Me dirigí a la cocina para desayunar, todavía un poco despeinada, había hecho un esfuerzo por arreglarme, pero hoy mi cabello se rebelaba y yo todavía estaba somnolienta. No había dormido muy bien, para qué voy a mentir, me debatía entre lo que quería y lo que debía hacer. ¿Era mejor arrancar la tirita sin contemplaciones y exponer la herida?
Llegué a la cocina y cuando abría la puerta estaba Adam esperándome con el desayuno preparado. Él se acercó y se inclinó para besarme, fue algo tan natural como si hubiéramos sido una pareja estable por muchos años. Por un segundo desterré la idea de sacar el tema mientras disfrutaba de sus besos. ¿Cómo iba yo a querer arriesgarme a perder esto? Me sentía débil ante tanto afecto. Me preguntó cómo estaba, pero claramente yo seguía medio dormida y casi que me cuelgo de su cuello. No podía pensar en nada más, este sentimiento me iba a devastar si lo perdía por muy fría que quisiera volver a ser.
Nos sentamos con todo el desayuno expuesto ante los dos, pero no podíamos dejar de mirarnos, nos tomamos las manos. Creo que ninguno de los dos se animaba a decir demasiado desde ayer por miedo a romper el hechizo. Empezamos a comer, pero no dejábamos de lanzarnos miradas. Él me miraba como si hiciera lo que hiciera, yo fuera para él la cosa más tierna que hubiera visto. Yo me desvivía por dentro, sabiendo que tenía que decirle, pero quería conservar esa mirada de él para siempre en lo más profundo de mi corazón. Tomé valor y evité entristecerme.
—Adam, hay algo que tienes que saber —hablé muy seriamente.
—No importa —me cortó.
—Adam, yo tengo algo importante que decirte —repetí, angustiada por dentro, ya que se estaba haciendo más difícil aún.
—No lo digas —negó con la cabeza—, sea lo que sea, no quiero saberlo —dijo mirando a un lado.
Abrí mis ojos al comprender como se sentía él.
—Yo también me siento igual, pero tengo que decírtelo —le expresé con cariño.
—Sé que lo que vas a decir es algo que tú crees que cambiará nuestra relación, si va a ser así, entonces no quiero saberlo —explicó negándose en redondo a la posibilidad de hablar.
—¿Y qué sugieres que hagamos? ¿Quieres que convivamos con un secreto? ¿Otra cosa más de la que no podamos hablar? —le pregunté buscando su mirada.
—A veces es mejor así —respondió acercándose y tomando mis manos entre las suyas.
—Pero tarde o temprano lo sabrías, no podemos escondernos por siempre —argumenté.
—Para siempre no, pero ¿no podemos aunque sea disfrutar esto que tenemos por un tiempo? —propuso levantando mis manos para acariciarlas con el roce de su mejilla— ¿No podríamos ser sólo tú y yo sin nadie ni nada más?
—Adam, lo nuestro... —titubeé incapaz de continuar porque iba a decir algo demasiado cruel para ambos y no pude mirarle.
—Entonces, finjamos —soltó él repentinamente.
—¿Qué? —Le devolví la mirada.
—Si las cosas son así —dijo pausadamente—. Entonces, finjamos, démonos una oportunidad ficticia para poder vivir nuestro amor como nos habría gustado —opinó él con una voz más profunda de lo normal.
—¿Qué estás diciendo? —pregunté sorprendida.
—Tú sabes algo y yo sé algo, pero ninguno de los dos quiere arriesgarse a terminar con esto. Tú siempre dices que lo nuestro empezó como una farsa. Yo propongo que la continuemos, que nos demos esa oportunidad de estar juntos como si solamente fuéramos dos personas completamente normales que un día se conocen. —Me miró y caí en el abismo de sus ojos negros— Dejemos de lado todo lo demás y a los demás.
—Adam...
—Yo quiero esto que tenemos —aseguró.
—Pero no sería real, no de ese modo —razoné.
—Lo sería para nosotros y eso bastaría —se empecinó.
La tensión se podía palpar en el aire que nos circundaba, ambos estábamos demasiado temerosos de mirarnos y de decir nada como si cualquier cosa fuera a quebrar el cristal que nos protegía de la realidad. Pensé en la locura que me proponía y que no podía llegar a comprender.
—Adam —le llamé buscando su mirada—, alguien me dijo hace poco que en una relación uno tiene que estar dispuesto a dar un camino de oportunidades para la otra persona —recordé mientras miraba su expresión expectante—. Y sé que tú tienes un lado muy dulce y bondadoso que quiero conocer, si esto es lo que quieres, aún si las cosas salen mal al final, en este trayecto, deseo estar a tu lado —dije apretando sus manos enlazadas con las mías.
Él se acercó sin importarle la mesa que se interponía entre nosotros, escuché algo caer rompiéndose, pero todo lo que había alrededor nuestro se había desvanecido y me besó con determinación. Nos buscamos mutuamente en ese contacto, lentamente, disfrutando de cada sensación y del hormigueo que nos recorría el cuerpo. La tensión en el aire se había convertido en una electricidad estática que nos surcaba asegurándonos que a la más mínima chispa nos quemaríamos juntos, fundiéndonos en cada ceniza por la eternidad.
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Azul oscuro medianoche: Preámbulo ©
Loup-garouPor un lado, tenemos a Anne, una chica común de pueblo, por el otro, tenemos un bosque y una serie de sucesos extraños sin explicación aparente. ¿Es ese bosque tan peligroso como su amigo dice? ¿por qué su abuelo parece preocuparse tanto por ella? C...