Capítulo 8 - A palabras sabias oídos necios

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El panorama en Ithis era desolador.

A primer golpe de vista todo se veía en calma. Demasiada calma en realidad.

Pero un vistazo más detallado revelaba claros indicios de una importante disputa. De hecho una de las moradas de los dioses se veía más destrozada que el resto y ésta era la de Vanidad.

No obstante la diosa se materializó en su residencia, obviando grietas, muros caídos, escombros, y marcas de lo que parecían quemaduras por electricidad.

Sus pasos resonaron altivos hasta plantarse en la puerta de una gran sala. Una que se encontraba completamente vacía a excepción de un gran tablero en el centro de la misma. Éste tenía una configuración rara, pero si se miraba con atención era fácil de comprender que en realidad aquella representación se trataba de una versión poco realista de un mapa terrestre.

Varias fichas de cristal iridiscente levitaban a pocos centímetros sobre la cartografía.

Vanidad se paseó alrededor del tablero pensativa, antes de detenerse en un punto en concreto y colocar otro cristal que acababa de materializar en su mano.

-Sabía que te encontraría a aquí.

La mujer se volvió para ver como sus sirvientas escoltaban a un hombre de buen porte, quien con solo poner un pie dentro de la estancia consiguió que su rostro se iluminase por completo.

-¡Guerra! ¿Qué haces aquí? Pensé que habíamos quedado en el jardín Crepuscular dentro de un rato.

-Lo sé –comentó el hombre en tono seductor mientras se acercaba al curvilíneo cuerpo de la diosa. –Pero no pude soportar la espera, así que vine a por ti.

Y para rematar el cumplido la abrazó desde la espalda, poniendo un pasional beso en su cuello. Vanidad emitió un pequeño gemido mientras Guerra comenzaba a mirar de reojo su tablero.

-¿Cuándo me vas a dejar jugar a mí también? Eres un poquito avariciosa ¿lo sabias?

La mujer rió encantada, y tras apretar un instante su cuerpo contra el de aquel que la envolvía, se separó para volver a poner sus manos sobre el mapa abstracto.

-Vamos Guerra. No seas impaciente. Sólo llevo con él un par de decenios. Apenas acabo de empezar. Si te lo dejo a ti la fiesta se acabaría muy pronto y no sería divertido.

El tiempo pasaba de forma distinta para los dioses. Los años humanos para ellos tan sólo suponían un suspiro, por ello el aludido se limitó a sonreír de forma seductora como si acabara de recibir un cumplido, antes de exclamar galante:

-No puedo evitar ser un hombre muy pasional.

-Lo sé y por eso te amo. –repuso con rapidez Vanidad. -Pero esto es importante para mí y ya lo tengo todo pensado. Déjame tan solo unos pocos lustros más.

-Y si sigo atendiendo a tus peticiones terminaran siendo siglos. Te aprovechas de que sabes que no se decirte que no... –protestó con una sonrisa el hombre mostrando su lado más caballeroso. - ...Pero yo también tengo que hacer mi trabajo.

-¡Pero quiero hacerles sufrir! –exclamó la diosa vehemente. -¡¿Qué tipo de sufrimiento seria morir en mitad de una explosión cualquiera?! ¡No! ¡Yo quiero que sufran de verdad! ¡Quiero que sufran como yo! ¡Lenta y agónicamente! ¡Que sepan lo que es sentirse absolutamente solos! ¡La pérdida de la esperanza y la soledad absoluta! ¡Impotentes y miserables! ¡Igual que me sentí yo cuando Vida te selló y pensaba que iba a perderte para siempre!

-Siempre olvido que pese a todo eres una romántica –aportó Guerra en tono encantado mientras caminaba hasta una pared y se apoyaba en ella. Después preguntó interesado:

Apeiron [ AMOLAD ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora