Capítulo 10: De serpientes

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No había sido una noche agradable. Al menos debo haber despertado dos veces durante la noche. Soñé con el lobo gigante persiguiéndome por el bosque, trataba de huir, correr, pero en algún punto siempre me encontraba con la serpiente y despertaba agitada. Trataba de calmarme y pensar en otra cosa, pero las preguntas se agolpaban en mi cabeza. Para empezar no sabía de dónde podía haber salido una serpiente de ese tipo, ni qué hacía enroscada en la cuerda, tampoco que hubiera lobos cerca de casa, ni mucho menos de ese tamaño descomunal. Sé que todo fue muy rápido, pero lo recuerdo como el momento más largo de mi vida y noté preocupantemente que estoy empezando a tener demasiados de esos episodios para mi corta edad, más alarmante aún si tomábamos en cuenta que lo del deslizamiento de tierra aún era muy reciente. Y sé que lo que pasó no fue dentro del bosque, pero esa mañana, sentí miedo de volver a entrar en sus profundidades, creo que mis pesadillas me afectaron. Terminé de alistarme para salir en medio de estas divagaciones, hoy me tocaba el reparto de leche por el pueblo. Mi madre me esperaba como siempre acomodando las últimas botellas, al primer vistazo no pudo evitar decirme que me veía como un fantasma. Silenciosamente se lo agradecí mientras desayunaba, la mayoría de la gente me habría dicho que lucía más cadavérica de lo normal, que no haya hecho mención a que usualmente parezco un fantasma o algo muerto me hacía sentir mejor de algún modo.

Salí a recorrer el pueblo como usualmente hacía, luchando contra los orcos y estafándolos con pociones no mágicas que ellos creían que no funcionaban porque las diluía. Sonreía para mí misma pensando en que era una heroína sin capa peligrosísima. Incluso recuperé algo de mi humor cuando me tocó pelear una vez más con el viejo de la colina, asegurándole por centésima vez que no diluíamos la leche.

De regreso, cuando iba por la carretera como una persona normal y civilizada, o mejor dicho, cuando el temor me había obligado a mostrar civilidad y dejar atrás mi especialidad ultra especial -porque no pienso definirme como anormal-, me sorprendió encontrarme con Hunter. Estaba conduciendo su camioneta y se hizo a un lado de la carretera para frenar enfrente de mí. Se bajó con unos lentes oscuros y andares de policía matón como si lo hubieran sacado de una película. No pude evitar soltar una carcajada ante su interpretación y él río también de nuestro pequeño chiste interno.

—Vaya, parece que la señorita se dignó a usar el camino de los mortales —exclamó a modo de saludo mientras todavía trataba de mantener el personaje con andares de gato montés.

—Sí, crecí y me dí cuenta que debía dejar atrás mi vida de Bambi si quería convertirme alguna vez en una carne lo suficientemente vieja y dura para que nadie me quiera comer, así que ahora estoy comprometida con la vida —dije llevándome la mano al pecho mientras levantaba un poco la cabeza y cerraba los ojos para dar énfasis a mi compromiso con mantenerme viva.

—No puedo negar que me sorprende. ¿Y a qué se debe este cambio de actitud repentino? —inquirió.

Por unos instantes dudé y mi rostro se puso un poco serio, no sabía bien qué decirle, no sabía siquiera si debía decirle algo, pero él era mi mejor amigo después de todo. Prontamente decidí que era mejor no decirle nada del lobo para evitar que se instalara en mi casa con su escopeta, pero por otra parte había algo que sí podía decirle.

—Hunter —dije con tono de duda—, ¿qué tanto sabes de serpientes?

—No mucho, pero puedo imaginarte atemorizada por una serpiente demasiado cariñosa que se te acercó —bromeó, él sabía que no me asustaban las serpientes—. Oh, no, espera, no me digas que te encontraste con una y te miró con cara de pocos amigos —se mofó levantando una ceja—. Bueno, Anne, no se le puede caer bien a todo el mundo.

—Es que sabes que cuando se ponen cariñosas es un aquí te pillo y aquí te mato o te piden matrimonio con insistencia y a mí todo eso no me va, todos saben que las serpientes son frías —comenté sin poder evitar continuar con la broma con lo primero que se me vino a la mente.

—Lo dices ahora que todavía es primavera, cuando llegue el verano matarás por una de ellas, ¿y sabes qué? No te atrevas a llorar si te dice que no con su lengua bífida y serpentea en dirección contraria cada vez que te ve; tú la rechazaste primero —continuó riendo a carcajadas mientras se llevaba una mano al vientre y su respiración se agitaba.

—Pues si hace eso, me voy a un maizal. —Hice un gesto con la mano como si juntara serpientes imaginarias mientras reía— Y las consigo así —dije terminando la frase con un chasquido de dedo—. De hecho, este verano que no te sorprenda que tenga un manta de serpientes encima, voy a ser la portada de revistas de moda —dije dejando de reír y poniéndome seria esta vez—. Hunter, vi una serpiente violeta intenso con manchas negras y el vientre blanco, la cabeza era triangular.

Él me miró extrañado como valorando lentamente la información que acababa de darle.

—No soy un experto en serpientes, pero nunca escuché de una serpiente que tuviera un color violeta o púrpura antes, no en este pueblo, ni en esta localidad, ni en el país —expresó negando con la cabeza mientras se llevaba una mano a la barbilla pensativo—. ¿Estás segura, Anne?

Supuse que eso era toda la información que podía conseguir sobre esa serpiente y no quería alarmarle, así que respondí suavemente:

—Bueno, estaba oscuro, probablemente me equivoqué, además la ví lo lejos y se fue muy rápido, no tuve mucho tiempo para verla —mentí a sabiendas de que decirle la verdad no era lo mejor.

Él se quedó sopesando mi respuesta por unos momentos, pero pareció satisfecho y en tono juguetón me dijo:

—Y antes de que te involucres en esa relación asfixiante con cientos de frías serpientes Louis Vuitton... ¿Existe la posibilidad de que me dejes llevarte hasta casa? o mejor aún que vayamos a tomar algo por los viejos tiempos —dijo señalando la camioneta—. No será un abrigo de moda, pero tiene aire acondicionado —terminó con una sonrisa.

—Vale, pero recuerda que antes de la doce se rompe el hechizo —dije con una carcajada.

—¿Me das hasta la medianoche? ¿todo el día? —intervino sorprendido.

—No, hasta las doce del mediodía, mi familia... es muy tradicional —repliqué riendo.

—Ya sabía yo que había trampa en eso —Llevándose un dedo a la nariz—. Me lo olía, pero no me importa, al menos alcanza para un café rápido —dijo apresurándose a subir mi bicicleta a la parte de atrás de su camioneta.

La verdad es que no pudimos hablar demasiado, estaba un poco corta de tiempo. No me malinterpreten, me encantaría haber tenido tiempo para conversar con él más a fondo, pero mi madre me esperaba para hacer yogur, manteca y queso casero, no podía dejarla en la estacada, ni siquiera por Hunter.

Lo único que sé ha ciencia cierta sobre ese día, donde no conseguí ni una dato de la serpiente, es que aquella noche me fui a dormir sin miedo de ninguna pesadilla, bromear con Hunter como en los viejos tiempos, me devolvió esa tranquilidad que tenía antes de todos estos acontecimientos.

Lo único que sé ha ciencia cierta sobre ese día, donde no conseguí ni una dato de la serpiente, es que aquella noche me fui a dormir sin miedo de ninguna pesadilla, bromear con Hunter como en los viejos tiempos, me devolvió esa tranquilidad que te...

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Azul oscuro medianoche: Preámbulo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora