Capítulo 43: Adam

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—Adam —llamé pero él no me contestó.

Caminé más rápido detrás de él entre aquellos árboles con las últimas luces del sol colándose entre ellos.

—Espera —grité.

Él paró, su traje negro destacando en el atardecer.

—Espera, Adam —repetí agotada por el día que concluía.

Él se volteó lentamente y apartó los mechones de su cara en un gesto casi automático.

—Creo que me has confundido —manifestó con una voz profunda y calmada que me resultaba familiar, pero él era un muchacho de unos veinte años. No me extrañaba haberlo confundido con Adam, seguramente eran familiares cercanos. Aquel joven se diferenciaba en que no llevaba barba de ningún tipo, las cejas eran menos espesas, los pómulos más prominentes y a penas si tenía tres lunares casi imperceptibles. Aún así el parecido me resultaba sorprendente, como si fuera una versión adolescente de un Adam que nunca llegué a conocer.

—Parece que sí, lo siento —me disculpé.

—No, quien lo siente soy yo —respondió él cortésmente—. He sido yo el que se ha colado en tu boda —confesó, no recordaba haberlo visto, pero entre tanto jaleo no me sorprendió que se me pasara por alto.

—Eres familiar de Adam —afirmé, aunque en realidad era una pregunta que él comprendió.

—Sí, lo soy, un pariente lejano, por eso no recibí invitación y me pudo la curiosidad. —Se mordió el labio inferior—. De verdad, lo lamento —se disculpó nuevamente.

—No hay por qué, casi todos los que han asistido no han sido invitados —resté importancia a la situación, porque era cierto, el pueblo simplemente se había presentado para ver el espectáculo—. En tal caso, yo debería pedirte disculpas por no haberte invitado siendo familiar.

Él levantó una mano y se acercó.

—Por favor, no soy un pariente tan cercano, no había ninguna razón para que se tomaran esa molestia —aseguró educado—. Me alegra haber venido.

—¿Vienes desde muy lejos?

—Así es —me respondió— fue difícil llegar, pero me alegro mucho de poder estar aquí hoy —aseguró con calidez en su voz mientras me miraba—. Las flores en el cabello siempre te van a quedar bien. —Me pareció un poco raro y él lo notó, agregando— Digo, que ha sido una buena elección en lugar de un velo —explicó y reí ante su observación.

—¿Eres de esos que se preocupan mucho por la apariencia o algo así? —le pregunté.

—Heredé cierto estilismo de mi padre, pero cierta dejadez de mi madre, así que todo compensa un poco —bromeó con los ojos contentos.

—Entonces eres un término medio —le dije con una media sonrisa para ver qué me respondía.

—Sí, salí a medio terminar —aseguró risueño y reí con él, preguntándome si lo encantador era cosa de familia.

—¿Qué edad tienes? —pregunté con curiosidad observándolo.

—Cumplí veinte años hace dos meses ¿y tú?

—Yo tengo dieciocho, los cumplí hace casi siete meses, no tenemos tanta diferencia —señalé, sorprendida observando lo alto que era, pero a diferencia de Adam, él se veía un poco más estilizado en su figura, aunque no dejaba de ser corpulento.

—Si que te has casado pronto —consideró él.

—Puede ser —concedí— ¿y tú qué? Pareces ser de los que escaparían a una relación seria —le confié y él rió como si le hubiera atrapado.

Azul oscuro medianoche: Preámbulo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora