—¡Adam! —grité lanzando un poco de harina en su dirección— ¡Te juró que me las vas a pagar! —amenacé mientras me escondía detrás de la isla de la cocina.
—Sólo si me encuentras, vida —gritó él desde algún lugar.
Me mordí el labio y calculé mis posibilidades, mientras la niebla blanca caía alrededor dejando paso a la visual. Me puse en cuclillas y me acerqué a la esquina, en un movimiento rápido corrí para tomar la bolsa de harina que había quedado en la encimera. Preparé un puñado mirando hacia todos lados, tratando de encontrar la más mínima señal de su presencia. Unos brazos me sujetaron desde atrás y yo lancé el polvillo níveo hacia mis espaldas.
—Te atrapé —alcanzó a decir mientras yo gritaba dispuesta a correr, pero él me levantó en medio de la bruma.
Ambos tosíamos, tratando de respirar mientras nuestras fosas nasales se llenaban con esa nube molesta. Estornudé y supe que debía darme por vencida antes de morir allí.
—¡Me rindo! —grité.
Él gruño ferozmente mientras simulaba morder mi cuello, causándome cosquillas con su barba.
—¡Adam, me rindo! Suéltame —pedí.
—¡No hasta que te devore! Ñam, ñam, ñam —siguió él jugando.
—¡Ahhh! ¡Qué me comen! —grité— ¡Ayuda!
—Nadie vendrá ayudarte ¡Muajajajajaja! —río ferozmente antes de darme un beso en la mejilla, dejándome volver a pisar el suelo.
Me giré hacia él y ambos empezamos a reír, pudimos notar la cocina nevada.
—Oh, Dios, tenemos que limpiarlo —me lamenté al ver el desastre.
—Josephine entenderá que hayamos tenido un pequeño accidente —comentó entre dientes.
—No, Adam, no podemos dejar esto así, además, nadie va a creer que esto fue un accidente —negué con la cabeza.
—No te preocupes, lo limpiaré después —aseguró— Además, todavía tengo que terminar con la pizza
Todo había comenzado con Adam intentando demostrarme sus habilidades culinarias y, en algún punto, todo se había salido de control. Nos comportamos como dos críos y este era el resultado de todo eso.
—¿Por qué no vas a ducharte? —propuso él— Yo terminaré aquí.
—¿Con este desastre? No, te ayudaré, no podrás con todo.
—Por favor, Anne, tengo habilidades de limpieza que ni te imaginas —exclamó orgulloso.
—¿De verdad? Mira que si es cierto, te nombraré encargado de la limpieza general por los próximos veinte años —advertí.
—¿Por sólo veinte años? —preguntó fingiendo sentirse muy contrariado.
—¿Te gustan las condenas largas? ¿Cuarenta te parecería mejor? —continué.
—Sólo lo dices para tratar de quedar bien, pero sigues dándome migajas —manifestó actuando indignado.
—Ah, bueno, ¿y cuánto querría el señor? —repliqué.
—¿Contigo? Pues, un "para siempre" o un "por la eternidad", lo que ocurra primero, no quiero sonar ambicioso —rió él y yo también ante la ocurrencia.
—¿Aunque seas el encargado de limpieza? —le pinché.
—Por algo se empieza —dijo sacando la lengua y moviéndola— O te duchas o empiezo a cumplir con mi deber.
Ambos soltamos una carcajada.
—Vamos, Anne, no te quiero aquí, me haré cargo yo solo —aseveró guiándome hacia la puerta.
—Pero, Adam, te puedo ayudar —protesté.
—Te llamaré cuando la pizza este lista —sostuvo mientras me empujaba fuera del cuarto.
—Pero —alcancé a decir.
—Si quieres ser útil, empieza a buscar alguna película para que veamos —me cortó tajantemente y cerró la puerta.
Después de ver la película, Adam y yo seguíamos echados en el sofá pegados como si hubiéramos nacido para quedarnos así toda la vida.
—No puedo creer que la pizza te saliera tan exquisita —alabé.
—Lo sé, soy increíble —se rió mientras yo le daba un golpecito a la altura del hombro.
—Pero... serás creído —evidencié para soltar una carcajada y traté de ponerme más seria sin éxito— Creo que me he enamorado de esa pizza.
Él se removió prestando atención.
—Yo la hice, deberías enamorarte de mí, podría hacerte más en cualquier momento —intervino.
—Tienes razón —acepté—, dicen que a los hombres se los conquista por el estómago, yo podría ser un caso raro de mujer que se enamora por lo que le dan de comer —razoné mientras sonreía.
—Tengo un amigo que es chef, no creo que debas conocerle nunca —se opuso, negando con la cabeza.
—Oh ¿por qué no? Yo quiero probar comida deliciosa —dije fingiendo tristeza.
—Creo que voy a tener que pedirle algunos consejos, pero no, no te lo voy a presentar —sostuvo—. Aunque, ¡te cocinaré un montón de cosas que te encantarán! —exclamó entusiasmado.
En esto se habían convertido nuestros días después de prometernos permanecer juntos dejando de lado todo lo demás. Evitábamos hablar de cualquier tema difícil y nos ayudábamos mutuamente a mantener aquella burbuja que habíamos formado entorno a nosotros. Nos protegíamos de todo aquello que pudiera dañar nuestro amor, aunque no pudiéramos evitar que de vez en cuando alguna verdad dolorosa asomara entre la neblina. A su vez que no podíamos dejar de notar algunas diferencias entre nosotros.
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Azul oscuro medianoche: Preámbulo ©
Hombres LoboPor un lado, tenemos a Anne, una chica común de pueblo, por el otro, tenemos un bosque y una serie de sucesos extraños sin explicación aparente. ¿Es ese bosque tan peligroso como su amigo dice? ¿por qué su abuelo parece preocuparse tanto por ella? C...