Capítulo 33 - Reales (Parte 2)

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-¿Qué? ¡¿Qué pasa?! ¡¿Por qué gritas?!

-¡METEORITOS!

-¿QUÉ? ¿DÓN-

Una roca de tamaño considerable se estrelló contra la parte delantera del vehículo. Alzándolo del suelo. Haciéndolo girar violentamente varias veces en el aire mientras seguía desplazándose hacia delante. Hasta que la gravedad finalmente lo reclamó y terminó empotrado del revés contra la carretera.

Bajo el estridente claxon del destrozado vehículo, envuelto entre polvo, humo y cristales rotos, Leo fue el primero en recuperar poco a poco la consciencia. 

Al principio no supo donde estaba ni que había pasado. Ni siquiera se dio cuenta de que estaba boca abajo. Sin embargo tan sólo un segundo más tarde, sus ojos se abrieron de golpe mientras comenzaba a gritar algo sofocado:

-¡Des! ¡¿Estas bien?! 

En ese punto la polvareda empezó a disiparse. Permitiendo que el guía descubriese que dicho hombre había salido despedido de su asiento. Dejándole en una postura bastante antinatural sobre el techo volcado del vehículo, con un pequeño camino de sangre fresca atravesado su sien, su parpado izquierdo, e incluso toda su mejilla.

Ante esto el pánico le golpeó de lleno. Por lo que tras bramar una grosería Leo se dejó caer sobre los cristales rotos del aplastado techo del vehículo. Dándose así el espacio necesario para poder forcejear con aquello que aún le apresaba. 

Y tras unos eternos segundos de dolor. Gruñendo, resoplando, tensando hasta el último de sus músculos y tirando de sus extremidades como si no hubiera consecuencias, todos sus males se vieron recompensados cuando finalmente se vio libre de poder moverse a voluntad.

De esta forma Leo se abalanzó sobre Des, tomándole cuidadosamente entre sus brazos. Ignorante de como, en realidad, no había conseguido deslizar sus muñecas fuera de sus esposas, sino que acababa de reventarlas de alguna inexplicable manera.

-Te sacaré de aquí Des. Voy a sacarte de aquí ahora. –exclamó entonces casi para sí mismo con el corazón atenazado mientras apartaba algunos ensangrentados cabellos del pálido rostro de éste. 

Arrastrándose de forma torpe entre los pequeños fragmentos de vidrio estallado, Leo consiguió salir del vehículo por una de las ventanillas rotas. E ignorando a los policías que aún seguían dentro en incierta condición, extrajo con cuidado a Des del interior de la destrozada carrocería. Quedando arrodillado sobre el asfalto, a un metro del automóvil, con éste entre sus brazos y sin saber que hacer para que reaccionase.

Sirenas lejanas prometían la inminente llegada de ayuda, mientras a su alrededor, los viandantes que no habían tenido tiempo de protegerse de la extraña lluvia de devastación, sólo podían contemplar con horror los estragos que ésta había producido en aquella calle principal. Ahora llena de coches aplastados, edificios rotos, y escombros que los habían golpeado con mayor o menor tino.

La vía empezó a llenarse de gente. Como los dos paramédicos que llegaron corriendo hasta Leo y Des pese a que finalmente se centraron en el vehículo siniestrado con los dos agentes aún en su interior. Ajenos a como el cielo que se extendía sobre ellos comenzaba una vez más a tornarse impropiamente oscuro. Inexplicables condiciones meteorológicas para una mañana que había sido anunciada el día anterior como "otro bonito día soleado".

Extraña situación que sólo fue a peor cuando la suave brisa se tornó rápidamente una fuerte corriente de aire cálido que agitó violentamente a todos.  

Entonces Leo lo experimentó por primera vez en su vida. Aquello que Des ya le había descrito más veces de las que a él le habría deseado escuchar. Los sonidos opacados. El irritante zumbido lejano que lentamente comenzaba a volverse ensordecedor. La inquietante sensación de que había algo "mal" con la realidad.

Apeiron [ AMOLAD ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora