Cuando finalmente pude tomarme un respiro de todo el trabajo de producción y envasado de conservas, me dirigí, libro en mano, hacia un árbol solitario que se alzaba a lo lejos, en los límites de nuestra propiedad. Trepé a la copa del mismo, por fin, a la sombra, pude continuar esas dos terceras partes que me habían estado esperando desde que las dejara inconclusas aquel día en la salita del hospital. Ciertamente no había tenido cabeza para prestarle atención al libro, sobretodo, después de haberlo valorado como arma improvisada para crear una distracción que me permitiera correr por mi vida. Sin embargo, este ejemplar no tenía la culpa y la historia era ciertamente atrapante. Suspiré levemente buscando la página donde se hallaba el capítulo que hablaba del misterioso personaje mitad hombre y mitad lobo que el protagonista se ufanaba por encontrar a toda costa. Por un momento, deteniéndome en la descripción de las características pensé que ya no sabían qué más inventar mientras me reía.
Poco antes del atardecer, emprendí el regreso a casa y me sorprendí al vislumbrar a lo lejos una camioneta nueva muy llamativa, no sólo por lo cara que debía ser, sino porque estaba impecablemente limpia como si el dueño no la utilizara para trabajos de campo, que era habitual y lógico en aquellos parajes. Crucé entre las distintas vallas que dividían los distintos sectores hasta que pude estar a escasos metros y ví a un hombre muy alto hablando de espaldas a mí con mi padre. Imaginé que era algún tipo de intermediario, de aquellos que compran cosechas y las venden en las grandes ciudades sacando un rédito de la diferencia, no era el tipo de persona que me caía precisamente en gracia. Así que preferí dar un pequeño rodeo para pasar lo más desapercibida posible, mi idea era simplemente acercame a casa de la forma más inadvertida posible como para que un simple saludo rápido bastara y, de esta manera, hacer un mutis rápido hacia la puerta para entrar. Pero mis planes fallaron, porque mi padre a penas me vio, me hizo seña para que me acercara.
—Ven, Anne, quiero presentarte a mi amigo Adam —dijo señalando al hombre alto de cabello oscuro hasta la altura de la barbilla y ojos penetrantes negros con aire serio— Adam, esta es mi hija menor Anne, este año se ha graduado de la escuela secundaria, estoy tan orgulloso de ella y de lo mucho que ha crecido.
—Hola —Alcancé a decir roja como un tomate al llegar al lado de mi padre, sin poder mirar a los ojos al desconocido, porque para ello, habría tenido que levantar el mentón hasta el infinito y más allá con posible fractura de cuello por el esfuerzo. No podía con mi vergüenza de saber que mi padre me estaba "presentando" como una posible novia a este supuesto amigo que no le había conocido jamás antes. Si bien no era la primera vez, si que me sorprendió un poco que mi padre lo hiciera con este desconocido, normalmente se tomaba el trabajo de conocerlos bien primero y luego como quien no quería la cosa, los invitaba a comer o los hacía aparecer hasta en la sopa de sus hijas como por arte de magia. Cualquiera hubiera pensado que por ser yo tan joven me había salvado de estas incómodas situaciones, pero no es así, mi padre era un visionario a futuro y yo había aprendido el arte de "desaparecer", de cualquier locación y en cualquier momento, en un abrir y cerrar de ojos. Aún así no puedo quitar mérito a la ayuda de mi madre, que al menos, en mi caso, solía avisarme con antelación si estaba al tanto de alguna de estas trampas, puesto que ella conocía mi carácter y mi poca predisposición a ser expuesta como ganado para la venta. Mis hermanas mayores, en cambio, no sólo eran más dóciles a los deseos de mi padre, colaborando activamente sino que hasta parecían alentar este tipo de conducta que podría llegar a conseguirles un buen partido según ellas.
—Hola, Anne, encantado de conocerte en persona, tu padre me ha hablado mucho de ti —dijo con una voz profunda que sentí extrañamente familiar como si la hubiera oído antes pero no sabía donde, lo cual sumó cierta confusión a mi rostro mientras trataba de mantener la compostura y sonreír lo más cordialmente que posible.
—Ah ¿sí? —pregunté por decir alguna cosa pero en el fondo estaba un poco enfadada con mi padre porque este tipo de situaciones no me gustaban y no sabía qué le podía haber dicho él a ese extraño.
—Ay, mi pequeña niña —dijo mi padre posando la mano sobre mi hombre orgulloso—. Ella es increíblemente inteligente y le encanta leer, de todas mis hijas es la más culta, siempre he sabido que le espera un gran futuro por delante. Si pudiera la enviaría a estudiar a la ciudad, estoy seguro de que terminaría cualquier carrera universitaria que se propusiera.
De algún modo sentí un poco de alivio, ser presentada como un ratón de biblioteca de alguna manera me hacía menos interesante para los cabezas huecas, así que me relajé mientras el desconocido me observaba casi sin pestañear.
—Estoy seguro de ello, pero no me dijo que además de eso era tan hermosa. —En ese momento palidecí mientras él agregaba amistosamente dirigiéndose hacia mi padre—. No me diga que me la ha estado ocultando todo este tiempo porque tiene miedo que venga un hombre y se la lleve —dijo mientras reía junto a mi padre.
—Oh, por supuesto que no, pero tampoco dejaría que cualquiera se la llevara, aunque tenga dos hijas más, no puedo dejar de admitir que la pequeña siempre ha sido la luz de mis ojos, no es bueno tener preferencias entre los hijos, pero los menores muchas veces se convierten en algo especial. —Yo miraba a uno y a otro alternativamente aliviada al creer que esto no era más que alguna charla amistosa entre hombres donde el extraño intentaba halagar a mi padre para conseguir algo a su favor en algún negocio.
—Bueno, yo de eso mucho no sé, porque soy hijo único, así que mis padres tuvieron que preferirme a la fuerza —respondió con aire risueño.
—Estoy seguro de que sus padres se dieron cuenta que no necesitaban nada más y, por eso, no tuvieron más hijos. —Mi padre le replicó con cierto tono zalamero y ahora intentaba sonar un poco más serio—. Sabe, uno se preocupa mucho por el primer hijo, le da todo, le trata de enseñar todo, ya para el segundo uno está más cansado, más viejo. —Parecía un profesor enseñando sobre la vida—. Por eso, en mi caso, yo me sorprendo de mi Anne, porque al ser la más pequeña, no recibió tanta atención como las dos mayores y, sin embargo, salió de lo más educada, siempre me la han alabado mucho en la escuela por su buena conducta y su disciplina para los estudios.
A este punto sentí que ya no podía escuchar una palabra más de esta conversación sobre mí y rogué al universo para que la tierra me tragara. Ya no estaba avergonzada, simplemente sabía que esta era una de esas charlas donde al final acabarían haciendo un buen negocio y yo no lo tendría que volver a ver al desconocido muy posiblemente hasta el año entrante, claro, si conseguía esquivarlo durante las siguientes semanas con ayuda de mi madre. Y mi ángel personal asomó en la puerta de la casa llamándome, porque según ella, estaba muy ocupada preparando queso y necesitaba que la ayudaran a levantar la cacerola gigante para derramar el producto encima de un colador recubierto con un lienzo. De más está decir que estaba muy feliz de poder ayudarla y no tuvo que pedírmelo dos veces.
ESTÁS LEYENDO
Azul oscuro medianoche: Preámbulo ©
WerwolfPor un lado, tenemos a Anne, una chica común de pueblo, por el otro, tenemos un bosque y una serie de sucesos extraños sin explicación aparente. ¿Es ese bosque tan peligroso como su amigo dice? ¿por qué su abuelo parece preocuparse tanto por ella? C...