Capítulo 23: El protagonista

92 15 3
                                    

Almorzamos tranquilamente, se respiraba un aire de total alivio por todos los rincones de la casa, como si todo marchara perfecto. Yo por mi parte, no sólo luchaba por mantener la compostura en todo momento, sino que me concentraba con toda mi capacidad cerebral en convencer a mi cuerpo de que no rechazara la comida. Si bien admito que estaba a un paso de la telekinesis para mover los bocados hasta mi boca -ya que esto sería más fácil- la verdadera razón detrás de tanta disciplina estaba en el hecho de que por estómago tenía literalmente un nudo que me recorría de arriba a bajo. Yo era un nudo con piernas y brazos. Un nudo marinero muy bien atado y afianzado al hombre que intentaba ser tranquilizador posando una mano sobre la mía de vez en cuando casi imperceptiblemente, pero que después de todo se convertiría en un futuro compañero con quien compartiría unas esposas de oro para glorificar la belleza indescriptible de nuestra dichosa unión. Mi alma ya había saltado por la ventana, pero mi cuerpo seguía aquí luchando por evitar digerir hasta el más mínimo trozo de alimento. Hasta que llegó el momento de llevar la presión hasta su máxima expresión.

—Y bien, Adam, me dijiste que querías casarte pronto —empezó mi padre.

—Sí, así es —dijo pausadamente— como usted sabe, yo me dedico a viajar constantemente —prosiguió mientras yo empezaba a prestarle atención a ese dato— a fin de mes tengo planificado ir a visitar a mis padres, ya que viven casi al otro lado del país y sería una excelente ocasión para presentarles a Anne.

—Entonces ¿el casamiento sería después de la presentación? —preguntó con interés mi papá mirándolo fijamente.

—Oh, no, por favor, jamás le pediría que dejara ir a su hija en un viaje tan largo sin haberme casado antes con ella —aclaró con voz profunda mirando a mi padre a los ojos—. Jamás abusaría de su confianza de esa manera. —La postura de ambos se relajó visiblemente, miré de reojo al hombre a mi lado, recordé cómo es él cuándo estamos solos e intuí que esta no era más que otra estrategia que él había planeado para causar la reacción que él quería y había salido justo como esperaba.

—Claro que no, Adam, sé que eres alguien de palabra, pero un mes es bastante pronto —acotó.

—En realidad —dijo acercándose ligeramente como si se tratara de una partida de póquer y fuera a mostrar sus cartas—, estaba pensando en dos semanas, el tiempo suficiente para que podamos tener una pequeña luna de miel antes de ir a casa de mis padres y, por los preparativos, no creo que debamos preocuparnos, la boda sería muy sencilla con pocos invitados —redondeó sagazmente.

—¿Y tus padres? ¿Acaso no vendrán a la boda de su único hijo? —se extrañó un poco, mientras a mí ya no me asombraba, no creo que el azabache quisiera hacer público nada de esto delante de sus allegados.

—Bueno, mis padres son personas muy mayores ya —mantuvo su voz neutra en todo momento— como usted entenderá, yo sería muy feliz si ellos pudieran estar presentes, pero me temo que es un viaje muy largo y, por mucho cariño que me tengan, no sé si está en sus posibilidades venir hasta aquí. —Su voz se había ido apagando mientras miraba ligeramente cabizbajo— Si fuera por mí, vivirían conmigo todo el tiempo y estaríamos todos bastante cerca de aquí, pero, mis padres son gente muy arraigada a su tierra, usted entenderá me imagino —apeló mirándolo a los ojos con sutileza y suavidad.

—Claro, como no lo voy a entender, yo crecí en este pueblo, mi familia lleva generaciones aquí, jamás podría irme —asintió mi padre dándole toda la razón al hombre que a cada palabra parecía estarse volviendo misteriosamente más y más grande engullendo por completo la voluntad de mi querido progenitor para llevar a cabo sus planes—. Sin embargo, Adam, creo que deberías contemplar el hecho de que aún hay que pedir fecha para la celebración, tal vez sea demasiado pronto.

—No se preocupe, uno de mis mejores amigos trabaja en el registro civil y me dijo que siempre que lo invitara, me podría casar cuando y donde yo quisiera, así que sólo es necesario fijar un lugar, a menos, claro, que Anne prefiera un matrimonio religioso —aseguró mientras ladeaba su cabeza para mirarme posando su mano sobre la mía.

Hice un minúsculo paréntesis para preguntarme interiormente si deseaba unir mi vida a la suya hasta que la muerte nos separara. Los accidentes pasan todo el tiempo, aunque el matrimonio civil abría las puertas de un divorcio rápido, un punto a favor, pero sin dolor para él. La verdad es que la balanza se mantenía equitativa, hasta que recordé que al mal trago mejor darle apuro.

—Papá, sabes que me encantaría un matrimonio religioso como es tradicional, pero si Adam puede hacer las cosas más fáciles y rápidas para que podamos ir a visitar a sus padres a tiempo, sin interrumpir demasiado su trabajo, creo que Dios lo aprobará —acoté con convicción aunque yo no fuera una persona especialmente cercana a la religión, por otra parte, los accidentes suceden todo el tiempo con bendición de Dios de por medio o sin ella.

—En eso tienes razón, Anne, el trabajo es sagrado y hay que cuidarlo. —Había conseguido tocar una de sus fibras para que diera el visto bueno—. Dios lo entenderá.

—Por supuesto, Dios está en todas partes, así que no necesariamente se tienen que casar en un templo —intervino mi madre solícita.

—En ese caso, entonces, todo esta dicho, en dos semanas será —sentenció mi padre mientras Adam le sonreía satisfecho.

—Me parece una sabia decisión —dijo haciendo una ligera pausa—. Tan sólo quisiera que me concediera una cosa más —pidió él y hasta yo me sorprendí.

—¿Qué sería eso, mi futuro yerno? —preguntó en tono nuevamente serio mi papá.

—Que me permita pasar tiempo con su hija —remató Adam arrancando carcajadas entre los presentes y acto seguido levantaba mi mano para besar suavemente el dorso.

El telón había bajado por el momento.

El telón había bajado por el momento

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Azul oscuro medianoche: Preámbulo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora