Capítulo 7: Un buen golpe

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En medio de mi inconsciencia, alcancé a distinguir algo que más tarde entendería como el balanceo de mi cuerpo meciéndose al paso de la persona que me cargaba en sus brazos. Demasiado desvanecida como para abrir los ojos o mover un sólo músculo que me permitiera hacer el más mínimo gesto para denotar que estaba viva mientras volvía sumergirme en la neblina gris de mi mente una y otra vez.

Mientras mis ojos permanecían cerrados, pude sentir la yema de mis dedos rozando la superficie de una manta, pronto, empecé a tener sensaciones del resto de mi cuerpo que yacía recostado en una cama. Alcancé a oír los murmullos de lo que me pareció una conversación, traté de enforcar mi atención en ello.

—Eso no va a suceder, te lo he dicho, eso jamás sucederá —dijo una voz cansada.

—Pues ahora tengo más razones que antes, no puede impedírmelo —replicó una voz profunda.

—Puedo y lo haré, mientras yo viva no permitiré que algo como eso suceda. —La voz sonaba cada vez más ofuscada.

—Si esto está sucediendo por algo será, no me va a decir que ahora cree en las casualidades. —La voz profunda empezó a sonar más seria— Además, no es como si esto fuera algo de ahora. ¿Cuánto más quiere usted que yo espere?

Con seriedad casi solemne la voz replicó:

—Hay destinos que nunca deben hacerse realidad —aseguró cortante como si no quisiera dar lugar a ninguna respuesta.

El dueño de la voz profunda gruñó como si no le gustara ni una palabra de lo que había escuchado y quisiera demostrar su absoluto desacuerdo. No comprendía qué significaba todo esto y solté levemente un suspiro mientras entreabría mis ojos en la habitación en penumbras.

—Se ha despertado —pronunció la voz profunda.

—Ya es hora de que te marches, gracias por todo —dijo la voz del anciano.

Giré la cabeza y ví la silueta de mi abuelo acercándose a la puerta de la habitación. Encendió la luz y se sentó a mí lado en la cama mientras me observaba.

—Parece que mi pequeño cielo se ha dado un buen golpe —comentó con seriedad.

Tuve miedo de tocar mi cabeza, aún dolía y la sentía de una forma extrañamente hinchada como si mi cerebro se hubiera llenado de sangre que latía a un ritmo que acabaría haciendo explotar mi cabeza.

—Tranquila, vas a estar bien, pero me gustaría que no hubieras corrido tantos riesgos para venir a ver a tu viejo abuelo. Fue peligroso, Anne, muy peligroso.

—Abuelo, lo siento, yo no pensé que las cosas terminarían así, todo parecía ir bien, pero luego hubo ese deslizamiento de tierra y quedé debajo de ese árbol —Rememoré mientras iba tratando de juntar todos mis recuerdos hasta un punto en que me dí cuenta que no recordaba nada más—. Luego, todo se volvió borroso. ¿Qué pasó después? ¿Quién era esa persona que estaba aquí? —La sorpresa se dejaba entrever—. ¿Acaso alguien me salvó? ¿De debajo del árbol? —dije con un dejo de incredulidad.

Mi abuelo tosió antes de responder pesadamente.

—Un viejo amigo te encontró, es un leñador con mucha experiencia que estaba por la zona para eliminar algunos árboles secos, escuchó el ruido y se acercó a la zona. No te preocupes más por eso.

—Pero... ¿son amigos? —pregunté tratando de recordar la conversación sin demasiado éxito, me parecía que el tono no había sido precisamente cordial.

—Bueno, amigos, tal vez no, más bien viejos conocidos que han tenido que aprender a convivir en este lugar agreste.

—Ah, bueno, ¿y por qué discutían, abuelo?

Mi abuelo hizo un gesto rápido con la mano como si fuera agua pasada

—Nada importante, cielo, cosas de viejos, ya sabes, nos ponemos cada vez más testarudos con la edad. No le des importancia y ahora descansa, Anne, lo necesitas.

Me pareció una explicación muy lógica, así que dejé de preguntar. Mi cuerpo se sentía adolorido, más que cansada estaba extenuada, habían sido demasiadas emociones por este día. Así que tomé la mano de mi abuelo.

—¿Te vas a quedar conmigo hasta que me duerma? —pedí como si de repente hubiera vuelto a tener cinco años, me sentía un poco insegura en este estado.

Mi abuelo soltó una carcajada y asintió, de algún modo parece que le había alegrado el día después de la discusión que había tenido con el viejo extraño. Me acurruqué y cerré mis ojos, no me costó demasiado dormirme aquella noche. Mis sueños se llenaron de imágenes del bosque nocturno y de las suaves sombras que la luz de la luna proyectaba a través de las hojas de los árboles.

 Mis sueños se llenaron de imágenes del bosque nocturno y de las suaves sombras que la luz de la luna proyectaba a través de las hojas de los árboles

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Azul oscuro medianoche: Preámbulo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora