pero a veces nos costaba sacar las cosechas adelante. Mi padre ya estaba un poco mayor y nosotras no teníamos la fuerza de un hombre, pero lo suplíamos con esfuerzo.
Bordeé el pequeño arrollo cantarín y crucé el puente adentrándome en la propiedad, bajando a grandes pasos por el camino de tierra que se pegaba a la casa. Giré a mi derecha, caminé unos metros para entrar por la puerta principal, mamá estaba cocinando y podía oler el pollo en el horno. Saludé para avisar que había vuelto y me dirigí rápidamente hacia el cuarto que compartía con mis hermanas. No podía esperar a sentarme a leer el nuevo libro, no únicamente porque era una ávida lectora, sino porque ya había leído todos los libros de la biblioteca de la escuela rural a la que había ido y de la que me acababa de graduar de la escuela secundaria. Me recogí mi largo cabello rubio en un apretado aunque desaliñado rodete, acomodé unas almohadas en el respaldar de la cama y me recosté sabiendo que sería una noche larga donde sólo pararía para cenar en familia y darme una ducha.
Esa noche me sumergí en una nueva historia ante la evidente rabia de mis hermanas que se quejaban de mi comportamiento. No podía quitarles razón, por más que me escondiera debajo de las mantas aún así la luz de mi pequeña lámpara podía resultar molesta, pero no podía detener mis ojos azul claro de continuar devorando aquello que se me presentaba ante mí. Para una persona como yo, de campo, donde solamente hay un canal de televisión y cada nuevo día era un calco del anterior, un libro era mi único salvavidas para poder soñar con mundos nuevos y diferentes, pero esta vez había algo especial, lo presentía.
ESTÁS LEYENDO
Azul oscuro medianoche: Preámbulo ©
WerewolfPor un lado, tenemos a Anne, una chica común de pueblo, por el otro, tenemos un bosque y una serie de sucesos extraños sin explicación aparente. ¿Es ese bosque tan peligroso como su amigo dice? ¿por qué su abuelo parece preocuparse tanto por ella? C...