En menos de una hora, ya me encontraba fuera y con instrucciones de no detenerme para nada en mi regreso. Así que comencé a bajar las montañas y cuando llegué al pueblo el cielo se había oscurecido por las nubes. Me preocupé un poco y decidí pasar a buscar el libro que había dejado más temprano por las dudas, no quería que se arruinara. Sin embargo, cuando llegué a la banca del pueblo, el libro ya no estaba, lo cual me sorprendió un poco, porque a decir verdad mis vecinos no son precisamente bibliófilos. Me encogí de hombros y traté de apurar el paso para ingresar lo más rápido posible en el bosque, tenía que llegar a casa pronto. No les mentiré, amo la lluvia y más la de primavera, pero esta no se veía precisamente como una cálida llovizna y temía que iba a ser una donde el agua "caía" a baldazos.
El bosque estaba un poco más oscuro de lo normal por el cielo nublado. Escuché un disparo a lo lejos y me sobresalté un poco, pero esa emoción dio pasó rápidamente a un deseo de escabullirme lo más pronto de allí porque como dije, todos nos conocemos. Así que con el mayor sigilo del que fui capaz, empecé a moverme sintiéndome como una ninja atravesando un río de cocodrilos, sólo que todavía no había empezado a llover como para haber un río, yo no era una ninja y el cocodrilo se llamaba Hunter. No sé si era paradójico o no, pero a Hunter le gustaba cazar en el bosque y a mí me gustaba tenerlo lejos de mí cuando lo hacía. No tengo claro si la afición a la caza le vino de mutus propio o si fue porque su padre se lo inculcó desde pequeño. Más o menos como lo del huevo y la gallina con el agregado de que yo me sentía la presa o el grano de maíz que no quería acabar delante de él. A veces las cosas salían bien, otras veces no y este era uno de esos momentos.
—¡Qué te he visto, Anne!—gritó una voz en la lejanía mientras me imaginaba a un chico alto, rubio de ojos marrones bajando unos binoculares y seguramente empezando caminar hacia mí desde alguna dirección que yo desconocía.
Levanté las manos lentamente y grité:
—No disparé, no soy más que un tierno cervatillo en el bosque al que le han matado a la madre.
—Muy graciosa —replicó la voz cada vez más cercana que provenía desde el costado izquierdo, alcancé a mirar estirando un poco el cuello y ahí estaba él con la escopeta entre sus manos pegada a su pecho, aún faltaban unos cuantos metros para que llegara hasta mí.
No puedo evitar sentirme un poco avergonzada. Si tuviera que hablar sobre él, bueno, me pondría roja como un tomate. Hunter y yo somos en cierta forma antiguos compañeros de escuela sólo que él es tres años mayor que yo, cuando se graduó pensé que no iba a tener que verlo más ya que él vive muy alejado de mi casa, pero la vida siempre encontraba una manera de volvernos a juntar. No me malentiendan, no es que tengamos un pasado donde él me molestaba y me tiraba del cabello como si yo fuera "Anne, la de Tejas Verdes", valga la redundancia del nombre, porque no es esa la historia. Hunter y yo hemos sido los mejores amigos a lo largo de los años, con un pequeño problema: él se empecinó durante mucho tiempo en declararme su amor y eso incluía el gritarme "te amo" mientras yo salía huyendo cuando a penas éramos adolescentes. Si bien quiero creer que superamos esa etapa y ambos seguíamos siendo buenos amigos, a veces resultaba un poco complicado solventar eso que se había terminado de convertir en algo platónico e incómodo. Afortunadamente Hunter siempre solía sacar lo mejor de mí con sus tonterías y yo le disculpaba los bochornos que me hacía pasar.
—Aquí estás —dijo él cuando llegó a mi lado— Anne ¿qué haces merodeando por aquí? ¿No sabes que puede ser peligroso? Hay todo tipo de criaturas en este bosque, deberías ir por la carretera como la gente normal.
—Aquí al único peligroso que veo es a ti con ese arma en las manos y no, no soy una persona normal, soy la loca de los bosques— dije medio sarcástica sin poder evitar sonreír amigablemente.
—Ya veo, entonces, supongo que no me va a quedar otra que escoltarte hasta tu casa, parece que esta por llover y no quiero que muerdas a nadie por el camino.
—Vale, está bien, gracias, Hunter, ¿y tú? ¿Cómo has estado? ¿Sigues en esa asociación de cazadores de bambis? Digo... —Tratando de parecer más educada—. Al principio pensé que sería un pasatiempo, pero pareciera que dedicaras tu vida a ello.
—Bueno, empecé como voluntario y con el tiempo me contrataron, asignándome algunas tareas de patrullaje y otras cosas, así que se ha ido convirtiendo más en un trabajo que podríamos definir como serio, no es que se gane mucho pero tampoco es que necesite el dinero. Además, los cervatillos están sobrevalorados, hay que deshacerse de esa plaga espantosa—bromeó.
Asentí rápidamente, la familia de Hunter tiene mucho dinero, su padre es un pequeño empresario de la industria maderera que trabaja más al norte en otra localidad.
—Pues parece que al menos tienes más o menos tu vida clarificada, yo aún, no sé lo que voy a hacer, por ahora trabajaré en la granja de mis padres y sé que al menos mi futuro como anciana loca de los gatos no me lo puede quitar nadie.
Hunter ríe a carcajadas con la imagen.
—Sólo tienes que empezar a practicar de ponerte los ruleros y la redecilla, la locura ya la tienes y los gatos vendrán solos a tu puerta. —Ambos comenzamos a reír, mirándonos como en los viejos tiempos mientras llegábamos a los límites del bosque—. Bueno, parece que hemos llegado —dijo Hunter apaciblemente.
—Sí, así es. —Me dí la vuelta para verle mientras daba unos pasos hacia atrás—. Ha sido bueno verte de nuevo, Hunter, te extrañaba un poco, ya sabes, que me encanta reír y... —Señalando en dirección a mi casa—. Allí, mis hermanas son tan amargadas —dije manteniendo la sonrisa mientras me llevaba la misma mano con la que había señalado hasta mi larga cabellera rubia acomodándome el cabello que quería caer sobre mi delicada nariz respingada.
—Cuando quieras, Anne, ya sabes dónde encontrarme, sólo sigue a Bambi —dijo riéndose antes de ponerse serio— Ahora, de verdad, cuídate, no entres al bosque sola, hay muchos osos, lobos y todo lo que puedas imaginar, pequeña cervatilla salvaje. —Dando media vuelta se marchó.
Por mí parte no me quedó más alternativa que correr hasta casa a penas tuve oportunidad de pasar la carretera, estaban empezando a caer las primeras gotas de lo que sería una tormenta torrencial fría, mientras en mi mente, me preocupé por Hunter, pero sabía que él era duro como una roca y estaría bien.
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Azul oscuro medianoche: Preámbulo ©
LobisomemPor un lado, tenemos a Anne, una chica común de pueblo, por el otro, tenemos un bosque y una serie de sucesos extraños sin explicación aparente. ¿Es ese bosque tan peligroso como su amigo dice? ¿por qué su abuelo parece preocuparse tanto por ella? C...