Capítulo 7 - Nubes de tormenta

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Llegaron a la puerta de su apartamento, lugar en el que Leo sacó las llaves de su bolsillo y se dedicó a jugar un momento con ellas antes de musitar con aspecto algo cohibido:

-Te aviso que es una casa sencilla. No es glamurosa, ni muy grande, y esta algo revuelta... Pero pasa por favor...

Abrió la puerta de la vivienda permitiendo que ambos entrasen en el inmueble. Y apenas hubo encendido las luces, un gato negro de ojos verdes apareció maullando frente a ellos.

-He aquí a mi compañero de piso. Se llama Neko –Repuso Leo en tono afectuoso tomando al minino del suelo para llevarlo hasta su regazo en donde acarició su lustroso lomo. Al animal le faltó tiempo para empezar a ronronear sonoramente. Su dueño no pudo más que sonreír.

-Es muy cariñoso –dijo en tono explicativo.

-Se ve -repuso el invitado impresionado con la mascota cuando ésta se revolvió hasta que consiguió quedarse cual estola sobre el cuello de su amo.

-Dame un minuto que le pongo algo de comer y preparo un par de cafés. Mientras tanto ponte cómodo ¿vale?

Des afirmó con la cabeza nervioso. 

Nunca antes había aceptado una invitación como aquella. Y de habérsela hecho cualquier otra persona había seguido sin aceptar: En su situación, él sabía de sobra que significaban preguntas en apariencia inocentes, tales como "¿Quieres venir a mi casa a tomar una copa?" O "¿Quieres subir a charlar?"

Así que la premisa de "Ven a mi casa a dormir un par de horas antes de ir al trabajo" habría sonado posiblemente algo ambigua en boca de cualquier otra persona.

De hecho todo el camino hasta allí había tenido tiempo para meditar sobre lo que estaba haciendo. Teniendo como único resultado, la reafirmación personal de que realmente confiaba en la palabra de su anfitrión. 

Y no sólo eso, porque incluso aunque una vez en su casa y por motivos inciertos, ocurriese la improbable posibilidad de que éste tratase de pronto de coquetearle un poco, Des reparó sorprendido de si mismo, en que aquello tampoco le desagradaría lo más mínimo.

La reflexión le puso bastante nervioso, e instauró un sutil rubor en sus mejillas. Que perduró incluso cuando algo cohibido, hecho a andar solo hacia lo que supuso que sería el salón, pasando a exclamar completamente maravillado a penas hubo puesto un pie dentro de la estancia:

-¡Cuantas plantas! 

Y era verdad, pues aquella habitación habría sido sin dudarlo portada de revista si alguien hubiese hecho un especial sobre la convivencia urbana de los clásicos materiales de construcción –como el acero, ladrillo y madera- junto a formas de vida vegetales. De tal forma que entrar en aquella estancia fue un poco como entrar en un bonito jardín, pero sin perder la funcionalidad de una sala de estar agradable.

El resultado no dejaba de ser algo extraño, pero exótico y hermoso a la vez.

-Perdón, ¿Dijiste algo? –cuestionó Leo algunos minutos después cuando apareció en el salón con dos tazas humeantes de café, de las cuales tendió una a su invitado que se había acomodado en su sofá de color rojo oscuro.

Des le miró entonces un tanto impresionado.

-¡Tu salón es increíble! Nunca había visto nada igual.

-¿En serio? –repuso el guía alagado acariciando de forma distraída la taza tibia de su bebida mientras se apoyaba en la pared junto a una ventana. –No suelo traer a mucha gente a casa. Pero mis últimas visitas se rieron de mí por haberlo decorado así. A la gente le suele extrañar que alguien como yo tenga buena mano con las plantas.

Apeiron [ AMOLAD ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora