Capítulo 29

1.2K 129 5
                                    

Narra Dorian

Voy hasta donde se encuentra Rimini para informarle lo que Bishop me acá de mandar a decir.

—¿Me acompañas? —le digo cuando estoy cerca de él.

Lo guio hasta un pequeño cuarto donde guardamos nuestros protectores para alas, cuando ya estamos adentro dibujo una runa silenciadora, pero sé que no servirá de mucho aquí.

—El cuarto hijo de mi tío, el que murió hace años, se llama Maciel. No sabía que tenía un antepasado con ese nombre.

Comento de forma indirecta esperando que Rimini capte el mensaje.

—No sabía, quién te lo dijo—argumenta cuando por fin entiende.

—El aprendiz de ya sabes quién—

pone cara de asombro para luego sonreír.

—Basta de charla, será mejor que vayamos a cuidar y a escuchar más de cerca a los hijos de padre.

Comprendiendo su mensaje y sin decir algo más, nos alistamos para emprender vuelo.

Después de veinte minutos de vuelo intenso, llegamos al apartamento donde solía vivir Bishop.

—¿Sabe que veníamos? —pregunto mientras esperamos el ascensor.

—Sí, me comunique con él—responde Rimini, ya de mal humor—¿Por qué tenemos que esperar? ¿Qué nos cuesta volar hasta la azotea? —hace una pausa—Ya sé porque, así que no respondas.

Su descontento es más que todo porque las personas nos miran raro, puesto que llevamos puesta nuestras armaduras y más por el tamaño de las espadas.

—Porque serían detectados fuera de sus labores...

Dice una voz conocida y ambos dirigimos nuestras miradas a él.

—Cemiel.

—¿Por qué no me avisaron que venían?

Observo a Rimini—¿Cómo nos encontraste?

—Los seguí—afirma mientras sube al ascensor—Entren rápido que no nos podemos demorar.

Lo hacemos y nos quedamos en silencio hasta llegar al piso de Bishop.

Una vez dentro del lugar, no tenemos que ir hasta el portal para comunicarnos con Bishop, ya que él está sentado en la barra de su mini bar con su comandante y subcomandantes.

Al verlos Cemiel y Rimini desenfundan sus armas.

—Tranquilos—dice Bishop al ver que sus demonios también hacen lo mismo—Señores, por favor guarden sus juguetes.

Lentamente todos lo hacen.

—Se supone que debías venir solo, de lo contrario el encuentro debía ser en el cañón—argumenta Cemiel.

—Lo sé, pero nosotros no vinimos a pelear—dice Biltrix.

—En fin, vamos a otro cuarto para que podamos hablar libremente.

—Estén alertas— ordena Rimini por medio de la conexión que compartimos.

Mientras nos dirigimos al segundo piso, el único ruido que se escucha es el que produce el látigo de Cemiel al chocar con la espada de Rimini. El sonido que producen es similar al de una descarga eléctrica.

—¡Pueden callar eso! —grita Naziffi al borde del colapso.

Al ser un instrumento divino, ese sonido les afecta a los demonios. Sé que lo están haciendo por desequilíbralos.

MILUFER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora