Capítulo 25: La visita

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A penas bajé de la nueva camioneta de papá pude ver una figura demasiado conocida esperando con aire distraído entre las sombras del atardecer. Fruncí los labios, tragando saliva, iba a ser un momento difícil. Mi familia de algún modo entendió y disimuladamente entraron a la casa lo más rápido que pudieron, como si supieran que los ánimos no eran buenos.

Me acerqué lentamente, sintiendo cada paso más duro que el otro, pero sabía que tenía que hacerlo y enfrentar las consecuencias de todo esto. Él levantó la mirada y me miró por un instante antes de voltear la cabeza en otra dirección como si los árboles que nos circundaban fueran cautivantes a pesar de mi presencia acercándose, él podría haberme estado esperando tal vez por horas, pero no lo demostró. La culpabilidad se estrelló contra mí cuando pude alcanzar a apreciar mejor su rostro que seguía firme en evitar el encuentro de nuestras miradas.

—Hunter —alcancé a decir con un hilo de voz mientras mi cara palidecía.

Él siguió sin mirarme y yo muy en el fondo lo entendía, quería tocar su hombro pero me contuve.

—Yo... —empecé a decir, pero no sabía qué podía decir en esa situación— quiero que sepas que tomar esta decisión no ha sido fácil —alcancé a decir— y lamento el daño que mis acciones te pueden estar causando —dije evitando que mi voz se hiciera inaudible por la vergüenza que me invadía.

—Anne —Él ni siquiera me miró—. Sólo quiero saber una cosa —vaciló un momento antes de voltear a verme—. ¿Por qué?

No podía decirle que no sabía el por qué de todo esto, pero tampoco podía mentirle al mejor amigo que tuve durante toda mi infancia y adolescencia. Se merecía una explicación y yo se la daría dentro de mis posibilidades, teniendo en cuenta que había cosas que yo misma no entendía.

—A mi familia le agrada Adam —murmuré, eso era totalmente cierto—. Él puede ser muy agradable y tiene una gran amistad con mi padre.

—Excusas —me cortó tajante— ¿Hace cuánto?

—¿Hace cuánto de qué? —pregunté casi retóricamente— Nos conocimos hace muy poco, fue todo increíblemente rápido y hace a penas unos cinco días que pudimos hablar los dos juntos con mis padres.

—No me mientas, Anne —replicó con fastidio.

—No te estoy mintiendo, Hunter —le juré— Mírame, por favor, ¿ves? —dije señalando mi cara— No te estoy mintiendo, lo sabrías si no fuera así.

—Anne, lo sé todo, no es necesario que finjas conmigo —sentenció.

—No estoy fingiendo nada —dije en medio de un parpadeo de sorpresa— ¿De qué estas hablando?

—De todo, Anne

—Mira sé que todo ha sido muy rápido y que no lo conozco bien, pero tampoco es tan terrible, si lo nuestro no funciona, me divorciaré y ya está —le expresé resolutivamente.

—Ah, ahora te quieres hacer la madura conmigo como si no supiera lo que planearon —apuntó.

—Sólo estamos planeando una boda, no hay muchos planes a parte de ese —me excusé sintiéndome incomprendida.

—Pensaban fugarse juntos pero tu padre los encontró, no te hacía con tan poca cabeza como para irte con cualquiera, Anne —enfureció dispuesto a gritarlo a los cuatro vientos.

—¿Fugarnos? ¿Yo? —me señalé— ¿Con el dos metros y una escalera? —dije cruzándome de brazos y levantando la ceja como nunca en mi vida— Porque sospecho que, entre los rumores que habrás oído, habrán tenido la gentileza de facilitarme una escalera para poder cumplir con los siguientes rumores que le siguen a los rumores de fuga. Digo, ¿o es que todo el mundo dio por sentado que íbamos a ir corriendo por el bosque parándonos en cada rincón para besuquearnos como si nada? Ya visto todo el invento de la fuga, estoy segura de que han tenido tiempo de imaginarse toda la ejecución de la escena de todas las maneras posibles —grité esto último.

Azul oscuro medianoche: Preámbulo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora