Capítulo 37: Dicha

80 14 1
                                    

Continué dándome cabezazos contra la almohada de mi cama. Aún no podía creer cómo había perdido los estribos con Adam. ¿Cómo había podido ser tan tonta de dejarme llevar por esa molestia que me embargó? Me había jurado que fingiría ser dócil mucho antes y ahora que finalmente tenía la respuesta acompañada de un plan perfecto, no fui capaz de mantenerme fría.

Para él todo lugar se convertía en un teatro, todo tema de discusión era una obra en curso y siempre estaba dispuesto a mantener la linea, esmerándose en cada actuación como si pudiera ser la última. Me dolía mucho. Empezaba a sentir cómo el peso de todas las cosas que había estado acumulando caía sobre mí. Yo no era una persona que se hundía, me negaba a llorar y sentirme como una pobre víctima de las circunstancias. Yo también tuve mis momentos, alguna vez incluso quiero creer que conseguí orillar a Adam con mis preguntas, que al menos lo sorprendí por un instante con la guardia medio baja. Quiero pretender al menos aquí en la soledad de mi habitación que por lo menos lo hice pensar un poquito en sus acciones, aunque tal vez para él sólo vaya a ser un momento pasajero que olvidará. No sabía de dónde sacaría la fortaleza para no venirme abajo, pero iba a repetirme "hoy no y mañana tampoco" durante los próximos días.

Y me levanté con la intención de ponerme a hacer algo, lo que fuera, con tal de mantenerme distraída y no pensar en nada. Estaba ocupada, limpiando un poco cuando entró Kate sonriente.

—Anne, te estaba buscando, toma —me entregó un libro— lo encontré tirado por ahí cerca del pueblo, sé que estará en mejores manos contigo y, además, necesitas distraerte un poco.

Yo miré el libro sorprendida, lo abrí y confirmé lo que buscaba.

—Gracias, Kate, significa mucho para mí —dije complacida.

—Oh, no será para tanto, no es más que un libro —rió—. Además, te lo debo.

—¿Ah, sí? ¿por qué? ¿qué hice que yo nunca me enteré? —sonreí.

—Tú siempre te leías los libros por mí cuando estaba estudiando y me hacías el resumen —recordó—. Darte un libro que encontré en la calle no es nada en comparación.

—Fue hace mucho tiempo, Kate. —Me senté en mi cama con el libro aún entra las manos.

—Lo sé, Anne, pero es que estos últimos días no he dejado de darle vueltas —pausó para sentarse a mi lado— a que te irás y ya tal vez no nos veamos tan seguido. —Mi hermana miró su regazo.

—Pero siempre tendrás a Alison —intenté animarla.

—Eso lo sé, lo sé muy bien —repitió— pero no dejo de pensar en todos los años que pasamos aquí viviendo todos juntos, creyendo que sería así para siempre —se explayó nostálgica—. Si pudiera volver el tiempo atrás, te juro, que me habría encantado pasar más tiempo contigo y sé que Alison seguramente piensa igual.

Ella tomó mis manos entre las suyas.

—Anne, quiero que sepas que te quiero mucho —prosiguió—, sé que hemos tenido nuestras idas y venidas, porque no éramos más que niñas, quisiera haberme dado cuenta de todo esto antes, de lo corta que era esa etapa. Y aunque no te lo diga, yo también estoy muy feliz de que estés con Adam y que te deseo lo mejor con él.

Me pregunté a mis adentros por qué justo hoy me había jurado no llorar mientras pestañeaba.

—Yo también te quiero mucho —repliqué—, no sabes cuánto.

Esa era la verdad y la abracé dándome cuenta que posiblemente esos iban a ser los últimos días que pasaría en aquel lugar que supo ser un hogar idílico a pesar de todo lo malo que pudiera pasar fuera.

Aquella felicidad que ahora parecía tan lejana, aquellos años dichosos, no regresarían, pero vendrían otros.

Aquella felicidad que ahora parecía tan lejana, aquellos años dichosos, no regresarían, pero vendrían otros

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Azul oscuro medianoche: Preámbulo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora