Caminando entre las montañas tuve mucho tiempo para pensar en el extraño encuentro que tuve con Adam. No podía comprender cómo de un día para otro un completo desconocido se colaba en mi casa, se hacía íntimo de mi familia y luego clamaba delante de mí que iba a pedirle mi mano a mi padre como si fuera una simple formalidad. ¿Era este algún tipo de broma de mal gusto? En el fondo de mi corazón rogaba porque fuera así, prefería pasar el mal trago de que él se hubiera estado riendo de mí todo el tiempo por mi ingenuidad antes que seguir divagando sobre las razones que pueden llevar a alguien a hacer algo así. No dejaba de pensar que estaba loco, porque eso era mucho mejor que considerar la posibilidad de que él fuera algún tipo de pervertido muy raro. Sin embargo, me desconcertaba cómo él podía actuar tan normal delante de mi familia, tal vez era un loco siniestro. Ya no quería darle más vueltas al tema, quería sepultarlo para siempre por el tiempo que pudiera, pero recordé que Adam me había dicho que no hablara de esto con mi abuelo. Claramente no era algo que fuera a comentar por ahí con nadie, sería la propuesta de matrimonio más estrafalaria de la historia, una notificación judicial habría sido más romántico, en el supuesto de que hubiera algo de verdad en toda esa puesta en escena. Por un momento, recordé trozos de la conversación de mi abuelo con el viejo amigo suyo que me había rescatado, el leñador, había algo en el tono de voz que me hacía recordar a Adam, sin embargo, no podía estar segura. ¿Adam podría ser un viejo leñador amigo de mi abuelo? Por supuesto que no, eso sonaba absurdo.
A pocos metros de llegar a casa del abuelo, me escondí entre los árboles, tratando de evitar pisar las hojas para que ningún ruido me delatara y fui sigilosamente buscando mi oportunidad de sorprender a al anciano que como usualmente hacía. Debía estar en la entrada trasera de la casa, tomando algo al aire libre mientras disfrutaba del día.
—¡Anne! —exclamó el viejo en voz alta sin voltear a donde yo estaba escondida. ¿Cómo diablos lo hacía? A veces había pensado que mi abuelo era como los ciegos que aprendían a agudizar otros sentidos, pero el viejo hombre que estaba sentado delante de mí a unos cuantos metros parecía tener un auténtico sexto sentido.
—Abuelo. —Tuve que salir de mi escondite y me acerque a él casi a los saltos de emoción—. ¿Cómo has estado?
—Muy bien, cielo, ¿y tú? ¿Te has estado portando bien? —preguntó inquiriendo también con la mirada.
Recordé el episodio de la serpiente y el lobo, pero pensé que eso no había sido precisamente culpa mía.
—Bien como siempre, abuelito —sonreí.
—Ay, mi pequeña niña, qué habrás estado haciendo. —Su voz se notaba cansada.
—Te juro que no he hecho nada más que esforzarme para trabajar muy duro en casa —dije arrodillándome a su lado como rogándole que me creyera.
—¿Mucho trabajo en la granja? —Me complació que él tratara de cambiar de tema.
—Muchísimo, mis hermanas han estado en las nubes y yo me he tenido que esforzar al máximo para que todo marchara bien y a tiempo.
—Me lo puedo imaginar —dijo en tono jocoso—. Es normal, están en esa edad de distraerse con cualquier tontería, ¿qué fue esta vez?
—Pues casi lo mismo de siempre. —No pude evitar dejar de sonreír—. Un chico.
—Oh, ya entiendo, tus hermanas han encontrado alguien en quien volcar un interés especial, ¿y tú?
—No, abuelo, yo no. —Negué con la cabeza—. Yo no tengo tiempo para esas cosas, menos si ellas deciden escaquearse de los trabajos que les corresponden.
—Veo que has estado padeciendo un poco, cielo, ¿hay algo que este viejo pueda hacer por ti?
—Sí, me gustaría quedarme a pasar la noche aquí contigo, necesito un respiro de todo ese ambiente. —Mi hartazgo asomó.
—Claro que sí, cielo, me vendrá bien un poco de compañía, entremos y preparemos cosas deliciosas para comer ¿está bien? —dijo cómplice con mi acto escapista.
—Claro que sí —repliqué contenta con la idea.
Pasamos un día agradable, hablamos de muchas cosas, me mostró como iban creciendo las plantas que tenía, me enseñó algunas cosas sobre herbología al pasar y comimos bastante. Sin embargo, a la noche antes de ir a dormir, me preguntó sobre el chico que les gustaba a mis hermanas y yo dije sin preocupación:
—Ah, sí, Adam, pues tendrá unos treinta años y hace algunos negocios con papá.
—¿Adam? —Entrecerró los ojos—. ¿Y qué tal es él? ¿Cómo es?
—No lo sé. —Era una media verdad—. No lo conozco lo suficiente, pero a mis hermanas les encanta, creo que es porque es muy alto, agradable de carácter y parece que tiene una buena posición económica, tiene una camioneta nueva que se ve muy cara.
—Ah, ¿sí? —respondió interesado.
—Sí, la verdad es que no sé mucho de él, simplemente es muy buen amigo de papá.
—Así que Adam se ha hecho muy amigo de tu padre —resaltó el anciano— ¿y tú? ¿Cómo te trata él a ti?
Yo por nada del mundo le iba a decir lo que me había pasado, así que mentí lisa y llanamente.
—No tenemos ningún tipo de trato, él es amigo de papá, no mío, así que casi no hablamos.
Mi abuelo meditó mis palabras.
—Sabes, Anne, ya eres casi una adulta, tienes que saber que debes tener cuidado con los hombres por muy buenos que parezcan.
—Oh, no, no te preocupes, abuelo. —Pensé que me estaba dando "la charla"—. Te aseguro que yo siempre tengo cuidado y no creo que Adam sea tan bueno como les parece a mis hermanas.
—¿Por qué lo dices? ¿Te ha hecho algo? —Frunció el ceño.
—Te aseguro que no, abuelo, te repito que no tienes nada de que preocuparte, me sé cuidar sola, simplemente él me da mala espina, pero es una impresión mía nada más y no tengo ningún interés en él —dije tratando de zanjar la cuestión.
—Está bien —dijo sonriendo de lado— Tal vez deberías quedarte unos días... digo, es lo menos que puedo hacer para evitar que tengas que suplir a tus hermanas por culpa de Adam.
No entendí muy bien porque mi abuelo lo tomaba como algo personal, el por qué había dicho que eso era lo menos que podía hacer por mí, pero estaba feliz. Después de lo que había sucedido con Adam, no tenía intenciones de regresar tan pronto como me había planteado en un principio. Mi abuelo se había encargado de darme su asilo político y pensaba disfrutarlo hasta el último día.
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Azul oscuro medianoche: Preámbulo ©
WerewolfPor un lado, tenemos a Anne, una chica común de pueblo, por el otro, tenemos un bosque y una serie de sucesos extraños sin explicación aparente. ¿Es ese bosque tan peligroso como su amigo dice? ¿por qué su abuelo parece preocuparse tanto por ella? C...