Capítulo 41

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Estoy de nuevo en este lugar, pero no veo al que dice ser mi hermano.

—Tienes que sacarme rápido de aquí, la dimensión va a cambiar.

Escucho su voz a lo lejos—No sé cómo hacerlo.

Giro sobre mi eje y no lo veo.

—Piensa Milufer, pide ayuda.

Camino en la dirección de donde proviene su voz. Lo encuentro sentado en una esquina del lugar.

—Dime cómo puedo sacarte.

—Pide ayuda, busca a Dorian.

Me siento frente a él, se ve desesperado.

—¿Quién te encerró aquí?

Intento agarrar su mano, pero lo traspaso.

—Ángeles y demonios. No debes confiar en ellos Milufer, están aliados. Hay unos que quieren que llegue el fin de esta era, tienes que avisarle a Rimini para que hable con Miguel y descubran al traidor.

—Pero ¿Dónde estás?

—No sé, pero tú sí. Ya has estado dos veces aquí. Yo puedo ayudar a salvarte, por favor busca ayuda.

Niego, porque no sé cómo llego aquí. Él extiende su mano y si puede tocarme.

—Al menos dime como te llamas.

—Confío en ti.

Dice y todo desaparece a mi alrededor. Llego la hora de despertar.

Con pesadez abro los ojos. Estoy en la habitación del hotel, pero todo está raro, el ambiente se siente muy denso. Él demonio está tendido a mi lado con sus alas abiertas, una de ellas me abraza. Doy un vistazo y todo tiembla, el piso, la cama, los vidrios...todo.

Me deslizo hasta quedar fuera de la prisión que ha creado su ala. Lo observo y sus vetas están enrojecidas y circulan a toda prisa. Las paredes están tejidas por hilos negros y naranjas similares a los que me poseyeron provenientes de sus manos. Es aterrador.

¿Qué está pasando?

Corro hacia la puerta, donde están Naziffi y Biltrix, con sus armaduras. Intento cruzar, más hay un escudo de energía bloqueando el paso.

—¡¿Qué sucede?!

Inquiero sin quitar la vista del demonio. Está tan quieto que parece que estuviera muerto.

—Milufer, busca un espejo y dibuja esta runa—me muestra una runa similar a un pentagrama.

—No puedo Biltrix, no tengo el lápiz. ¿Por qué no puedo salir? ¿qué tiene Bishop? ¿Qué está pasando?

—Cálmate, no-pasa-nada—pronuncia lentamente Naz. ¿Cómo que no pasa nada? —Arráncale una pluma.

Niego, no me le voy a acercar.

—Es la única forma. Tienes que salir de ahí.

Miro al demonio, luego a la puerta.

Respiro y avanzo hasta el ala que antes me cubría, cierro los ojos y tiro; el piso se estremece y como no si arranqué un puñado de plumas. No espero a ver si se va a despertar, corro y me encierro en el baño.

Respiro aliviada al ver que estoy en mi forma demoníaca. Con las manos temblorosas, logro dibujar la runa, el espejo inmediatamente se torna negro. Mi vista se va al suelo, aquellos hilos se filtran por debajo de la puerta y se pegan a las paredes.

MILUFER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora